miércoles, 3 de octubre de 2018

Un martes cualquiera

-que fue cuando empecé a escribir esto, y ya estamos a miércoles. Y mañana jueves. Sin duda mi peor día de la semana. Tres horas seguidas con mis terroristas es lo que tiene.

Los he contado. Para saber cuánto tiempo va a durar mi suplicio y poder organizarme. Me quedan 32 martes y miércoles por delante. "32 no son tantos", escribió mientras su cara se inundaba de lágrimas.

Planear las comidas para que sean sanas y equilibradas, coeducación, llamar al comedor para decir que la niña hoy tampoco va a ir, ir al Mercadona, redactar las actas del departamento y de la coordinación de área y subirlas al séneca, las clases, que un niño te llame loca y echarle paciencia, seguir dando clase con normalidad, volver a casa, asar el filete de hígado, comerlo, fregar los platos, corregir la pruebas de nivel, programar las unidades, consultar manuales sobre la doma de niños de doce años, ir un ratito al gimnasio para relajar tensiones, pensar en los disfraces de Halloween, hacer la lista de lo del finde en la sierra, cambiar la programación y mandarla para lo del currículo integrado de las lenguas, escribir al tío de los vídeos para decirle que este año no habrá vídeos- 

Y eso de que conforme los niños van creciendo te van necesitando menos es un fraude. ¡Bullshit!  No os vayáis a embarcar en esto pensando que es cuestión de unos diez años. Desde que me levanto hasta que me acuesto, todo gira en torno a esas dos encantadoras criaturas y sus requerimientos. No soy sólo la madre, soy la moza, la chica de los recados, la peluquera, la chófer, la cocinera, la criada, la camarera, la lavaplatos, la dietista, la consejera, la educadora, la protectora, la que levanta, la que acuesta, la que elige la ropa, la que la plancha, la que escucha, la que acompaña, la que regaña, la que sube y baja a por las cosas que se olvidan, la que decide, la que dirime, la que dice que de acuerdo, la que dice categóricamente no y la que dice basta. La que lee los cuentos de terror en las noches de octubre. 

Y mi mal humor no sería tal si al volver de todo, pensando en esa media hora en la que por fin sentarme en el sofá a no hacer nada, me he acordado de pronto de que tenía que hacer las lentejas de mañana.

Pos ya está. Que Cervantes no habría escrito una mierda de haber sido mamá y trabajadora. Voy a ver cinco minutos de algún programa de asesinatos antes de quedarme sopa. Hala.

No hay comentarios:

Publicar un comentario