No me apetece twittear esta noche. Mi público es demasiado exigente o yo me lo imagino así, pues imaginación no me falta, y en mi imaginario infinito y personal, no entenderían que no siempre logro ser tan graciosa!!!... sonrisa. Así que digrediremos sobre una válvula.
Excursus de la susodicha digresión: Me acabo de tirar cinco minutos buscando el verbo del que procedería "digresión". Y lo que he descubierto me ha dejado un tanto intranquila pues en efecto los españoles no tienen un equivalente directo al verbo francés "digresser" o al inglés "to digress". Lo cual es una auténtica barbaridad, pero no la primera ni la única y algún día dedicaré un momento a aquellas palabras que desgraciadamente no puedo utilizar en la lengua de Cervantes por el mero hecho de no existir.
Ahora bien, este es mi blog, aquí nadie vendrá a imponerme normas injustas y arbitrarias, ni cercar mis discursos, por absurdos que estos les parezcan a los demás, aquí haré todo lo que me plazca como inventarme palabras, y el verbo "digredir" se adecúa plenamente a mi propósito.
Si alguno de vosotros ha leído "La Conjura de los Necios", seguro que acabará recordando la válvula de Ignatius J. Reilly. Desde que descubrí a Ignatius allá por el 92, he leído "La Conjura de los Necios" en cada momento de mi vida en que he querido hacer un paréntesis y dedicarme a leer. Como lo estoy haciendo ahora. Ignatius Reilly es probablemente el primer friki reseñado de la historia y trasladándome al contexto de esta pantalla, habría sido uno de los grandes blogueros y twitteros de nuestros días. Pero no me las voy a dar ahora de crítica literaria. Sólo que me ha venido al pelo para esta entrada.
Yo también tengo una válvula, y creo que todos, aunque no me atreveré a decir que todos somos conscientes de tenerla, porque de ser así, el mundo no andaría todo el rato liándola por gilipolleces sino que se atendría a controlar los vaivenes de sus válvulas y los giros de su rueda de la Fortuna antes de armarla.
Pues un buen día de no hace mucho tomé conciencia de mi válvula, la cual, aun no siendo exactamente una válvula, es igual de jodida. Y es lamentable que no me haya dado cuenta hasta ese buen día que a veces la explicación de "mes états d'âme et de mes spleens" no estaba en los demás, ni en mi Rueda de la Fortuna, ni siquiera en el Sursum Cordae sino que estaba en mí. Y no es que tenga la batalla ganada contra mi válvula, pero ahora que conozco su rostro, me será más fácil luchar contra ella.
Hoy mi válvula me ha dado una sorpresa, un respiro, y se ha abierto inesperadamente, cosa que me ha alegrado infinitamente, y por ello, le debía el dedicarle esta entrada. Y sin más dilación, subo esto y me voy a leer a Ignatius, un fiel amigo.
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