Sí.
En un mundo paralelo al de los profes, al otro lado del espejo, está el mundo de los creadores de libros de texto. Y sabedores de que detentan la llave para destruir nuestro universo, lo que por ende los hace intocables, de vez en cuando se permiten gastarnos alguna que otra broma. Una frase soltada al azar en una página aleatoria. Un ejercicio inconexo. Algo que incluso a veces pasa desapercibido. Aunque otras veces no.
Siempre que me dejan a mí, la abuela cebolleta de la asignatura de francés, contar mis historietas, rememoro aquel episodio de los pronombres personales COD. Ay Marie Palomino. Cuántas veces te he nombrado. Clase de 3º de la ESO del 2008, un montón de niños y niñas efervescentes, aquel ejercicio no revestía demasiada dificultad.
Remplacer le complément d'objet direct par un pronom:
frase 1
frase 2
frase 3
frase 4
Mon lapin mange la pizza. -> Mon lapin la mange.
En plena explicación sobre la pronominalización, traduzco sin prestar mucha atención las frases conforme se corrigen, y en cuanto oigo las primeras risotadas ahogadas, caigo en la cuenta de lo que acabo de decir. Mi conejo come la pizza. Mi conejo la come.
Sí. En un segundo, había perdido la pronominalización y a los niños para siempre. Gracias, Marie Palomino, por esas risas que nos echamos, y porque por más que me matara viva explicando y contando y desgranando todo lo que sabía de Francia y de la bella lengua gala, aquellos alumnos se acordarían siempre de mí porque mi conejo comía pizza.
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