martes, 18 de diciembre de 2018

El Grinch (3)

Tal vez no fuera tan buena idea después de todo. Con ese pensamiento me desperté al día siguiente de preparar mi amigo invisible, o bobby pin (*), como lo llamaremos a partir de ahora. Es decir, esta mañana. Pero anoche sí me lo pareció mientras escribía compungida mi carta de apologize a mi dire por no hacerle el primer regalo preceptivo. La carta. Y mira que nos reímos mi hija y yo. Como hacía tiempo que no lo hacía. Ahí está, en la "caja", dentro de un sobre lleno de purpurina (porque lo que se lleva es la purpurina), esperando a que su receptora la lea. Yo he huido de la escena del crimen, no vaya a ser que me salpique. Ay, la carta.
Y eso que ayer mismo, le había comprado ya muy temprano un foulard étnico precioso que creí, ô ingenua de mí, que paliaría los efectos de la larga ausencia de agasajos durante los tres días previos. Pero estando en la sala de profesores, me di cuenta, ô dios mío, de cómo la tristeza se apoderaba de todos aquellos niños que no habían recibido sus obsequios respectivos y entendí que pese a que al final habría regalo sí o sí, la espera llenaría los corazones de desazón y mataría la esperanza. Y lo que todos deseamos, ¿no es eso precisamente? ¿Esperanza?
Así que no tuve más remedio que pasar al plan B. Hacer cuatro regalos y acompañar los dos primeros de una carta de apologize para que mi víctima entendiera que todo había sido fruto de un contratiempo y no voluntario. Total, sólo nos gastamos 63 euros. Nooo, no todo en el bobby pin. Pero es que mis hijas son fans de los unicornios y de las plantas artificiales. Ains. Así que en total, el bobby pin me ha costado una noche de insomnio, mucho más que los 10 euros que ponían en el mensajito y la promesa interna de que nunca nunca nunca más volveré a participar en algo semejante. 

Dear ****,

I feel the retardation because I don’t comprehended the rulers of the play of the friend  bobby pin because it was very difficult in this school.
And when I readed los wasaps the Sunday by the night, all was closed and I don’t could buy swim for gift you and neither I don’t could find swim by my house neither. It was very sad.
I desire of all heart that you me comprehend and that you me pardon for to be retarded. And merry christmas for all the world.

XOXO
At his feet.




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(*) Bobby pin, horquilla en español, o también llamado invisible en argentino.

lunes, 17 de diciembre de 2018

El Grinch (2)

Una vez superada la fase cole que me deja un mazo de malas vibraciones por lo anteriormente mencionado, porque yo soy como los gatos, detecto la energía negativa, la canalizo, la absorbo y me la trago, restableciendo el equilibrio entre lo negativo y lo positivo (o eso o me va a venir el periodo) toca fase insti. 

Qué noche más mala he pasado, arrepintiéndome de la decisión estúpida de participar en el amigo invisible. Por cobarde y no saber decir no, en un vano intento de encajar en el grupo ya que no participo nunca en nada, pues allá que me tiro a la piscina y acepto, con todo lo que ello conlleva y de lo que todavía no me he enterado. Ains. En mala hora. ¿Cuándo cambió tanto lo del amigo invisible?

Domingo, 7 de la tarde:
(whastapp de X)- Holi compis, os recuerdo que mañana empezamos con el primer día del amigo invisible.
(¿El primer día del amigo invisible? Mierda, no he podido ir todavía a comprar nada. Me ha tocado nada menos que la dire, o sea la persona que decidirá sobre mi futuro profesional en los próximos cuatro años (o más) pero sin presiones, ¿eih? y espero que quede satisfecha con lo que tengo en mente, pero me tienen que dar tiempo para ir a comprar algo. ¿Primer día? ¿A qué se referirá?)
(whastapp de Y)-A ver que me aclare, ¿son tres regalos más el del último día, o son cuatro más el final?
(Aquí me voy incorporando poco a poco en el sofá, me voy despejando de mi desidia dominical, ¿cuatro regalos en  cuatro días?)
(whastapp de X)- ¡Son cuatro regalitos en total, a lo largo de cuatro días, y tenéis que ir dejando pistas para que vuestro amigo invisible los encuentre!
(whastapp de Z)- Escondedlos bien, que así hace más ilusión.
(whastapp de N)- Pero ¿no había que dejarlos en los casilleros?
(whastapp de O)- No, ¡que yo no tengo!
(whastapp de P)- Pues yo tenía pensado llevarme una caja grande dónde echarlos.
(whastapp de X)- ¡Lo divertido es que no se imagine para nada el sitio donde lo vais a esconder!
(whastapp de Q)- ¡No olvidéis el efecto sorpresa!
(whastapp de R)-Yo ya he comprado los cuatro ¡y me he pasado de los 10 euros!
(whastapp de P)- Y¿qué hago con la caja?
(whastapp de Z)- Pues llévatela, también podemos usarla.
(whastapp de X)- ¡Y que los mensajitos sean en inglés, que se note que somos bilingües!

(Y ahí estaba yo, a las 7 de la tarde de un domingo, sentada en mi sofá después de un finde de no parar, para un ratico bueno que tengo de poder echarme en el sofá a ver trozos de series y películas con el botón de avance rápido, leyendo mensaje tras mensaje de personas súper implicadas y motivadas con hacerse regalitos los unos a los otros. incapaz de pensar en cuatro frases ocurrentes, cuatro pistas desternillantes, cuatro escondites inimaginables con cuatro regalos geniales y todo ello antes de las 9 y cuarto del día siguiente. Y queriendo dar la estampida como respuesta a mi problema, pero ante el pavor clamoroso de ser descubierta por mi jefa, o sea sin forma de escapar a mis obligaciones, cuánto más entusiasmo detectaba en las palabras de mis compis, más irremisible se me hacía el gran mierdón en lo que se iba a convertir mi primera y única participación en un amigo invisible). 

El Grinch (I)

No hay nada que mejore un lunes. Recuerdo a aquel Van Gaal en su rueda de prensa "¡Siempre negatifo, nunca positifo!" Pues sí hijo, tienes razón, no hay manera de hallar la positividad en un lunes por la mañana, aunque sea el último lunes del trimestre y nos venga ahora dos semanas de vacas. 
Las caras en la puerta del cole esta mañana me han parecido más siesas que las del viernes. Están las madres a las que no te apetece saludar (una larga historia, pero todo muy justificado, ¿eih?) y están las madres a las que no les apetece saludarte. Y ese juego de "a ti sí/a ti no" puede llegar a ser muy estresante un lunes por la mañana. Mira, ahí está Angus. Siempre hablamos Angus y yo. Pero lo hace siempre con las gafas de sol puestas. ¿Sabéis lo difícil que es hablar a unas gafas? Buscas y rebuscas en el cristal la sombra de una pupila a la que dirigirte como el que busca una anomalía a través de un microscopio, pero es en vano. Son cristales espejos. Así es imposible entablar una conversación trascendente. Así que hablemos de la función de este viernes, que si hace este tiempo, la niña no va. El suyo va de rockero, o sea que puede ponerse chaqueta, pero la mía va de Freddy Mercury, con camisa blanca y tirantes rojos. 
Don't stop me now
Sí. Con bigote postizo.
Vaqueros, camiseta O camisa blanca, Y tirantes rojos, Y bigotes. No olvidarse del gorro de Navidad. 
Es la manera que la de Coeducación (cuando la niña deje el cole, os hablaré largo y tendido sobre ello) (ahora no, temo las represalias) ha encontrado de meter el colectivo LGTBI en su programación. Y que conste que en mi casa todos somos fans de Queen. Pero ya que estamos en Navidad, por qué no elegir a George Michael y su Last Christmas. Si por lo menos hubieran elegido la de I want to break free! nos habríamos divertido un poco con el atrezzo. Y mi pequeña que me ha salido a mí en lo de bipolar lleva una semana luchando con su Yin que quiere cumplir con su deber de alumna responsable y participar en la función del cole  para no dejar tirado al seño Emilio, y su Yang que está indignado por el disfraz, la desvinculación absoluta entre la temática navideña y la canción en cuestión, y porque en mitad de la actuación sus amigas van a salir con cintas de colores a realizar unas piruetas de gimnasia rítmica y ella no. Y yo que no tengo ninguna gana de verla ataviada con unos tirantes porque a nosotras no nos sientan bien, llevo quince días achuchando a su Yang, pero no hay manera de convencerla al 100%. 


viernes, 7 de diciembre de 2018

Noticias del pueblo

Por regla general, del pueblo las pocas noticias reseñables que nos llegaban era el parte necrológico, los nacimientos varios y algún que otro caso notorio de adulterio. Nada que diera lugar a presagiar lo que ocurriría en el puente de la Inmaculada del año 20**. Porque admitamos que en los pueblos poco o nada pasa casi nunca. 
Las noticias llegaron confusas y a trompicones, como suelen llegar hoy en día, vía Whatsapp, a golpes de mensajes cortos a cual más perturbador y surrealista, cuando una apenas había conectado los datos del móvil tras la pesada semanal en el gym. El hijo de la tía estaba muy mal, en el hospital ,víctima de una paliza o es que acababa de ingresar en la cárcel a expensas del juicio que iban a celebrar esa misma tarde. La paliza se la habían propinado **** y **** cuyo nombre por motivos obvios no desvelaré, ni tampoco el de los demás actores de esta tragedia kafkiana. Treinta cabras, no veinte como algunos habían asegurado, treinta cabras habían sido las que había ahorcado mientras practicaba con ellas una perversa asfixia erótica. Llevaba desde el verano penetrando en el establo ataviado con un mono naranja y una cuerda para perpetrar aquella abominación. Un hombre coqueto, físicamente atractivo, que siempre había gozado de la simpatía de muchas mujeres. Harto de encontrarse con cadáveres de animales, el dueño de las víctimas caprinas había acabado poniendo una cámara de seguridad en el establo y esa noche, cuando descubrió el pastel, junto con un amigo, le propinaron tal paliza que al terminar, no les quedó otra que llamar a urgencias para que se hicieran cargo. En las horas en las que ya se había consumado la tragedia, por el pueblo la noticia corrió como la pólvora. Había quien decía que las cabras no habían muerto de hipoxifilia sino que lo que hizo sospechar al cabrero de que algo ocurría era que todas las cabras habían abortado. Hubo otros que aseguraron que se trataba de una emboscada, de una historia inventada en venganza por unas viejas rencillas entre los dos hombres. Muchos desearon en voz alta que al salir del calabozo el hijo de la tía no volviera al pueblo y los allegados, avergonzados y callados, no se podían creer que aquello estuviera realmente ocurriendo. Ahora bien, todos sin excepción se preguntaban por los motivos que lo habían llevado a aquella caída al infierno. 

miércoles, 28 de noviembre de 2018

la coletilla

Como en todas las casas, en las familias de bien, de las que se muestran cariño y respeto, ellos también tenían sus costumbres y sus historias, existían guiños, frases y coletillas que sólo los escasos cuatro miembros de aquel clan entendían y que dentro de muchos años, si no perdían la capacidad para hacerlo, recordarían con añoranza y alguna lagrimica en los ojos.

Una de esas coletillas surgió por casualidad una noche en que las camas de la vieja casa se habían juntado en el único dormitorio que quedaba fuera del alcance del ruido de la calle, una semana de fiesta, para que todos pudieran conciliar el sueño. En medio de la noche, con la luz ya apagada, salió de una de las voces cantarinas.
- ¡Good ass!- desembocando de inmediato en una gran carcajada conjunta.
- Good ass es buen culo.
De nuevo muchas risas seguidas de la misma voz.
- Pues eso, ¡good ass!
Se oyeron algunos murmullos de ratones y la voz más pequeña que no quería quedarse atrás nunca añadió:
- And very very pooh.(pronunciado pou)- Risas y más risas.

Y así fue cómo se gestó la forma en la que desde entonces la familia de cuatro se deseaba las buenas noches en aquella casa.

¡Good Ass!

Una luz

- Mami, esta semana es la semana de la discapacidad. Pero no debemos llamarlo discapacidad sino capacidades diferentes. Porque esos niños no tienen discapacidad, porque pueden hacer un montón de cosas, sólo que tienen capacidades distintas.

Así que ya sabéis.

Y qué capacidad tiene mi niña para ensancharme el corazón.

Los abuelos del facebook

¿Sabéis esos padres que desde muy chiquitillo te dicen que no te metas en peleas, que no le faltes a nadie, que tengas mucho cuidado en alejarte de los enfrentamientos y de las disputas, que no insultes, que no te pegues, que no te pelees con nadie, que pongas la otra mejilla, que no te piques, que huyas, que los cementerios están llenos de valientes, que no respondas a una provocación, que pegarse es de gente baja y que no te han pagado los estudios para que te líes a tortazos con nadie? Pues eso han sido mis padres con mis hermanos y conmigo desde que tengo uso de razón y supongo que antes. 

Y ahora resulta que después de tanto predicar y predicar, en sus ratos de asueto, a dúo, cada uno por su lado armado de su portátil, se dedican a liarla parda en el facebook (gracias a Dios que no han descubierto aún el twitter), llamando hijueputas, mal nacidos, analfabetos, desgraciados o imbéciles en el mejor de los casos a todo quisqui que se les encara o que dice algo de lo que discrepan. Pero ¿desde cuándo alguien es imbécil por no pensar como uno mismo? ¿Dónde están esos padres que nos criaron en el respeto hacia el otro? Se han convertido en unos macarras. Y una cosa es decirlo y otra cosa es leerlos, que a mí me sube y baja la tensión alternativamente conforme voy leyendo sus comentarios. Vamos, que la otra mañana, desayunando, un poco más y me atraganto con el café al leer en todas sus letras: "Franco, que resucite YA".  Que creo que me dio hasta taquicardia. Ay Dios mío. Y todos sus contactos leyéndolo igual que yo. ¿Qué pensará la gente de nosotros? Si yo sé que mis padres no son franquistas ni nada que se les parezca, si siempre han sido muy abiertos de mente. ¡Si mi madre odia las monjas! Lo que tienen es comunistofobia, agravada en épocas de elecciones, como si fueran a invadirnos los bolcheviques. ¡Es que no pueden, no pueden ni verlos! Preferirían que traficáramos con órganos antes que hacernos comunistas. Es algo patógeno. No los soportan, ven a alguno asomar en alguna noticia y se ponen histéricos. ¿Dónde están esos padres que nos pedían que contáramos hasta cien antes de responder a una afrenta? No, estos son de gatillo rápido. Y ya cuando se nombra al coletas, es que se desata en ellos una especie de síndrome de Tourette a lo bestia, y venga soltar sapos y culebras, y venga dar palos a diestro y siniestro, toma y toma, no dejan piedra sobre piedra.

Estamos mis hermanos y yo asustados pensando que algún día alguien se tome en serio sus arengas. Lo menos malo serían los 200€ que costaría cada insulto. Habría que pedir un crédito, pero bueno. Ahora bien, imaginad el escándalo, "una pareja de abuelos imputados para hacer apología del fascismo" y la foto al lado de los dos. Y que a los nietos les digan en el cole, mira tus abuelos. ¿¿Por qué no piensan en sus nietos??? ¡¡Qué culpa tienen las criaturas!! Si cultivaran maría, nos daría menos fatiga. 
Desde que están así, los tres (mis hermanos y yo) estamos muy asustados. Desde luego. Pero ¿qué hacemos? A ver, ¿qué hacemos?


Blue mood

Ya está. 
Los catetos se han enterado y han acabado con las existencias. 
Les ha costado quince días entender la noticia, lo comprendo, les cuesta, les cuesta, pero finalmente ha ocurrido y ya no hay queso tostado entrepinares. 
Ese mismo. El que ha ganado la catorceava medalla en el Quesos championship contest of the World. 
Dos semanas saboreando ese fino manjar con tostadas de pan de centeno mojado en aceite de oliva.
Hoy cuando he llegado, el corazón ligero por las promesas de deliciosos desayunos por vivir, aún desconocedora de lo que iba a ocurrir, y me he encontrado con el estante absoluta y completamente vacío, he comprendido en seguida que mis anhelos se habían desparramado entre quesos anodinos e insulsos  ¿para siempre?
No iba a rendirme tan pronto. ¡No! He pensado que no me costaría tanto recorrerme los mercadonas de toda la provincia, mandar a mis padres, hermanos y familiares en busca de un trozo del anhelado queso. 
¡Pero no! Sería engañarme, caer en otra adicción, y ni siquiera debería planteármelo. El queso curado no tiene cabida en la dieta. Es lo malo que tiene lucir cuerpazo. Así que he decidido tomármelo como un designio de ¿Dios? o al menos del God of fitness, y no intentar conseguirlo de ninguna manera. 
Mañana, cuando entre lágrimas de desasosiego, devore el último trozo de queso que me quede, sólo podré resignarme a volver a la triste tostada con atún.
No me habléis ahora. Quiero estar sola.

jueves, 22 de noviembre de 2018

El spam

¡Que lo van a aprobar! ¡Que nos van a poder mandar spam electoral! Pero eso no es lo peor, que malo ya es un rato, pero admitamos que ya nos hemos acostumbrado. Yo, por ejemplo, al principio, se me llevaban los demonios cuando veía que se me metía spam ruso en el blog, no sé con qué interés. Pero ya me he ido adaptando a ello y ahora cuando veo que quien me visita es el fazanal.com, pues como que ya me da un poco igual. Con qué interés una página con un nombre tan sugerente acaba visitando el blog de una mamá de casa, ¡no lo sé! Pero para mí ya es algo así como pintoresco, que se sale de lo común. O cuando recibo algún mensaje del ITunes alertándome de que mi cuenta ha sido bloqueada o alguna notificación de la Apple Store por no sé qué mierda de app de juego que me va a cobrar por superar no sé qué nivel. Si no voy a tener un Iphone en mi vida, ni nada que lleve una manzanita, porque yo soy más de kiwi, la manzana me estriñe, pues les dejo mandarme todas las notificaciones que quieran y ya está.
Pero lo peor no es que nos vayan a mandar spam electoral. No. Lo peor es que amenazan con meternos en bases de datos según nuestros perfiles ideológicos, ¡¡a lo Donald Trump!!! OMG!! que van a dar luz verde para que puedan rastrear nuestras actividades en la red. Pero ¿de qué puta mierda de estado opresor estamos hablando???? 

Intento tranquilizarme, respirando pausadamente, mientras se me dibuja en la cara esa mueca que esbozan los perros parecida a una sonrisa justo antes de soltar el bocado, pero es que una se harta de esta panda de mediocres que ya no saben qué maquinar con tal de controlar el aparato político y apalancarse en sus sillones. 

Pero ¿qué os voy a contar a vosotros que os buscáis las habichuelas a lo legal, que lo que tenéis os lo habéis ganado con sudor, trabajo y esfuerzo y que aunque no creáis una puta mierda en nuestro sistema judicial seguís respetando esas leyes día a día? 

Como esta panda de ... empiecen a olisquear en mi vida virtual para meterme en no sé qué mierda de base de datos-

Y entonces mi marido puso en pause el episodio asqueroso de la octava temporada de los Walking Dead donde hacen hachis parmentier a cientos de zombis con una picadora de carne gigante y pausadamente me dice.
- Pero vamos a ver. Si con ver una foto de perfil del facebook, un comentario a una noticia o un retweet ya sabemos de qué pie cojea cada uno. Si esas listas ya las tendrán hechas. Ahora querrán aprovecharlas para mandarles publicidad. ¿O tú los ves a estos trabajando para el Mossad o los rusos? Con lo espabilaos que son.

Y así fue cómo mi marido dio al traste en un momento con cualquier intento por mi parte de liar una revolución a lo mayo del 68 o de montar una barricada en la calle. 

martes, 20 de noviembre de 2018

Martes con sabor a jueves

Mal vamos cuando se tiene cuerpo de jueves un martes.

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Y ahí estaba ella, en primera fila, adelantada a todas las demás, contemplando su reflejo a la vera del monitor de gym, marcando su posición de number one sobre las otras, en su lucha eterna contra los kilos. No es que marcara siempre su territorio, sino sólo cuando los focos requerían de la presencia de alguien. Esa primera plaza en la clase de fitbodyweighcontrol se la había ganado a pulso, a base de encargar tartas de fondant y muñecas fofuchas a lo largo de los años. El pasado 27 de octubre, el dueño del gym incluso le había dado las gracias en el Facebook a "ELLA", tan fabulosa, antes que a su propia mujer por el magnífico vídeo conmemorativo que le había regalado para su 37avo cumpleaños. Con la tarta preceptiva. Ahí estaba ella, la number one, sabiéndose importante, radiante por la sudaera que estaba pasando al lado del profe de gym que les estaba dando una caña del copón (me pareció ver la huida al cuarto de baño de un par de estas damas), ella, la siempre elegida delegada de padres, la miembra excelsa del consejo escolar, la supervisora de puestas de banda y festejos varios.
Y yo desde la primera planta, dándole duro a la elíptica, contemplando el espectáculo de mi delegada de padres, la que nunca me ha visto ni me ha mirado ni me ha saludado, preguntándome si imagina la curiosidad antropológica que despierta en mí.


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- ¡Qué guapa vienes hoy!
Acostumbrada que están tod@s a verme en falda.
- Es que voy depilada, y mientras dure. (sonrío)
Y por ese glamour que despido es por lo que nunca me dejarán dar saltitos en primera fila junto al monitor de gym de la clase de bodybuildingweighpaintetc...

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Se la he hecho y me he quedado en la gloria. Porque esta vez no me he cabreado. Ni me he sublevado. Ni me he puesto a perseguir su coche como una posesa con sed de venganza como el camionero del Diablo sobre ruedas. Ni me he puesto a proferir insultos en arameo en el coche hasta desgañitarme la garganta, de esos que te cambian el color de la cara y la voz, como si fuera la reencarnación de la niña del exorcista. No. He bajado elegantemente la ventanilla del coche y he asomado mi dedo medio, mayor, de corazón o cordial, aunque a mí me gusta llamarlo dedo sacro. Para que lo viera claramente, que lo ha visto, y a continuación, cuando ha pasado junto a mí, he esbozado una sonrisa entrañable. Porque ese simple gesto significaba tanto. Ahí la llevas, bonito.
Últimamente ya no me relaja tanto conducir. Y no es por mí. Si yo voy muy tranquila, a cien kilómetros por hora en la autovía, voy bien, prudente, sin necesidad de ir cagando leches. Tomando en cuenta que mi coche tiene ya dieciséis años, no me voy a poner a hacer el fitipaldis a riesgo de que implosione y me deje tirada en medio de la calzada. No invertí 600€ este verano en arreglarle el cacharro del aire acondicionado (más de lo que vale el coche, como se cachondeó el mecánico que lo intervino) para cargármelo ahora. Ahora bien, cómo me cargan todos esos gilipollas que circulan a la misma hora que yo. Y cada vez son más y más insistentes. Ya ni intentan disimularlo. Como el tonto este del Mercedes que por sus santos cojones tenía yo que tirarme a la cuneta para dejarlo pasar. Me he pasado por ahí tus cambios de luces y tus pitazos y la peineta, te la has tragado tú, imbécil.


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Don señor del Mercadona, por favor, no retire nunca la sopa de mijo, por mucho aspecto a cagarruta que tenga. Sabe a sopa de miso y me ha gustado.
Ni tampoco la crema de espárragos fresca.
A sus pies.


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Las cadenas principales echando todas programas sobre Franco no sé con qué fin, que tengo yo grabados especiales sobre amebas que han despertado en mí más interés. Menos mal que siempre me quedará la cadena Ten y sus "Descuartizando a mi vecino" "Casos sangrientos del FBI" "Adolescentes criminales", "Asesinos múltiples" etc. Gracias y buenas noches.



jueves, 15 de noviembre de 2018

Micropensamientos del jueves que comienza

A todos los que os metéis por el carril de la derecha, en los tramos en obras de la autovía, a sabiendas de que os estáis colando, porque pensáis que tenéis más derecho que los demás a llegar a tiempo a vuestros destinos, sois puta basura.

Y entonces por el retrovisor, vi cómo aquel camionero que iba a tres o cuatro coches por detrás de mí, con su enorme remolque blanco, se desplazó justo hasta ocupar el medio de los dos carriles y evitar así que se colaran más desgraciados, iluminando mi mañana. Sonrisa enorme (casi tanto como su remolque).

Hoy, hace viento, sol y nublado. Me recuerda Cork.

martes, 13 de noviembre de 2018

Mardi

Arrasada, destrozada, anímicamente anulada, compruebo el calendario y no me puedo creer que aún estemos a martes. Y todavía queda lo mejor de la semana por llegar que es el jueves. Pero ¿¿¿WTF??? 
He perdido mi pen 
(no Andrés, estoy buscando mi pen, no mi nepe, es un pendrive blanco del IES donde trabajaba mi marido, o sea que técnicamente no era mío y menos mal que andaba medio vacío de todo, ya no se guardan cosas en los pendrives, yo al menos no, que para eso tengo el gmail y el dropbox. Y sí, he dicho nepe ante una clase llena de niños púberes de 15 años, pero es que creo que se trata de una palabra bastante divertida e inofensiva, así que si queréis quemarme, quemadme por favor, en mi estado actual no tardaría mucho en consumirme) 
(Mis niñas de hecho ya no dicen delfín con ruedas sino nepe) 
(Vamos a ver. Que mis hijas sepan que existe un subgénero humano que se dedica a dibujar nepes en muros, farolas y cocheras comunitarias no me convierte en corruptora. Pero no se van a tapar los ojos cada vez que vean una de esas obras de arte) 
(Los mojigatos son los peores)
(Y voy a dejarlo aquí que me enfango)
Le he dado creo que tres veces a ese mierdas. Bueno a su coche. El del típico anormal que tiene que ocupar dos sitios en lugar de uno. Es lo bueno de llevar una tartana. Que puedo estar dando por delante y por detrás hasta que el coche queda perfectamente encajado.
He dedicado dos horas a escribirle la exposición en English y pegar un montón de goma eva por todo el trabajo que la pequeña tiene que presentar mañana. Ha quedado tan chuli como si lo hubiese hecho ella sola. Sigo teniendo ese je-ne-sais-quoi para hacer trabajos manuales de niños de cinco años. Literalmente. Y ya son las 9 de la noche y todavía no me he duchado. Pero he tenido que hacer un montón de cosas in between porque ahora mismo no me siento las piernas. Como la cazuela de pescado con su cebolla y tomate triturados para que las princesas no se encuentren trocitos, y sus gambas fritas y peladitas, para que no encuentren sus cáscaras y su fumet de rape coladito para que no encuentren huesitos: huele deliciosa. Todavía no me he duchado y son las 9. Y mañana habrá otro montón de cosas que hacer. Que pregunta la orientadora que qué tengo preparado para el día contra la violencia de género que es el 25 de noviembre. Y eso es dentro de- mierda, doce días. Pues básicamente nada. ¿Y tú? Aaah, ¿que te han dado información sobre esto y aquello y lo otro también? Ese taller parece una pasada. Aaah, pues mira qué bien. Y a mí que no me informan ni nadie me habla de nada. Fíjate. ¿Que quieres hacer qué con señales de tráfico? Maravilloso maravilloso. Pero ¿las señales es para hacerlas o comprarlas? ¿Comprarlas? Pero es que me temo que no disponemos de dinero para eso. Me temo que no. Sí, increíble, lo sé. Pero háblalo con, claro. ¿Que mañana me reúna contigo cuándo? ¿Mañana? Es que mañana es mi mañana Mercadona. Sí sí sí sí sí. Cuenta conmigo. En cuanto llegue del Mercadona... 

Y luego dirán que me paso los días a tocarme el... 

Buenas noches. 

lunes, 12 de noviembre de 2018

El papelico

Esta tarde se me ha roto el papelico que me ha acompañado durante cinco meses justo cuando había decidido sustituirlo por otro con variantes en algunos ejercicios. Cinco meses sacándolo cuidadosamente de la funda del móvil para dejarlo junto a él y los cascos, o en el suelo, o encima del banco de abdominales, a veces sentándome encima por no saber muy bien qué hacer con él. Sé lo que pone en el papelico de memoria.

60 jumping jack
15 mountain
10 sentadillas cruz de hierro
15 flexiones
10 sentadillas salto
20 abdominales
10 burpees
15 triceps y dale la vuelta
50 trotes
10 sube y baja plancha
10 abdo revés
10 tijeras
1 plancha
20 bíceps

Lo malo sería lo contrario, que no me lo supiera de memoria, después de haber realizado esta rutina prácticamente cinco veces por semana, durante cinco meses. Cinco meses incapaz de no hacerlo todo desde el principio sin echarle al menos un vistazo al papelico. Meno mal que inteligencia o memoria no es lo que se lleva hoy en día. Y lo tengo que poner en algún sitio porque durante un tiempo de mi vida, he jurado por ese papelico, he dejado de hacer muchas cosas por culpa de ese papelico, y he hecho también muchas otras impensables hasta la fecha. Y todo por el papelico. Así que le debo un pequeño homenaje y un trozico de este diario, para recordarme dentro de mucho tiempo que una vez también fui así.



miércoles, 7 de noviembre de 2018

Los vicios de mamá

Hijas mías, leí una vez (en realidad fue la semana pasada, y fue un meme que colgó en el facebook una de las madres americanas medianas) que pese a lo fea y desastrada y amorfa que mamá se vea, mamá también tiene que salir en las fotos de vez en cuando, porque el día de mañana, no os importará nada lo fea, desastrada o amorfa que se viera en la foto mamá, guardaréis esas fotos como oro en paño.

(Un momento por favor, que me acabo de emocionar, para que me suene los mocos).

Pero sabéis lo que le cuesta a mamá salir en las fotos, porque ella es de la era preselfie, que es como decir del pleistoceno, no tiene ni idea de cómo agarrar el maldito móvil, que salgamos todos encuadrados, darle al botón a tiempo y que no se vaya a la mierda, y al fin y al cabo alguien tiene que echar la foto, así que para paliar esa falta de instantáneas, yo os dejaré además este blog para que cuando lo leáis, os acordéis de lo loca que estaba vuestra madre.

Y adicta. Esas son dos de sus facetas más características. Habréis comprobado a lo largo de los años lo fácil que mamá se engancha a las cosas y lo mucho que pelea por no caer en nuevas adicciones o por quitárselas de encima. Y por eso mamá no echa monedas a las tragaperras ni nunca probó las drogas. Porque en el espacio de una semana, o dos a lo sumo, habría acabado con una sobredosis de heroína, metanfetamina, esteroides o vete tú a saber qué otro tipo de sustancia. Y sabéis lo muy ocupada que está siempre mamá para andarse con tonterías que apenas consigue llegar a las diez de la noche para arrastrarse hasta el sofá.

Cariños míos, espero de corazón que esto de las adicciones no sea genético, aunque antecedentes hay en ambas familias. Estáis avisadas, tomad precauciones, no caigáis en adicciones que puedan costaros dinero y/o la salud.

De todos modos, hay vicios malos, diagnosticables o en proceso de estudios, y otros que aun no han sido catalogados o nunca lo serán. Como es lo mío con el Mercadona. Que ya remonta a la abuela que es una de las pocas detentoras de una tarjeta Mercadona. Sí. Existen. Seguro que habéis visto muchas tarjetas del Corte Inglés pero ninguna del  Mercadona pues sólo unas pocas acceden a ese club selecto, el de las detentoras de tarjetas Mercadona y yo estoy en proceso de ser una de ellas.

Sí. Me encanta y me relaja ir de compras al Mercadona. Ahora mismo tengo la melodía en la cabeza.  Empecé a ir al Mercadona cuando abrieron el primero en el Camino de Ronda, en Granada, si no recuerdo mal en el 2000 o 2001. He sido fiel al Mercadona desde entonces y no trago a los antimercadoners. Algún día les dedicaré una entrada. Ahora mismo estoy en un momento zen que me impide escribir toda la mier- en negativo. Recuerdo cuánto me traumó el anuncio hace exactamente un año de que iban a remodelar "mi" Mercadona y que este iba a estar cerrado durante todo el mes de diciembre. ¡¡Un mes entero sin ir al Mercadona, o sea cuatro veces!! ¿Qué iba a hacer yo durante un mes y más el de Navidad??? ¿¿Ir a un Lidl o peor aún a un ¡¡Carrefour!!???? (La música es algo pegajosa, cuesta quitársela de la cabeza). Hasta que me acordé de que había otro Mercadona cerca, uno más minino y más de barrio, eso sí, pero Mercadona al fin y se me pasó el susto. Además el nuevo quedó monísimo.

Incluso Julio no ha logrado hacerme desistir de ir al Mercadona. Y mira que durante unas semanas estuve pensando en cómo deshacerme de él. Julio intenta llevar el uniforme del Mercadona con dignidad y por ello se peina con esos tupés rocambolescos que lleva la juventud hoy en día y lleva barba. Pero digamos que la juventud es probablemente su único atractivo, y eso si fuera Isabel Báthory y me alimentara de la sangre de vírgenes. Y cuando este locuaz jovenzuelo que me había atendido en tantas ocasiones en su caja correspondiente pero que no me caía ni bien ni mal por oírlo en una ocasión (no se dan cuenta de que las clientas escuchamos las conversaciones que mantienen entre los yogures griegos y las galletas de espelta) criticar a otros compañeros, se dirigió directamente a mí con un
- Parece que hayas esperado a que abriera esta caja para ponerte aquí-
Mi boca dibujó una enorme sonrisa de "WTF???" y murmuró algo ininteligible, casi tanto como lo que acababa de oír. Hubo un amago de conversación por su parte, me preguntó lo que iba a hacer por la tarde, que si ya estaba libre, "no, mira, tengo a las niñas con su academia y el gimnasio, y limpiar y eso, pero por qué le estoy contando mi vida a esta persona???". Fue algo absolutamente traumático pues me estaban incordiando justamente en la zona más de confort de todas mis zonas de confort, ahí donde siempre había sido feliz, y además con un uniforme que para mí representaba todos los valores del Mercadona. Una aberración.

Total, durante unas semanas pensé en cómo evitarlo así que mandé a vuestro padre a comprar, que fue cuando descubrió los packs de cervezas. Pero claro me puso triste no poder ir yo misma. Así que os llevé a las dos como escudos humanos. Gracias a Dios no ha vuelto a suceder nada. Fue una confusión. Puede que malinterpretara su "amabilidad". Pero juro por San Homobono que no volveré a ponerme en la caja de Julio, y que me mantendré en todo momento a una distancia prudencial del muchacho para que nadie se imagine cosas raras. Ahora bien, nunca dejaré de ir al Mercadona.

Se nota que he ido hoy, ¿verdad? Y que ha sido mi momento feliz del día. Seeeh. Mercadoooona, Mercadona. (dichosa canción).

I love you mis niñas. Mami está loca. 


lunes, 22 de octubre de 2018

Lundi

Los antiguos augures de Roma me habrían vaticinado un lunes regular después de tirarme media hora persiguiendo contenedores de Cáritas por todo El Toyo para soltar la ropa que me ha quedado grande. Tres de tres. Llenos hasta los topes. En uno incluso un viejo tenis Adidas bloqueaba la puerta. Y mañana teniendo que ir al Mercadona. ¿Dónde voy a meter las 18 botellas de agua con los dos bolsones de Ikea a rebosar de ropa? ¡Que ahora que los tengo dentro no los voy a sacar otra vez fuera! Qué estrés. A lo mejor es una señal divina del cielo de que no puedo donar mis vaqueros Mango de la 42 porque los voy a necesitar de nuevo. 
Qué espanto. 
Y es que... 
No sé si puedo confesar algo así. 
Porque no es la primera vez que me ocurre en este largo proceso, aunque siempre supone el mismo terror ingénito a volver a lo de antes.
¡¡Síiiiiiii!! ¡¡Aayyy!!
He engordado un kilo. 
¡¡Es lo peoooor!!
¿Ya está? ¿El sueño de parecer una barbie pija se acabó? ¿De codearme con las flacas? ¿De probarme ropa de adolescentes? ¿Volveré a ser la de antes? 
Claro que es lo que tiene irse de puente con la familia, tres kilos de bizcocho casero de la Tahona, un millón de quintos de cerveza Estrella Levante en oferta en el Carrefour y que tu madre lo cocine todo con tocino. ¿Asado al horno de leña? Con mucho tocino. ¿Arroz a la lumbre? Como no, con tocino. Es como si hubiera intentado inyectarme en vena la grasa que he perdido. Entiendo que para la familia, después de 40 y pico años, el que yo haya pasado a ser la flaca ha supuesto un golpe bajo y es posible que me haya cargado el orden divino. Pero me niego en rotundo a cumplir con los designios de mi madre. 
Así que llevo desde el viernes pasando hambre. A base de bíceps, he logrado meter la bolsa Ikea que contenía los dichosos vaqueros en  uno de los contenedores. Ya está. Hecho. Ya no puedo engordar más si no quiero hacer el ridículo más espantoso llevando unos pantalones demasiado pequeños, como en esas fotos de gente embutida en leggings minúsculos que cuelgan en el facebook.
Y no llamo a Cáritas para quejarme de que ya ni una buena obra puede hacer una, no vaya a ser que me pidan que les lleve yo misma la ropa, que en Cáritas siempre están lampando (o como dicen en mi casa, ampando) por gente que eche una mano. 
Llevo con esta sufrimiento desde el viernes que fue cuando me pesé en el peso oficial de los viernes (por 20 céntimos te dicen tu PI, tu IGC y también tu IMG) y se me cayó el universo encima. 
Mientras empujo la bolsa para dentro, de pronto recuerdo que sólo me he traído dos mandarinas para desayunar y que puede que sea poco, sobre todo si el lunes resulta ser una mierda y necesito ingerir más calorías para aguantarlo. Compruebo lo que temía y es que efectivamente sólo llevo unos céntimos. Y en la cantina no tienen más manía que calentar las cañas de chocolate al horno. ¿Sabéis cómo huelen los pasillos? Pero no, resistiré, resistiré porque tengo un propósito que es llegar a mi cumpleaños con ese kilo menos. Así que habrá que saborear las mandarinas y pensar en otra cosa. Hoy de comer, gurullos. Pero sin pasarse que después en el gym no hay quién levante el culo. Total, solo tengo guardia de recreo precisamente en la cantina, para controlar que los chicos no se descontrolen y ver pasar ante mis ojos unos doscientos alumnos y alumnas y sus paninis de atún y sus bocadillos de jamón serrano y de tortilla y sus cañas de chocolate. Y yo con mis dos mandarinas.
Hay que ver los obstáculos que te pone la vida a veces. Ay. 

martes, 16 de octubre de 2018

La metáfora del gato y de la cuchara II

El caso es que la niña trajo ayer tarea. Mucha tarea. De lengua, sociales y mates. Algo de una criba del atóstenes, cuatro preguntas resúmenes del tema  de los trogloditas y ejercicios de lengua. Porque hay dos clases de profes. Los que anualmente optamos al título del más popular y "les enfoirés"que mandan millón y medio de tarea todos los días, no vaya a ser que a los angelicos se les olvide la cara que tienen. Vamos a ver señores. Y ahora, ¿cómo compagino todo esto con las clases en el conservatorio, el ballet, el inglés, el chino y el curso de programación? Que me lo expliquen. 

Total, después de comer, la niña se sienta en la cocina (gástate un pastizal en un trendy office del Ikea para que acaben haciendo los deberes en la cocina) desde donde a voces nos va preguntando sus cosas de lengua. Que si comparación, que si hipérbole, y ahí es donde surge la gran pregunta de la tarde. "Decidme una metáfora con un gato y una cuchara". Medio atontada en el sofá del salón, mi cabeza empieza a darle vueltas al gato y a la cuchara. Una metáfora, hasta donde yo recuerdo, es una comparación sin nexo. pero ya no recuerdo cómo se hacía. Cojo el móvil y busco en el chrome, ejemplos de metáforas

Tus ojos son dos luceros. 

Mi gato es una cuchara. La cuchara es un gato. WTF. Pienso en el gato y en el lugar en el que puedo encajarle una cuchara. Mae mía, ni al que aso la manteca. Pienso en las circunstancias que llevan a un ser a concebir semejante enunciado de un ejercicio. Venga, en serio. 
- Nena, ¿te vale lo de "quiero ser el gato que lama tu cuchara"?
- Pero ¿cómo va a poner eso?
- Dime tú alguna, listo.
- Mi gato tiene cola de cuchara.
- ¿Y cómo es una cola en forma de cuchara?
- Pues con la punta más ancha y aplastada.
- O sea que tu gato es un castor.
- mejor dicho, un ornitorrinco. 
- Me quedo con lo de "quiero ser el gato que lama tu cuchara". Nena, ponlo.
-¡Mamá!
- Eso no lo puede poner.
- A ver y esto. Se comió el bizcocho de la forma en la que un gato lame una cuchara... Mierda, esta tampoco vale, que es una comparación... Pon lo de la cola en forma de cuchara.

PD: Sí, claro que lo busqué en internet. Y ¡ô sorpresa! Hay en google 81.400 resultados sobre la metáfora del gato y de la cuchara. Pero ninguna respuesta parafraseable. Hay que joderse. Que está en Primero de la ESO, no haciendo un máster en estudios hispánicos. Deseandico estoy de que llegue la niña hoy para preguntarle cuál ha sido la solución de la seño. Que espero que tenga una y convincente y no copiada del rincón del vago. Porque si no vamos a solicitar una entrevista para saber el propósito de la metáfora. Que la dichosa metáfora me ha costado  una siesta y dos entradas del blog. 

Que pasen un buen día. 


lunes, 15 de octubre de 2018

La metáfora del gato y de la cuchara I

Sí. 

En un mundo paralelo al de los profes, al otro lado del espejo, está el mundo de los creadores de libros de texto. Y sabedores de que detentan la llave para destruir nuestro universo, lo que por ende los hace intocables, de vez en cuando se permiten gastarnos alguna que otra broma. Una frase soltada al azar en una página aleatoria. Un ejercicio inconexo. Algo que incluso a veces pasa desapercibido. Aunque otras veces no.

Siempre que me dejan a mí, la abuela cebolleta de la asignatura de francés, contar mis historietas, rememoro aquel episodio de los pronombres personales COD. Ay Marie Palomino. Cuántas veces te he nombrado. Clase de 3º de la ESO del 2008, un montón de niños y niñas efervescentes, aquel ejercicio no revestía demasiada dificultad. 

Remplacer le complément d'objet direct par un pronom:
frase 1
frase 2
frase 3
frase 4
Mon lapin mange la pizza. -> Mon lapin la mange.

En plena explicación sobre la pronominalización, traduzco sin prestar mucha atención las frases conforme se corrigen, y en cuanto oigo las primeras risotadas ahogadas, caigo en la cuenta de lo que acabo de decir. Mi conejo come la pizza. Mi conejo la come. 

Sí. En un segundo, había perdido la pronominalización y a los niños para siempre. Gracias, Marie Palomino, por esas risas que nos echamos, y porque por más que me matara viva explicando y contando y desgranando todo lo que sabía de Francia y de la bella lengua gala, aquellos alumnos se acordarían siempre de mí porque mi conejo comía pizza. 


domingo, 14 de octubre de 2018

Onírico


Micropensamientos de la mañana de un jueves prepuente

♩♫♪♬Yo no me llamo Javier Yo no me llamo Javier ♩♫♪♬ 
 ¡¡Ahí va la leche si esta canción me suena, si yo la escuchaba en el reservado del Roque!! ¿Rock Fm? ¡No! ¡Qué va! ¡Si es Sí FM!♩♫♪♬Deja ya de joder Yo no me llamo Javier Yo no me llamo Javier Deja ya de joder♩♫♪♬ Aunque la recordaba más movidita, más roquera, el Javier ese parece que está empanao. En fin. Eso sí era música y no la mierda que ponen ahora en la Gozadera.

Crisis del virus finalizada después de mantenernos secuestrados cinco días. La próxima vez que tengáis una crisis existencial, recordad que hay un puto virus cuyo único propósito vital es el de provocar diarrea.

De los creadores almerienses de la semana de puente de la Inmaculada en el 2016, (nueve días de puente escolar, sí, quince días antes de Navidad, sí, del 3 al 11 de diciembre, y los padres trabajadores muy felices, también) vienen los días extraordinarios temporada 18/19 de los maestros, como hoy 11 de octubre, donde sólo los maestros hacen puente. Ffff...

Desde que peso 58 kilos y tengo abdominales, me he dado cuenta de que me cuesta reír y que el ingenio que me gastaba ya no me sale tan naturalmente. Una de dos, o ya no necesito hacerme la graciosa, o existe una correlación directa entre la ingesta de hidratos de carbono y el fino arte del humor y de la ironía. 

Puente o no puente, el jueves sigue siendo mi peor día de la semana y hasta las 3 de la tarde no habrá nada que lo mejore.

sábado, 6 de octubre de 2018

Extraordinario

¿Qué es lo que sucede una vez al año??? (Yo con emoción anoche)

Las Perseidas, no te jode...

Nooooops! Una vez al año, me dejan una noche para mí sola. (Yo de nuevo ilusionada anoche

Yes!!! Y ahora mismo, estoy absolutamente tipsy!! Que lo de tipsy es un eufemismo que aprendí en Irlanda cuando alardeaban de estar tipsy después de haberse tomado tres pintas de cerveza de lata  tibias antes de las siete de la tarde, en plena calle.  (Yo completamente borracha después de un tercio y una copa de vino)

(Y hasta aquí lo único que conseguí escribir en toda la noche)


Hoy, al levantarme a las 8:30 he recordado en lo que gasté mi noche a solas y tengo un cabreo encima.
No, no salí, que podría haberlo hecho y haberme pegado una gran juerga y haber vuelto a la hora que me hubiese dado la gana y despertarme a las tantas. Ja ja ja. Estoy de broma. No quiero imaginar los titulares en la Voz del Barrio al día siguiente.

U organizar una soirée gourmet in my house, invitar a unas mamis igual de desesperadas que yo por tener un ratito a solas y habernos puesto finas a base de vino y queso. Pero no, tampoco hubo soirée. Esas cosas como no se cree el grupo de Whatsapp consiguiente con al menos un trimestre de antelación y se dispensen las autorizaciones pertinentes a las familias, así, contando con sólo 48 horas para organizarlo, improvisando y a lo loco, no es factible.

Buueeno, podría haber pedido un combo sushi de luxe y un trozo de cheese cake y haber visto unos cuantos clásicos de esos que sólo me gustan a mí.

Pero tampoco.

En su lugar, un resto de guacamole, una ensalada con beicon, nueces y pasas, y queso. Y nada de pelis, no. Cuatro capítulos seguidos de la última serie para adolescentes de Netflix, e incluso del entusiasmo y de la emoción, me he parado a darle a "me gusta". Y ni siquiera un chupito de tequila. No. En su lugar, la he emprendido a cucharillazos con el bote de virutas de chocolate que mi mayor echa al yogur. Hasta que me ha entrado el sueño y me he ido a la cama antes de la 1. Así he pasado mi noche sola. Extraordinario. Sí. Podéis llamarme patética.

En fin.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Un martes cualquiera

-que fue cuando empecé a escribir esto, y ya estamos a miércoles. Y mañana jueves. Sin duda mi peor día de la semana. Tres horas seguidas con mis terroristas es lo que tiene.

Los he contado. Para saber cuánto tiempo va a durar mi suplicio y poder organizarme. Me quedan 32 martes y miércoles por delante. "32 no son tantos", escribió mientras su cara se inundaba de lágrimas.

Planear las comidas para que sean sanas y equilibradas, coeducación, llamar al comedor para decir que la niña hoy tampoco va a ir, ir al Mercadona, redactar las actas del departamento y de la coordinación de área y subirlas al séneca, las clases, que un niño te llame loca y echarle paciencia, seguir dando clase con normalidad, volver a casa, asar el filete de hígado, comerlo, fregar los platos, corregir la pruebas de nivel, programar las unidades, consultar manuales sobre la doma de niños de doce años, ir un ratito al gimnasio para relajar tensiones, pensar en los disfraces de Halloween, hacer la lista de lo del finde en la sierra, cambiar la programación y mandarla para lo del currículo integrado de las lenguas, escribir al tío de los vídeos para decirle que este año no habrá vídeos- 

Y eso de que conforme los niños van creciendo te van necesitando menos es un fraude. ¡Bullshit!  No os vayáis a embarcar en esto pensando que es cuestión de unos diez años. Desde que me levanto hasta que me acuesto, todo gira en torno a esas dos encantadoras criaturas y sus requerimientos. No soy sólo la madre, soy la moza, la chica de los recados, la peluquera, la chófer, la cocinera, la criada, la camarera, la lavaplatos, la dietista, la consejera, la educadora, la protectora, la que levanta, la que acuesta, la que elige la ropa, la que la plancha, la que escucha, la que acompaña, la que regaña, la que sube y baja a por las cosas que se olvidan, la que decide, la que dirime, la que dice que de acuerdo, la que dice categóricamente no y la que dice basta. La que lee los cuentos de terror en las noches de octubre. 

Y mi mal humor no sería tal si al volver de todo, pensando en esa media hora en la que por fin sentarme en el sofá a no hacer nada, me he acordado de pronto de que tenía que hacer las lentejas de mañana.

Pos ya está. Que Cervantes no habría escrito una mierda de haber sido mamá y trabajadora. Voy a ver cinco minutos de algún programa de asesinatos antes de quedarme sopa. Hala.

lunes, 1 de octubre de 2018

Baudelaire

Si fue porque el Candy Crush me tuvo secuestrada, si fueron las fluctuaciones de mi peso o los cambios drásticos experimentados en este período, nadie sabrá nunca con exactitud por qué un día enmudecí y dejé de escribir. Sin embargo, eso no quiere decir que durante los tres años de mi silencio, no ocurrieron cosas, cienes y cienes, algunas olvidadas para siempre, y otras que me gustaría recordar.

Lo único que me llevó a embarcarme en un crucero fue ver con mis propios ojos las ruinas de Pompeya. De la misma manera, me hice la promesa hace décadas de que la próxima vez que viajara a París, visitaría su tumba. Yo soy así de dramática y de peliculera. 

Fue antes del almuerzo. Estaba nublo. La tropa nos despedimos a las puertas del Panthéon y yo emprendí la marcha hacia el cementerio de Montparnasse. Disponía de un par  de horas para encontrarlo. De haber tenido roaming, supongo que no me habría puesto nerviosa. Pero no contaba ni con gps ni con internet y sí con mi épico sentido de la desorientación y la fotocopia de un mapa. Así que mientras andaba a paso rápido, notaba el corazón batir muy fuerte porque era de esas dos o tres cosas que había deseado hacer desde siempre y si a la hora y media de mi búqueda, no lo encontraba, habría de volver con las manos vacías y el corazón partío. 

Siempre había creído hasta hace unos años, cuando les pedí a mis hermanos que buscaran su tumba y no la encontraron, que estaba enterrado en el cementerio del Père Lachaise. Pero no. Su cuerpo está enterrado en el cementerio de Montparnasse. No sé cómo lo hice sin perderme, de hecho, tuve la tentación en un par de ocasiones de darme por vencida y volver. ¿Sabéis lo que es ir andando y no reconocer ni un solo nombre de calle?? Pero seguí adelante y luego crucé dos calles y me encontré con un recinto recubierto de hiedra por fuera en una calle vulgar, todo alrededor del cementerio, al menos por la entrada que yo tomé era vulgar. Nada daba a entender que ahí estaba él. Es que no creo siquiera que esa fuera la entrada principal, sino una lateral, casi de servicio. Pero me daba igual, estaba por fin dentro del cementerio, un poco más cerca de su tumba. Claro. No sé cómo no me eché a llorar. Ahí, delante de mí, tenía un laberinto de alamedas y de tumbas apiñadas. Se me cayó el alma a los pies. El reloj seguía con su tictac, y encontrar su tumba me sería tan fácil como encontrar una aguja en un pajar. 

No sé cómo fue. No sé cómo lo logré. Si había indicaciones o lo tenía puesto en el mapa. Sé que lo conseguí y que de pronto estaba ahí a mis pies. Y ya había visto fotos de su tumba, pero pasa tan desapercibida en la maraña de sepulturas, es tan insignificante, y no entiendo por qué el mayor poeta de todos los tiempos no tiene un mausoleo del tamaño de un castillo dedicado a él solo. Dos personas se encontraban allí, admirando su tumba, vanagloriándose por su hallazgo, igual que lo habría hecho yo de haber ido acompañada. Esperé pacientemente a que se echaran las fotos preceptivas y poder estar a solas con él. Recuerdo que me senté  y supongo que le estuve hablando de lo que me había llevado hasta ahí. Fueron minutos, sólo minutos. Aún hoy me queda el sabor amargo del pesar al pensar que no volveré a su tumba, a estar cerca de él por un rato y hablarle y contarle lo que él me hizo. 

Así que creo que algún día, tranquilamente, volveré. 







jueves, 27 de septiembre de 2018

El día que un unicornio se me cagó encima

Viernes tarde noche. En lugar de estar medio desnuda y tirada en mi sofá, recuperándome de todos los sinsabores y estragos de la semana, buscando algo que ver en el Netflix mientras preparo alguna entrada, aquí estoy, sentada en casa ajena, vestida, e intentando ser lo más cordial y agradable posible porque mi niñita se ha empeñado en ir a casa de su amiguita a hacer slim de purpurina rosa. He prometido a la madre que nos iremos pronto pues yo en esas condiciones, no me gustaría recibir visita en mi casa. El viernes a partir de las 19:15 es sagrado de siempre, es mi momento de la semana, y esta mengaja se lo ha apropiado. Para variar. Mientras conversamos animadamente, veo con espanto cómo mi niñita acaba de dejar el bote de purpurina encima de la mesita de cristal inmaculada justo en frente de mí, y como todos los que han convivido con botes de purpurina saben, los botes de purpurina los carga el diablo. Así que en medio segundo agarro el bote y lo meto en el bolso sin que nadie se haya percatado del desastre que se podría haber desatado.

Lunes. 9:15 de la mañana. El peor momento de la semana. Un lunes más no me ha quedado más remedio que llegarme hasta el instituto. Meto la mano en el bolso, saco las llaves, horror, esto ¿qué mierda es? ¡La purpurina! Llevo las manos, las llaves, todo lleno de purpurina rosa. Entro en el instituto como si hubiese agarrado un mojón, firmo, y enfilo hacia el cuarto de baño.

Martes por la mañana. Cuarenta minutos antes de la hora H. Un cuarto de hora para llevar a la niñita a la puerta del cole. La hora mágica de las ideas brillantes. Ya me he lavado los dientes, lavado la cara, echado la crema hidratante Biotherm para la cara y la del Mercadona para el escote y cuello, hoy me he puesto mi vestido largo de tirantes, voy con escotazo, y me acuerdo de la purpurina. Extraigo con precisión quirúrgica el bote de la purpurina y compruebo con espanto que está casi vacío. No me queda más remedio que vaciar el bolsillo contaminado. Llevo el bolso hasta el servicio, sacudo el bolsillo encima de la taza del váter y ahí es cuando la purpurina en un acto desesperado ¡se levanta en una nube y se esparce por todos lados! El váter es rosa. La tasa del váter es rosa. El bolso es rosa. Todo a mi alrededor es brillante y rosa. Llamada desesperada a la niña para que aprecie la que he liado (cuándo va a ver otra vez un váter de agua rosa y brillosa) y soplido espontáneo e inconsciente al bolso. Ipso facto la purpurina del bolso vuela por los aires hasta depositarse en mi escote, mi pelo y parte de la cara. 

No hay nada que quite la purpurina. Excepto meterse en la ducha. Quedan cinco minutos. Sólo puedo hacer una cosa: ignorar la purpurina.
Lo malo fue que por mucho que ignorara el hecho de que brillaba más que un pino en Navidad, nadie  más ignoró lo resplandeciente que iba. Aquel día, corrieron varias versiones de los hechos. La real, claro, que fue la que yo di. La de que por las noches trabajo como drag queen en algún antro de la costa. La de que tuve un encuentro con un unicornio y este se me cagó encima. O la más creíble, después de todo un año insistiendo a mis alumnos en lo bonito que quedan sus trabajos cuando van aderezados con purpurina, que aquella mañana, en un renuncio, me eché voluntariamente el bote de purpurina por encima y me fui tan ricamente para el instituto. Lo normal. 




(A día de hoy, sólo me quedan residuos. A quien se le ocurre señalármelo, gruño. Este año, no pediré purpurina en los trabajos)




En la media

RAP: Remarkably Average Parenting

En mi transición hacia una versión mejorada de mí misma decidí-

No, para nada. No recuerdo nada de lo que precedió el momento en el que me vi postulando para ser admitida en el grupo cerrado de Facebook: Remarkably Average Parenting. Tenía que contestar a una serie de preguntas en americano sobre mi condición de madre y lo que esperaba que el grupo me aportase. No sin cierto nerviosismo mandé mi solicitud y aguardé con tensión el momento en el que recibiría mi admisión o una negativa: afortunadamente, no esperé mucho para convertirme en una más de los 5178 padres y madres americanos/nas que comparten sus issues (asuntos) relacionados con la crianza de sus niños/ñas.

En esas tres palabras Remarkably Average Parenting subyace el genial humor de su creadora, Ilana Wiles. Parenting, literalmente el trabajo de criar a los hijos/jas, remarkably extraordinariamente, average en la media.

En este grupo, a veces nos reímos de los Above Average Parents. Los AAPs. Los que están muy por encima de la media. Pero es fruto de la envidia y la frustración que sentimos porque podríamos haberlo hecho mejor si nos hubiésemos esforzado un poquito. Sólo nuestra vagancia y nuestra dejadez han truncado las posibilidades de nuestros hijos/jas de convertirse en VIPs (very important people). 
"Oin, ¿tus hijas no saben francés???"
"No, no he enseñado a mis hijas a hablar francés. En toda su infancia no me he sentado ni un minuto a enseñarles francés. Ya, lo sé, hay niños que gracias al bien hacer de sus AAPs ya deberían estar trabajando en la ONU, actuando en el Bolshoi y compitiendo en las olimpiadas, todo eso lo sé, pero yo sólo soy una pobre RAP, ¡ay!".

Sí, me confieso. estamos en la media, y no es que no lo hayamos hecho perfecto, es que a veces ni siquiera lo hemos intentado, y deberíamos estar ahora entonando el mea culpa y flagelándonos así, los unos a los otros, pero admitámoslo, hay momentos en los que esto de criar es una auténtica locura.
Eso sí, que nadie dude jamás de cuánto queremos a nuestros/tras hijos/jas (y a esa copa de vino del viernes noche también).

domingo, 23 de septiembre de 2018

El Cabo

Conforme voy cumpliendo años, me cuesta más y más disimular el hastío que me provocan esos personajes que como moscas cojoneras, esputan a diestro y siniestro el veneno que desprenden sus palabras. Fue una de estas personajas la que pareció sorprenderse muchísimo de que no tuviera intención de concursar para venir a trabajar a esta localidad. No fue un "Ah, ¿y por qué no quieres irte a tu pueblo?" sino más un "Pues anda que preferir coger el coche todas las mañanas a irte a tu pueblo" y además con cara de asco, oiga. Y a ti, ¿qué mierda te importa? Pero bueno, en esos casos es mejor dar la callada, supongo. 


Yo tengo mis motivos. Lo que no iba a decirle, porque no lo habría entendido tampoco (a la gente que escupe veneno no le interesan las trivialidades), es que todas las mañanas, al pasar la salida de la Cañada, tras una curva, de pronto surge a lo lejos el Cabo de Gata. La visión tan sólo dura unos minutos, en cuanto llego a la rotonda del Alquián, desaparece tras el Toyo, y no hay día que no tenga la tentación de pararme en mitad de la autovía a echarle una foto y enseñar al mundo entero el espectáculo que se despliega ante mí cada mañana.
Juro que no ha habido dos mañanas iguales. No ha habido amanecer que imitara el anterior, no ha habido dos juegos iguales de luces del sol cuando a esas horas espabila. Hay mañanas que se pintan de rosicler y otras de color de las tormentas. Hay mañanas en las que el Cabo me ha dejado sin habla y sin respiración con su espejo de aguas quietas reflejando los rayos dorados del sol y de la luna y tentándome a dejarlo todo para quedarme en su orilla. Y en cambio hay días en que el Cabo está triste y hay días en los que está de morros. El viernes, se escondió detrás de una densa bruma y sólo me quedó imaginar su contorno tras la opacidad de la niebla. Y es que ya conozco su silueta, puedo dibujar la curvatura de sus picos con el dedo en el aire, he aprendido su perfil de memoria a lo largo de estos años.

Y mañana, ahí estará de nuevo, durante unos minutos, dándole la bienvenida a un nuevo día, borrando un poco el tedio de otro lunes.  



miércoles, 19 de septiembre de 2018

Las leyes de Newton. Acción Reacción (II)

- Bueno, vamos a ver, Rosa. ¿Qué quieres conseguir?
- Convertirme en una sílfide. Definitivamente. 
-...
-Perder peso.
-...
-¿Cinco kilos? ¿Bajar de 70 kilos? ¿Un milagro?

La mirada al otro lado está intentando hallar la respuesta real perforando mi córtex a través de los ojos que instintivamente entorno. ¿Qué es lo que busco conseguir? No sé si ha logrado una respuesta pero de pronto la mirada pierde su intensidad y salgo de la hipnosis.  

-¿En qué trabajas Rosa?
Desde el minuto uno soy Rosa. La voz es potente, de mando militar, enérgica, fuerte y segura. Ronca, muy ronca. Impone. 

- Soy profesora de francés.
Si pretendía con ello impresionarlo, me he equivocado de pe a pa. La respuesta correcta era "albañil".

- Me habría gustado estudiar idiomas, me gustan los idiomas... ¿Y qué comes Rosa? ¿Qué has comido hoy?
Le relato con todo lujo de detalles lo que suelo ingerir a lo largo del día, desde mi tostada de sobrasada de buena mañana, las galletas Digestive con chocolate del recreo para darme energía, que necesito mucha porque ya sabemos cómo son los niños, mi plato de comida "casera" a mediodía porque en mi casa se come muy sano, eso sí, "NO MERIENDO" recalco, y por la noche, lo típico son las ensaladas de tomate, con algo de aceite de oliva extra virgen (lo que ahora se denomina AOVE) para mojar un poco el pan y queso, que una no puede renunciar a sus orígenes franceses y un yogur por lo de los bacilos y eso. Y normalmente una cerveza suele caer. O un vasico de vino. Pero nada de cubatas que no me gustan los alcoholes refinados. O sea que no como tanto como para estar como estoy. Y menos ahora que voy al gimnasio y hago mucho ejercicio (para prueba le saco todos mis papelitos de series y ejercicios). Mi tono puede sonar un pelín condescendiente pero sé que no he hecho nada malo para estar como estoy. Al contrario, demasiado me privo. 

- Vamos a ver Rosa. Tienes la dieta de un tío que trabaja en un andamio-
Trago saliva
- Con tu nivel de actividad estás comiendo el doble de lo que gastas. 
O sea que, deduzco que, otro trago de saliva
- ¿Y estos papelitos qué son? ¿Quién te ha mandado hacer estos ejercicios? Estos ejercicios no sirven para nada.

Suspiro.
No diré nada por aquí de lo que me mandó hacer o comer o de lo que me contó porque no me parecería ni ético ni legal. Durante meses, me pesé religiosamente cada ocho días. La primera semana, perdí un kilo y medio, y me sentí muy orgullosa de mí misma, y subí el peso a la web de Víctor. Pero al rato, el mensaje que me mandó me acojonó un poco y me desanimó y era casi tiránico. Para nada el mensaje estimulante que esperaba. Pero yo seguí haciendo lo que me decía que tenía que hacer. Cuando bajé de 70 kilos, no me lo podía creer. Llevaba tres años intentándolo. Cada nuevo logro me parecía increíble. Y ahora, nueve meses después, y diecisiete kilos menos, me doy cuenta de que aquella primera pérdida era sólo el principio de un largo recorrido, el primer hito. Y he vuelto a sentirme cómoda conmigo misma. Y por ello le doy las gracias a él y le felicito por el método.

Con esto, acabo este pequeño repaso a las leyes de Newton ;). 
Aunque sigo teniendo millones de anécdotas que contar de mi aventura en el gym. Como de tantas otra cosas. XD

Good night!!

lunes, 17 de septiembre de 2018

Micropensamientos del primer lunes

¡No pongas el intermitente so subnormal!

Sí, vale, no podría ir más corta y apretada. Pero no sé de otra manera de mostrar mi cuerpo, y no me he estado machacando en el gimnasio todo el verano para esconderlo. Debo enseñarlo. Enseñarlo me anima.

Uy, pues mira qué bien que ya hayan mandado a los cuatro sustitutos que faltaban porque no tendremos que cubrir cuatro bajas ya la primera semana,  pero no tengo ánimo para presentaciones. Ya si eso me presentaré mañana, o pasado. O pfff. Pronto. Beee.

He dormido poco, torturando mi mente con el pensamiento de todos estos niños nuevos y pequeños y llenos de energía de primero, y de cómo procurar no bajar la guardia para que no revienten las clases y que no se me suban a la chepa,  con sus preguntas impertinentes, y  esa insoportable familiaridad, vamos a ver, no nos conocemos de nada, ¿a qué viene eso? Y tener que volver a repetirlo todo una vez más, y ya van veinte años... rrr....

¿Se le puede poner cinco guardias a una persona? Porque le acaban de poner cinco guardias a mi hermana. Dentro de mi drama personal, puedo llorar por un ojo.

¿Pues no me he mareado contando libros? Pero si en junio estaban todos, ¿por qué ahora faltan libros? Me estoy mareando y sólo he hecho el recuento de los de primero y todavía me quedan segundo, tercero y cuarto. Gggg... Voy a sentarme.

Mi marido no ha contestado a ninguna de las treinta preguntas que le he formulado a las 9:14 sobre la niña que empieza este año el instituto. No lo entiendo. ¿Le habrá pasado algo? ¿Estará trabajando?

Lunes y le acabo de cambiar la guardia de recreo de hoy por la del jueves a Óscar. ¿Yo soy imbécil? ¿De guardia de recreo ya el primer día? Están solo los niños de primero, y aún así me deprimen tanto. Pero ¿por qué se cuelgan de las porterías como si fueran monos? ¿Y se les caen encima y les dan en la cabeza y los matan? Pero ¡vamos a ver! ¿Es que nadie más lo está viendo? Brrr....

175 días para el verano. Ssss.

Ya me he cruzado con los nuevos cuatro veces. Digo yo que si yo estaba aquí antes, ¿no deberían presentarse ellos primero? Son jóvenes, llenos de energía y de la ilusión de los primeros años, ¡deberían estar pletóricos! Yo no.

He dado una hora y estoy agotada. Y tengo hambre. Menos mal que por fin toca irse para casa.

Otro cara polla que no sabe usar el intermitente. ¡Qué plaga, qué plaga!

Debe haber una forma de no volver mañana. ¡Pero ¿cuál?!



Y estos fueron algunos de los micropensamientos  de una profe cualquiera  en el primer lunes lectivo del curso 2018/2019. ;P
¡¡Cómo me gustarán estas chorradas!! XD



domingo, 16 de septiembre de 2018

Las leyes de Newton. Acción Reacción (I)

Durante meses, me fui adaptando, acostumbrando, mimetizando con el entorno hasta convertirme en una usuaria más del gimnasio. Ya conocía a los más asiduos, a los monitores, a los jefes, estaba familiarizada con las máquinas que me servían y con las que me eran totalmente inútiles. No perdía peso, apenas un par de kilos, eso también era cierto, pero lo compensaba el hecho de que cada vez me alejaba más de la zona de los "torpes anti-deportivos" adquiriendo habilidad, destreza y resistencia. 

Una tarde apareció Mari Carmen, una mamá del grupo de mi hija, por el mostrador del gimnasio. Había aprovechado la hora de inglés de la niña para venir a informarse. A todo eso no os he comentado que las niñas hacían la Primera Comunión en mayo. Los más avispados lo habrán captado.

Venía a informarse de lo que ofrecía el gimnasio para ponerse en forma y perder peso. Le explicaron que Víctor la vería, estudiaría su caso, le pondría una dieta y una tabla de ejercicios. El precio era irrisorio y los resultados espectaculares a juzgar por las fotos que nos estaban enseñando (yo en ese momento ya estaba pegadita a ella y seguía atentamente todas las explicaciones) de cambios increíbles como los que salían en "Mi vida con 300 kilos", "Mi familia pesa una tonelada" "Cambio radical: perdiendo peso" y demás programas del DKiss. Pero aún así ella no se decidía y mientras más le explicaban en qué consistía todo, más se me dilataban las pupilas, y de repente me oí a lo lejos decir "apúntanos a las dos. Vamos a hacerlo". No, no tenía otra opción, eso era exactamente lo que había estado buscando y no podía dejar escapar la ocasión de al menos intentarlo. Así que nos dieron cita a las dos para la semana siguiente, una a las 18:30 y la otra a las 19:00 para que analizara nuestro caso el famoso Víctor  del que ya había oído hablar a otras madres sin saber muy bien si era real o si era un mito y que además estaba en este mismo gimnasio.

Pero esa no fue la cita en la que conocí a Víctor. ¿El motivo? Cuando eran ya las 19:50 y la cosa no tenía visos de acabar, toqué a la puerta de la consulta y les dije a los dos (y fue la primera vez que supe quién era Víctor) que no podía esperar más y que pediría cita para otro momento. Sí, fue uno de esos momentos en los que mi macrofobia salió a flote, y como tantas otras veces, perdí el control y me largué. Pero no sin antes pedir cita para otro día.

Y ese día llegaría pronto. El 23 de enero de 2018. El día en el que Víctor se hizo cargo de mi caso. A partir de ese día, el nombre de Víctor se convertiría en "Trending Topic" de mi cotidiano y yo en una más de sus seguidores y defensores de su culto pues no en vano sería el artífice del cambio físico más increíble que he experimentado en mi vida.




sábado, 15 de septiembre de 2018

las leyes de Newton. Fuerza (III)

Cardio y fuerza.

Cumplir con la parte de cardio es lo más sencillo: se trata de alternar el trabajo en la cinta con la elíptica y hacer kilómetros. Nunca me había montado ni en una ni en otra y hasta la fecha, no ha habido ni una sola vez que al montarme a la cinta, no haya imaginado que protagonizaba uno de esos vídeos de youtube donde la gente se escoña. Así que siempre que me subo, tengo que controlar mis ganas de tropezar. Empecé suave, tan suave como andar todos los días 30 minutos a una velocidad media de 6 km/h durante semanas. A ambos lados, hay gente atlética que corre, que suda, con más fondo del que tendré jamás, pero no me preocupa, me conformo con que nadie repare en mí y me deje ir a mi ritmo. 

En cuanto a la fuerza, con paciencia, mi marido me rellenó un montón de papelitos con series de ejercicios. Cuatro series de veinte, cuatro series de quince, alternando las series de una rutina que consiste básicamente en dedicar cada sesión a una parte distinta de la anatomía, el primer día bíceps y pecho, el segundo tríceps y espalda, el tercero piernas y hombros, y vuelta al primero. Cada parte del cuerpo tiene un tiempo de reposo para generar músculo. Al hacer ejercicios de fuerza, se rompen las fibras musculares, y las células crean más fibras musculares para reparar esas roturas. Así es como crecen los músculos.

Durante meses me dediqué a subirme a máquinas que había visto en la tele pero que nunca pensé que acabaría usando un día. Ahí estaba yo haciendo pecho en un press de pecho, o haciendo piernas en un press de piernas, o tirando de las poleas altas a veces para tríceps y otras para dorsales, o de poleas bajas para bíceps, cogiendo pesas a pares, de dos kilos para los hombros, o de cinco para los bíceps, siempre con mis papelitos y mi toalla de un lado para otro. Sólo ha habido una máquina que no he conseguido entender (dados mis antecedentes, nada de qué extrañarse): la máquina de abdominal crunch. Pero hice buen uso de todas las demás.

De esos primeros meses, saqué varias enseñanzas. Primero y fundamental, la gente que va al gimnasio no es tan tonta ni tan superficial. Y no lo digo porque vaya yo. Puede que unos sean más vanidosos que otros, que haya gente fanfarrona, pero por lo general es gente que sólo pretende estar a gusto consigo misma y no veo cómo eso puede suponerle un problema a nadie. Además, el sacrificio es muy grande, uno no amanece un día con un cuerpo escultural y sano. Requiere de mucho sacrificio. Así que  RESPECT.
Segundo, hay muchas mujeres de mi edad que se resisten a ir al gimnasio porque creen que van a ser objeto de burla por parte de los demás. Craso error. Nadie se fija en los demás porque están todos pendientes de ellos mismos. En los espejos que cubren todas las paredes del gym, sólo se ve a gente mirándose a sí misma. que el camuflaje ayuda a sentirse igual a todas las demás, es cierto. Pero llega un momento en que te das cuenta de que todo eran imaginaciones tuyas y de que nadie está pendiente de tus michelines, de lo que estés haciendo, de si sudas o no.

En esos primeros meses, me di cuenta de que no era tan inútil para los deportes como lo había pensando siempre. Era capaz de conseguir pequeños logros con mi cuerpo, pequeñas victorias como subir unos kilos en las prensas, o hacerme una serie de más. Un día, mi pequeña que había venido conmigo, viéndome andar en la cinta, me preguntó si podía correr y pensé por qué no probar unos metros, y al rato estaba corriendo y desde entonces no he vuelto a subirme a la cinta que no sea para correr.

Nunca es tarde, ¿verdad?

viernes, 14 de septiembre de 2018

Las leyes de Newton. Fuerza (II)

La decisión estaba tomada y era irrevocable. Me apuntaría al gimnasio.

La siguiente pregunta fluyó naturalmente: ¿Qué indumentaria y equipación se requerían para ir al gimnasio?

Sí que había visitado gimnasios con anterioridad, de hecho este en concreto muchas veces, a esperar a que las niñas acabaran sus clases de spinning. Pero de eso que sin querer, al toparse la mirada con semejante despliegue de pechos y de bíceps vigorosos, se abren los ojos y se dilatan las pupilas desorbitadamente, y automáticamente el cuerpo se encoge en la silla y fija la mirada hacia el suelo, el móvil o la "Voz de Almería" para aparentar impasibilidad y evitar la agitación del resto de sus miembros. En esas condiciones, siempre fue imposible determinar qué es lo que llevaba nadie.

Equipación adecuada para la práctica de actividades deportivas varias que se realizan en un gimnasio:

- ropa deportiva.

Tenía un chándal bicolor rosa y marrón claro "de marca" comprado en rebajas de aquella vez  que decidí,  justo después de dar a luz a mi segunda hacía ocho años, ponerme en forma corriendo por la rambla de Albox. Jamás he sentido tanto dolor como tras aquel único minuto y medio corrido. Pero eso ahora no es reseñable. Ocho años después, el chándal seguía como nuevo y me quedaba un poco ancho de piernas pero medianamente en condiciones. 
¡ERROR! 
Una  no puede ir de cualquier manera a un gimnasio y mucho menos ataviada con un chándal enorme color marrón claro si no quiere acaparar todas las miradas.
Como norma no escrita, las mujeres van con mallas, los hombres con pantalones cortos y todos con camisetas de lycra. Es así. Y el color camuflaje que usan las mujeres es el rosa fosforito para top y el negro para las mallas. Hay tantos tops rosa fosforito y mallas negras que una ni se reconoce cuando se mira en el espejo. "¡Mírame qué cuerpazo y cuánto peso levanto! Ah no, que yo no soy esa, que yo soy la que está justo detrás sudando como un pollo en el press de banca".

(El camuflaje es imprescindible en los primeros tiempos como os contaré más adelante)

Son las tres y media de la tarde y urge obtener todo lo necesario pues es fundamental comenzar con el plan a día 1 de septiembre. (Porque esto es como dejar de fumar, como no lo hagas el día 1 de enero, el día 2 ya es tarde, y es asín)

¡Qué sería de nosotros la clase media sin el decathlon! ¿Os acordáis cuando la ropa deportiva "especial" tenía que comprarse en tiendas deportivas "especiales" de marcas especiales y CARÍSIMAS??? En un viaje me agencio un par de mudas conjuntadas (una de ellas, la consabida equipación de camuflaje), un par de toallas medianas para el sudor, un bidón para el agua, un par de sujetadores/top fitness, una gorra, una cinta, un pulsómetro, un porta-smartphone, unos cascos inalámbricos, unas chanclas, un bote para el champú, otro para el gel y otra toalla grande para la ducha.

¡¡¡Y ya estoy preparada para dar el gran salto!!! (con toda la felicidad, excitación y nerviosismo que implica embarcarse en una nueva etapa de mi vida)

¿Cuál es el plan?

Pues ir al gimnasio.

¿Y qué vas a hacer en el gimnasio?

... Gimnasear.

... ¿Cuáles son las actividades que te gustaría realizar en el gimnasio?

Pues... no sé... hacer cosas de gimnasio... ya tú sabes... cosas

¿Te quieres apuntar a clases de spinning, de zumba, de crossfit?

Nops. No voy al gym a hacer amigos

¿Aeróbicos, anaeróbicos, mantenimiento?

....

Y esto también es fundamental. Cuando una se apunta al gimnasio tiene que ir con un plan. Y finalmente, después de consultar in extremis unos pocos gurús e influencers fitness, me decidí por una combinación de cardio y fuerza, con un objetivo muy claro: conseguir el cuerpo 10.


martes, 11 de septiembre de 2018

Las leyes de Newton. Fuerza (I)

September, 1st, 2017. Friday. 08:00 a.m

—Me voy a apuntar al gimnasio.
—¿Qué?
—Que me voy a apuntar al gimnasio.
—¿A qué gimnasio?
—Pues a tu gimnasio.
—¿Qué?
—Que me voy a apuntar a tu gimnasio.
—¿Quién?
—Yo.
—...

Esa había sido la idea fabulosa que había tenido de madrugada. Apuntarme al gimnasio. Podría haberme sentido algo molesta por la confusión, incredulidad y escepticismo que dos palabras, "yo" y "gimnasio", despertaron en todos aquellos a los que anuncié la decisión que había tomado en firme, como si en mi caso los elementos "yo" y "gimnasio" fueran a implosionar al entrar en contacto el uno con el otro. De hecho, creo que hubo una porra por ahí de cuántos días aguantaría.

Pero no me enfadé, no, era más que lógico dado mi historial. Durante toda mi vida me había declarado la persona más anti-deportista del universo (en el sentido de opuesto, no de en contra) y no por convicción sino por una cuestión pura y duramente física.

Creo que la primera vez que tomé conciencia de mis escasas dotes para el deporte fue cuando en 2º o en 3º de primaria, al desplazarnos cogidos al rebosadero de la piscina municipal, me solté sin querer en la parte honda y estuve a punto de ahogarme de no ser porque me agarré a la culotte de una compañera. Ese fue el primer toque que me dio la Educación Física, su primera advertencia de que no estaba hecha para el deporte. Luego, en secundaria, fue la única asignatura que me quedó siempre. Cuando oigo a los "expertos" decir que no se debería promocionar a un alumno que no lo haya aprobado todo, sigo bendiciendo el sistema educativo galo que se regía por medias y no absolutos, de lo contrario jamás me habría sacado siquiera el graduado escolar.

Era mala no, lo siguiente. ¿Conocéis ese personaje caricaturesco que sale en las comedias americanas sobre high schools de empollón absurdamente torpe? Pues por desgracia, en mi caso, no se trataba de una ficción. No hubo ni una sola modalidad en la que destacara en aquellos años. Ni una sola marca en saltos, carreras y lanzamientos que superara. Al contrario. Si existiera el antónimo de superar, en el sentido de establecer récords en negativo, yo habría sido su mejor ejemplo en contexto.

Cuántas veces no intenté acatar las órdenes de los profesores de gym con lamentables resultados. Salté el potro una vez en mi vida. A la segunda estuve a punto de dejarme dos vértebras en él, de ahí el consiguiente miedo que le tomé a aquel aparato y mi renuncia para siempre. ¿Y la cuerda? Cómo acababa siempre sentada en el nudo y oscilando como un péndulo. No atinaba ni en los deportes de equipo ni en las prácticas individuales. Cuando me quitaron el soporte de pelota para batear, se acabó el baseball para mí. Nadie me quería en su equipo, ¿cómo reprochárselo? Sentía náuseas al correr, vértigo al subirme a la barra de equilibrio. El único ejercicio gimnástico que pude hacer nunca fue la voltereta y sólo hacia delante. En 1º de primaria, era todo un logro. En bachillerato ya no lo era tanto.

Así que no puede extrañarle a nadie que una vez finalizada la época de deporte preceptiva, cuando alguien me había alentado a hacer algún tipo de actividad, lo había ahuyentado a lo "vade retro satana". Y esto también indica claramente que no ha habido una faceta de mi vida donde no haya demostrado sentido común y buen juicio.