sábado, 8 de febrero de 2014

Pequeñas noticias locales

Estaba yo en el puesto de Tomás esta mañana. Hace más de un año que voy a su puesto de frutas y verduras en el mercaíllo que montan los sábados por la mañana a la vuelta de mi calle. Acababa de apartar una pequeña bolsa de présoles y estaba escogiendo los tomates raf, que a una servidora que es muy sibarita en lo que se refiere a comer le gustan con un chorro de aceite de oliva de la Jata y unas cuantas escamas de sal.

No tenía prisa y además había concurrencia a esas horas tardías. Las once de la mañana ya se me hace muy tarde para ir al mercado, acostumbrada a ir por lo usual recién amanecido. Pero hoy es un sábado por la mañana sin prisas ni agobios. Así que hoy no me iba a pelear con ninguna de mis convecinas para ver a quién atendía antes Tomás y estaba echándole un vistazo a la mercancía que es así como de costumbre suelo comprar. A ojo. Me han llamado la atención unos hermosos pomelos de un color amarillo pastel tirando a rosado, cuando de pronto un estruendo ha silenciado a todos los que estábamos allí congregados mientras girábamos al unísono las miradas hacia el lugar de donde procedía el ruido.

- ¡Se ha caído un muro!
- No, ha sido el puesto de los churros- he dicho yo.
- No, ¡que ha sido un muro!- la mujer a mi lado, un poco mayor que yo, rubia de pelo corto y con gafas, tan igual a tantas que no la reconozco, lo repite con un punto de agudo en la voz,
- No, ha sido un puesto de la ropa, allí más allá de las plantas, el viento se lo ha llevado-, esta vez quien opina es un señor de mediana edad y de etnia gitana a mi lado.

Seguíamos sin movernos de allí y a lo lejos observaba cómo la mujer del puesto de los churros luchaba con las patas metálicas del toldo, un toldo recién estrenado además, lo he visto desde la ventana de mi casa cuando me he levantado, con un "CHURRERÍA" que lucía en lo alto, para retirar la tela de encima del puesto sobre el que se había desplomado. 

- Ha sido el puesto de la ropa- repite él,
- No, ha sido el de los churros- repito yo.

Y poco a poco bajamos la guardia y dejamos de mirar nuestro punto fijo y la vista se pone a mirar hacia donde dicen los demás y vemos que han sido los dos puestos los que se han derrumbado, que hay gente que va y viene sin prisas, de un lado para otro ayudando a que los dos puestos vuelvan a la normalidad cuanto antes mientras en los demás puestos se afanan en atar firmemente las cuerdas que sujetan los toldos de tela o en quitarlos para evitar que otro golpe de aire se los lleve; una mujer viene de allí y al pasar por detrás de nosotros asegura que podría haber pasado algo pero que al final no ha pasado nada. Y el que se ha dado cuenta de que había sido el puesto de la ropa se pregunta cómo es posible con la buena mañana que había amanecido que el viento se haya levantado de aquella manera. Detrás de nosotros, el viento con sus sacudidas amenaza con abatir sobre nuestras cabezas las ramas más altas de los eucaliptos. El mismo viento que azota día sí día también este lugar, he pensado yo, mientras me encojo dentro de mi anorak para guarecerme.


Y al final me he llevado un pomelo.

¡Feliz sábado!

viernes, 7 de febrero de 2014

Domingo

Se quitó la sudadera y se quedó en sujetador. De todos modos en la habitación hacía calor. Se miró en el espejo mientras se soltaba el elástico de la coleta y se quitaba las gafas que dejó encima de la balda del armario. Esparció su pelo largo y liso sobre los hombros desnudos y se aplicó en cepillarlo. Se enfundó los guantes de látex, cogió el peine a modo de lápiz y dibujó una raya que partió su melena en dos. Con una nuez entre los dedos, se embadurnó el cabello a ambos lados de la raya, lo masajeó despacio, y tras cerciorarse de que todo estaba untado de la crema oscura que acababa de preparar, volvió a peinarse otra raya, un poco más a la derecha. Sacudió de un golpe seco el bote, desparramando un poco de crema sobre las yemas enfundadas en los guantes y volvió a masajearse el pelo. Lo hacía lento. No había lugar a la prisa. Le gustaba tomarse su tiempo porque quería hacerlo bien. Siguió el mismo proceso una vez y luego otra. La raya peinada recta, la sacudida al bote de plástico, una pequeña dosis de crema untuosa en la punta de los dedos, el frotamiento. Cuando llegó a la oreja, se agachó sobre la bañera y se peinó la nuca hacia adelante dejando caer su melena manchada sobre la cerámica. Se frotaba despacio el pelo a ciegas, se lo peinaba desde la raíz hasta las puntas, lentamente, hasta que todo quedó pringoso, cubierto del ungüento de color caoba. Cuando acabó con la nuca, se levantó y al hacerlo, echó su pelo hacia atrás de un movimiento delicado de la cabeza. Peinaba una y otra vez su melena que ahora brillaba como si estuviera mojada. Se miraba al espejo mientras lo hacía. El aspecto húmedo del pelo le gustaba. Ahora parecía más espeso, más tupido, y le gustaba el color caoba que había tomado. Siempre quiso ser morena. Sonrió. Se hizo un moño alto y lo anudó con la capa de plástico rosa chicle que venía en la caja del tinte. Se puso la bata y salió.

Talento

Quisiera aprovechar esta ocasión que se me otorga para destacar mi inmensa capacidad para ponerme a escribir sobre penas y tribulaciones propias y arrancar casi ipso facto un chorro de lágrimas por todos los poros de mi ser con toda la parafernalia de mocos y sollozos. 

Soy al auto-llanto lo que otros a la eyaculación precoz. Impresionante. En este caso, podríamos hablar de talento.

Amistad

O cómo liarla parda en cinco minutos.


Estaba yo metida en mi bañera, con el agua a temperatura perfecta para hervir un huevo,

(sí, tengo el serio convencimiento de que alguna malograda tarde me encontrarán felizmente cocida, y no sé si les quedará claro que no se trataba en absoluto de suicidio)

dándole vueltas a la idea de dejar una entrada que acababa de publicar un rato antes y de título elocuentemente elocuente: amistad. Probablemente la historia de una amistad dichosa o por el contrario de una malograda,  tanto como el momento en el que me encontrarán cocida

(al vapor, que no engorda).

No la pude compartir, a pesar de la ironía, no la pude compartir por ese pánico que todos padecemos al sabernos frágiles, pánico a que nos sigan haciendo daño incluso después del "the end", a que hagan burla de nuestro dolor. No lo pude hacer y sin embargo sentía la necesidad imperiosa de compartir un momento que no quería olvidar con mi compañero de fatiga.

Y dándole vueltas, dándole vueltas, de pronto entendí que ante la duda debía dejarla en el cajón de los borradores.

(un maravilloso cajón de sastre donde guardamos nuestros incómodos secretos)

Venga, cogemos el wiko, nos metemos en el blogger, empezamos a darle a la pantallita para que marque la casilla al lado de la entrada, y la dichosa pantallita, tal vez bajo el influjo del vapor de agua, no contesta, los golpecitos se hacen un poco más insistentes, nada, que no quiere marcarse, y de pronto te ves como una loca golpeando furiosamente con una chispa de dedo una casilla diminuta hasta que de repente el blogger te anuncia "eliminando". ELIMINANDO EL QUÉEEEEE????? AAAARRRGGGG!!! Pero si sólo cinco minutos antes estaba yo cocinándome tan ricamente, ¿QUÉ HE HECHO DIOS MÍOOO???? Venga, no pierdo la esperanza. Tengo abierto el blogger 1 y el blogger 2, este no está actualizado, a lo mejor puedo engañar todavía al maldito aparato del demonio!!! Guardamos la entrada como borrador, comprobamos que aparece en el otro sitio como tal. Respiramos. 622 entradas. Dejamos el wiko encima del lavabo. Juramos que no volveremos a trastear el blogger desde el wiko cuando estemos al vapor. Ay... 622 entradas... ¿Cómo que 622 entradas??? Si eran 623 hace un segundo!!! Dios mío, qué he hecho??? Qué he borrado??? Secado de manos rápido-

(pero seguimos sin movernos de la bañera, la bañera como centro neurálgico de todas nuestras acciones)

- tengo la ligera sospecha que sea cual sea la entrada que he borrado, voy a sufrir mucho en este momento. Ala, toma ya. La erótica. Para una que escribo. Y no estaba tan mal. Incluso tenía +++, jo. Para una que escribo así, al garete!!! Me pongo a buscar páginas que me informen de cómo recuperar una entrada. Y todas parecen dirigidas a los más megachachis de todos que entienden de htlm y de hjp y de hpt y de blablabla!!! AAAAARRRGGGGHHHH!!!! Non é possibile!!!!

(el italiano es el idioma que mejor pega en estas situaciones)  

Así que salgo de la bañera como puedo

(esta vez he estado a punto de cocción)

y bajo las escaleras de cuatro en cuatro en busca de mi salvación.

Sólo me quedaba una cosa por hacer. Y vosotros también la sabéis.

Bendita sea la caché.

Alabado sea quien inventó la caché.

La caché salvó mi día.

Así que pase lo que pase, ahora tengo el convencimiento de que mientras haya caché, no todo estará perdido.


Feliz finde, sed buenos!!! Bises, bises, bises!!!





jueves, 6 de febrero de 2014

Pasos para poner una sonrisa en la cara (III)

Y como ocurre teniendo paciencia, a un día gris le suele seguir un magnífico y soleado día. Aunque nunca está de más darle un empujoncito para que salga. 

No obstante, confesaré que no pintaba tan claro a las ocho de la mañana cuando por ganas más que por necesidad a la que suscribe se le ocurrió la brillante idea de pronto y sin avisar de inaugurar el día con una lista de todo lo que había que echar en cara por la presente semana:
- porque YO he perdido un día de mi trabajo para llevar a la niña al médico
- porque YO  he aguantado estas tres últimas noches la tos de la niña
- porque YO he buscado el disfraz de fresa online para la niña
- porque teniendo tres horas libres, bueno, disculpa, dos, A MÍ me toca esta mañana ir a la unicaja para efectuar la transferencia del disfraz de la fresa y además andando porque vivimos en un pueblo donde es imposible aparcar en el centro antes de volver andando a la casa y coger el coche para ir a mi insti
- porque desde hace dos años YO le doy catequesis a la niña
- porque YO no dispongo de dos horas libres por las tardes para ir a expansionarme al gimnasio, 
- porque BLABLABLA-
(Ya digo, esto por ganas más que por una necesidad real)

Respuesta a todo: ¡Qué de buen humor nos hemos levantado esta mañana! 

Y antes de encontrar una respuesta contundente, ya había enfilado hacia la puerta por donde desapareció.

Entonces surge el monólogo interior de siempre. 

Tenías toda la razón al echarle todo eso en cara. faltaría más. hasta ahí podríamos llegar. Esto es un abuso. Por qué no remontarnos a la época troglodita o a la de la esclavitud y blablabla-

Todo ello amenizado con bonitos apelativos... Hasta que el monólogo se transforma en un momento dado no se sabe muy bien cómo en un mea culpa llorón. Y surgen los arrepentimientos. Y la verbórrea se transmuta en un tímido SMS o en dos. Y toca entonces esperar. Esperar a que el otro te haya perdonado para saber si a la vuelta a casa toca tragedia, comedia, romántica o bélica. 

Así que cuando en el recreo, el móvil ha sonado con su característico politono y he visto el nombre del hombre más antiredessociales que haya conocido jamás encima de un tímido whatsapp, me he percatado que había salido hoy un sol esplendoroso. 

Muy buenos días a todos, sonrisas a tutiplén!!!






miércoles, 5 de febrero de 2014

Estampas de este miércoles gris

Y pensar que es ahora que estoy viendo en la mtv "Chicas: manual de instrucciones" cuando me estoy riendo de verdad en todo el día. Sí, soy una superficial que se duerme con Punset y que es adicta a los programas más chorras y truculentos de la mtv, del divinity y del discover max. No de telecinco no, un respeto.

Día gris, de correr de un lado para otro como un pato mareado. De que nada ha salido como lo había planeado. De que nadie me ha hecho caso y se supone que la profe y la madre soy yo. Donde finalmente lo más productivo que he hecho ha sido una habitación miniatura de Lego con solarium sentada en el suelo de mi salón. 

Lamento tanto mis días grises en los que todos me sobráis porque seguro que me estoy perdiendo un mucho de vosotros, y eso me irrita aún más, maldito círculo vicioso, pero es que hay días en que me sobra todo el mundo. Y esos días deberían dejarme en paz conmigo misma porque no me queda más remedio que aguantarme.

Y no, no es la regla. Esa costumbre de tener que ir marcándole a la gente en sus agendas cuándo te visitan o no los ingleses. La odio. Además, si tuviera que echarle la culpa a mi ciclo menstrual cada vez que tengo un día down, hace tiempo que me habría desangrado como un chino.

Me he levantado con una frase grabada en la boca, la reminiscencia de un sueño tal vez, que se deja de querer por instinto. Un terrible y egoísta instinto de supervivencia o de protección o los dos a la vez que arrolla sentimientos y recuerdos. Y lo que queda entonces es sólo amargo. Puede que ese fuera el momento en que se torció el día.

Incluso cuando he vuelto por la tarde del pabellón y me he encontrado la sierra camaleónica que rodea esta zona, (es fea, muy fea, tiene un color parduzco y sólo le crecen matojos) pues nadie me creerá por no haberla visto, pero brillaba de oro, un semicerco dorado justo debajo del cielo, incluso entonces el asombro no ha logrado desensombrecer el día. Ya era tarde. Casi la seis. ¿Qué día puede arreglarse a esa hora?

Y luego, cuando he salido de la bañera, mientras me secaba, he oído el viento a través de la claraboya del cuarto de baño. Y el viento aullaba. Y justo un momento antes, me preguntaba cuánto estaríamos todos dispuestos a pagar por saber que el último adiós fue de verdad el último y qué de cosas se quedaron sin decir por no saberlo.

Voy a ver la Chica Invisible (nuevos capítulos, mtv). No quiero acostarme lloriqueando. Mi reino por una tableta de chocolate...

martes, 4 de febrero de 2014

A ritmo de Melendi

La sexta hora del martes era el paréntesis de su día. Los martes no le gustaban, era la tarde de la catequesis. Había caído en la cuenta que  le recordaban demasiado aquellas tardes de miércoles en Saint-Priest de hacía un millón de años cuando su madre las llevaba a la fuerza, obedientes, a su hermana y ella a la escuela de español, que era como lo llamaban ellas. Una vieja sala en un edificio decrépito, una sala con apariencia de aula llena de mapas y libros viejos donde sentadas en lo que aparentaban ser pupitres, con otros niños que sí parecían españoles, y no como ellas tan pelirrojas y tan blancas,  alguien del que no guardaba el más mínimo recuerdo ahora, ella que siempre gozó de tan buena memoria, les enseñaba esa lengua que se les atragantaba y que tanto odiaban los miércoles por las tardes. La única posesión que atesoraba, que tan cara le era y que era suya y de nadie más, su tiempo, expoliado por otros. Los martes por la tarde se sentía patalear por dentro, como aquella niña con ganas de salir corriendo.

Por lo general odiaba los martes. Este en concreto tenía sabor dulce y amargo, dulce por las palabras que había leído por la mañana alentándola, porque la habían admitido en ese grupo donde al parecer esperaban que volviera a escribir reivindicativa. Una vez lo había hecho en aquel portal pensando que podría cambiar el mundo. Y el mundo había cambiado a peor. Era también un martes amargo, porque después de muchos días, hoy tampoco lo había visto y no sabía si no era mejor que no volviera a verlo para que se siguieran queriendo como siempre lo hacían en la distancia.

La última hora del martes era la hora en que les daba alternativa, o AE, atención educativa como lo llamaban ahora. Cuando los ocho que estaban y que en el fondo eran iguales, con los mismos anhelos y los mismos temores, recuperaban un poco de su tiempo de ellos, cuando volvían a ser un poco ellos mismos, fuera del mundo, al ritmo que marcaban las canciones de Melendi.

lunes, 3 de febrero de 2014

Informando

... desde el nuevo frente.

Para ti que siempre estuviste aquí.


Puede que no fuerais muchos, incluso que fuerais escasos, pero estaba yo tan tranquila y confiada con vuestro silencio, confiada en que no lo estaba haciendo tan mal si seguíais ahí que aquella confianza me envalentonó para seguir e incluso multipliqué por cuatro mis entradas, escribía sobre todo y sobre nada, sobre las tonterías más tontas que me ocurrían en mi día a día, y me divertía y me reía y disfrutaba haciéndolo. Porque me sentía libre de hacer lo que me entraba en gana. 

Y entonces, un buen día, a decir verdad hace cuatro días de eso, me envalentoné tanto, o es que me aburría, yo qué sé, ¿ha habido algo en mi vida que haya hecho desde la reflexión?, no lo creo, y vosotros, los que lleváis leyéndome desde hace tanto que ya habréis empezado a conocerme, tampoco lo creéis, y de pronto me encontré con cientos de escritores que escriben y mucho, y que leen, y que son leídos, y que publican, y que interactúan, y de pronto, ante el más mínimo comentario que tengo que hacer me siento tan tonta y falta de palabras, no estoy segura de que estén siquiera ahí, me refiero a las palabras, y por lo menos me he puesto a leerlo todo, porque no quiero sonar a bluf, Dios mío, eso sería horrible, que esta gente entiende de palabras y sabrían reconocer si les intento engañar, Dios mío, con lo a gusto que estaba yo a solas conmigo y con vosotros, claro, pero vosotros no me decíais ni sí ni no sino más bien un haz lo que te plazca, y al final he acabado haciendo lo que me place, y lo que me place no es tan placentero como yo creía, un calentón pasajero de los que acaban saliendo caros a la larga. 

Pero no iba a abandonar a la primera, dichoso amor propio, y me he puesto a escribir entradas un poquito más trabajadas, y no sé si gustan o no, si es todo lo que puedo dar de mí, si soy esa, o si soy la de los jijis, la que contaba sus tonterías y se divertía haciéndolo, pero a quién le puede gustar los jijis, no lo sé, y ayer, Dios mío, ayer, lo que nunca pensé que haría, publicar aquí entradas eróticas, ya esa es la señal definitiva de que me estoy transformando en otra cosa pero la verdad es que no sé si eso es de verdad lo que quiero, o seguir aquí sola sin necesidad de preguntarme si esto es para lo que yo valgo. Seguir aquí sola sin necesitar la aprobación del otro.

En fin, lector fiel desde el principio, te agradezco tu infinita paciencia en este momento que he tenido de pánico y de hiperventilación,  y prometo seguir informándote de mis progresos y desilusiones como lo he hecho desde el principio.

Un besito de mi yo que hacía tiempo que no se sentía tan insegura como ahora y lo detesto,

El almendro

Un día, al pasar con el coche por la carretera dirección Arboleas, reparé en los almendros y me acordé de ti.

Entre matojos pardos y olivos plateados destacaban los almendros desnudos y negruzcos. Aquellos árboles artríticos formaban grotescas filas de cuerpos retorcidos que daban al cerro el aspecto de un camposanto de crucificados.

Sin embargo, semanas después, una fría mañana, el cadáver atormentado y famélico del almendro despertó inesperadamente en lo más crudo del invierno engalanado de la flor más tierna y bella,

Y el árbol caído se volvió tan bello por la flor más delicada que despertaba la admiración de todos los que por allí pasaban,

Y no era más bella y más tierna la flor si no por la fealdad de las ramas negras y huesudas que la portaban.


Así mismo, amigo mío, si tu me dejaras, cubriría tu camastro y tus labios y tus párpados de rosas del almendro para anticiparte la primavera y despertarte de este letargo en el que te hallas postrado. 




sábado, 1 de febrero de 2014

Duendes

Tarde de sábado de esas en las que no hay mucho que hacer, de las que aprovechan los amantes para refugiarse debajo de las mantas, y los solitarios para pasear su soledad por las calles.  Esas tardes que a mí me encantan. Porque en el fondo, lo que a mí me encanta es no tener nada que hacer. Tengo la tele puesta, esperando a que empiece la peli de algún caso verídico, porque en el fondo, esas  pelis me encantan. La tengo puesta a media voz, para escuchar a los duendes que han venido de visita y que se han subido al piso de arriba. Corren de un lado a otro sin cesar, a veces uno solo, otras veces todos, haciendo temblar el techo encima de nuestras cabezas y de vez en cuando también paran para hablar y hasta aquí llegan sus cuchicheos, sus cantos y sus risas con esas sus pequeñas y agudas voces de duendes.