domingo, 16 de septiembre de 2018

Las leyes de Newton. Acción Reacción (I)

Durante meses, me fui adaptando, acostumbrando, mimetizando con el entorno hasta convertirme en una usuaria más del gimnasio. Ya conocía a los más asiduos, a los monitores, a los jefes, estaba familiarizada con las máquinas que me servían y con las que me eran totalmente inútiles. No perdía peso, apenas un par de kilos, eso también era cierto, pero lo compensaba el hecho de que cada vez me alejaba más de la zona de los "torpes anti-deportivos" adquiriendo habilidad, destreza y resistencia. 

Una tarde apareció Mari Carmen, una mamá del grupo de mi hija, por el mostrador del gimnasio. Había aprovechado la hora de inglés de la niña para venir a informarse. A todo eso no os he comentado que las niñas hacían la Primera Comunión en mayo. Los más avispados lo habrán captado.

Venía a informarse de lo que ofrecía el gimnasio para ponerse en forma y perder peso. Le explicaron que Víctor la vería, estudiaría su caso, le pondría una dieta y una tabla de ejercicios. El precio era irrisorio y los resultados espectaculares a juzgar por las fotos que nos estaban enseñando (yo en ese momento ya estaba pegadita a ella y seguía atentamente todas las explicaciones) de cambios increíbles como los que salían en "Mi vida con 300 kilos", "Mi familia pesa una tonelada" "Cambio radical: perdiendo peso" y demás programas del DKiss. Pero aún así ella no se decidía y mientras más le explicaban en qué consistía todo, más se me dilataban las pupilas, y de repente me oí a lo lejos decir "apúntanos a las dos. Vamos a hacerlo". No, no tenía otra opción, eso era exactamente lo que había estado buscando y no podía dejar escapar la ocasión de al menos intentarlo. Así que nos dieron cita a las dos para la semana siguiente, una a las 18:30 y la otra a las 19:00 para que analizara nuestro caso el famoso Víctor  del que ya había oído hablar a otras madres sin saber muy bien si era real o si era un mito y que además estaba en este mismo gimnasio.

Pero esa no fue la cita en la que conocí a Víctor. ¿El motivo? Cuando eran ya las 19:50 y la cosa no tenía visos de acabar, toqué a la puerta de la consulta y les dije a los dos (y fue la primera vez que supe quién era Víctor) que no podía esperar más y que pediría cita para otro momento. Sí, fue uno de esos momentos en los que mi macrofobia salió a flote, y como tantas otras veces, perdí el control y me largué. Pero no sin antes pedir cita para otro día.

Y ese día llegaría pronto. El 23 de enero de 2018. El día en el que Víctor se hizo cargo de mi caso. A partir de ese día, el nombre de Víctor se convertiría en "Trending Topic" de mi cotidiano y yo en una más de sus seguidores y defensores de su culto pues no en vano sería el artífice del cambio físico más increíble que he experimentado en mi vida.




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