Algún día, hijas mías, si Dios quiere, y dios Google también, leeréis este blog. Cuando el dolor de mi pérdida se haya mitigado un poco, y los recuerdos escuezan menos, algún día os acordaréis de que tenía un blog, lo buscaréis y me leeréis. Y me hará mucha gracia que lo hagáis, aunque no tanta que si lo hubiésemos leído juntas, y las caras de asombro que pongáis, puede que con algunas tonterías os riais, habrá cosas que desgraciadamente no entendáis. Pero es lo que tiene la muerte, que no avisa y que deja pendiente tantas cosas. Ha pasado un mes y me duele tanto que aún no lo voy a escribir. Tal vez dentro de un año pueda hacerlo. Ahora mismo no, porque sólo de planteármelo se me encoge el alma.
Este post es sólo un gentle reminder (esto lo he copiado de Twitter, me he metido de lleno en la movida TERF) de que seguimos aquí, que la vida va dando giros de 90º constantemente, de un lado ahora, y de otro al minuto siguiente, como los cacharros esos de las ferias que te dan vueltas para un lado y luego para el otro, esos a los que vuestra madre nunca se subiría. Que hoy toca gimnasio en el Amós, que ahora me he convertido en TERF y espero que algún día lo entendáis y que vosotras también os convirtáis en unas y nos defendáis a las mujeres. Porque si no nos defendemos nosotras, no esperéis que ningún tío venga a hacerlo. Que he retomado el libro. Que esta entrada es un remoloneo antes de enfrentarme al capítulo IX de la segunda parte. Que es verano, que estáis arriba durmiendo, con el primo acostado en un colchón tirado en el suelo entre vuestras camas y que cuando os levantéis, nos iremos a la playa aunque protestéis enérgicamente como siempre. Que seguimos con mascarillas (qué año más raro). Y que papá y mamá os quieren incondicionalmente, ahora y siempre, incluso cuando leáis estas palabras, incluso entonces, os seguiremos queriendo.