martes, 18 de diciembre de 2018

El Grinch (3)

Tal vez no fuera tan buena idea después de todo. Con ese pensamiento me desperté al día siguiente de preparar mi amigo invisible, o bobby pin (*), como lo llamaremos a partir de ahora. Es decir, esta mañana. Pero anoche sí me lo pareció mientras escribía compungida mi carta de apologize a mi dire por no hacerle el primer regalo preceptivo. La carta. Y mira que nos reímos mi hija y yo. Como hacía tiempo que no lo hacía. Ahí está, en la "caja", dentro de un sobre lleno de purpurina (porque lo que se lleva es la purpurina), esperando a que su receptora la lea. Yo he huido de la escena del crimen, no vaya a ser que me salpique. Ay, la carta.
Y eso que ayer mismo, le había comprado ya muy temprano un foulard étnico precioso que creí, ô ingenua de mí, que paliaría los efectos de la larga ausencia de agasajos durante los tres días previos. Pero estando en la sala de profesores, me di cuenta, ô dios mío, de cómo la tristeza se apoderaba de todos aquellos niños que no habían recibido sus obsequios respectivos y entendí que pese a que al final habría regalo sí o sí, la espera llenaría los corazones de desazón y mataría la esperanza. Y lo que todos deseamos, ¿no es eso precisamente? ¿Esperanza?
Así que no tuve más remedio que pasar al plan B. Hacer cuatro regalos y acompañar los dos primeros de una carta de apologize para que mi víctima entendiera que todo había sido fruto de un contratiempo y no voluntario. Total, sólo nos gastamos 63 euros. Nooo, no todo en el bobby pin. Pero es que mis hijas son fans de los unicornios y de las plantas artificiales. Ains. Así que en total, el bobby pin me ha costado una noche de insomnio, mucho más que los 10 euros que ponían en el mensajito y la promesa interna de que nunca nunca nunca más volveré a participar en algo semejante. 

Dear ****,

I feel the retardation because I don’t comprehended the rulers of the play of the friend  bobby pin because it was very difficult in this school.
And when I readed los wasaps the Sunday by the night, all was closed and I don’t could buy swim for gift you and neither I don’t could find swim by my house neither. It was very sad.
I desire of all heart that you me comprehend and that you me pardon for to be retarded. And merry christmas for all the world.

XOXO
At his feet.




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(*) Bobby pin, horquilla en español, o también llamado invisible en argentino.

lunes, 17 de diciembre de 2018

El Grinch (2)

Una vez superada la fase cole que me deja un mazo de malas vibraciones por lo anteriormente mencionado, porque yo soy como los gatos, detecto la energía negativa, la canalizo, la absorbo y me la trago, restableciendo el equilibrio entre lo negativo y lo positivo (o eso o me va a venir el periodo) toca fase insti. 

Qué noche más mala he pasado, arrepintiéndome de la decisión estúpida de participar en el amigo invisible. Por cobarde y no saber decir no, en un vano intento de encajar en el grupo ya que no participo nunca en nada, pues allá que me tiro a la piscina y acepto, con todo lo que ello conlleva y de lo que todavía no me he enterado. Ains. En mala hora. ¿Cuándo cambió tanto lo del amigo invisible?

Domingo, 7 de la tarde:
(whastapp de X)- Holi compis, os recuerdo que mañana empezamos con el primer día del amigo invisible.
(¿El primer día del amigo invisible? Mierda, no he podido ir todavía a comprar nada. Me ha tocado nada menos que la dire, o sea la persona que decidirá sobre mi futuro profesional en los próximos cuatro años (o más) pero sin presiones, ¿eih? y espero que quede satisfecha con lo que tengo en mente, pero me tienen que dar tiempo para ir a comprar algo. ¿Primer día? ¿A qué se referirá?)
(whastapp de Y)-A ver que me aclare, ¿son tres regalos más el del último día, o son cuatro más el final?
(Aquí me voy incorporando poco a poco en el sofá, me voy despejando de mi desidia dominical, ¿cuatro regalos en  cuatro días?)
(whastapp de X)- ¡Son cuatro regalitos en total, a lo largo de cuatro días, y tenéis que ir dejando pistas para que vuestro amigo invisible los encuentre!
(whastapp de Z)- Escondedlos bien, que así hace más ilusión.
(whastapp de N)- Pero ¿no había que dejarlos en los casilleros?
(whastapp de O)- No, ¡que yo no tengo!
(whastapp de P)- Pues yo tenía pensado llevarme una caja grande dónde echarlos.
(whastapp de X)- ¡Lo divertido es que no se imagine para nada el sitio donde lo vais a esconder!
(whastapp de Q)- ¡No olvidéis el efecto sorpresa!
(whastapp de R)-Yo ya he comprado los cuatro ¡y me he pasado de los 10 euros!
(whastapp de P)- Y¿qué hago con la caja?
(whastapp de Z)- Pues llévatela, también podemos usarla.
(whastapp de X)- ¡Y que los mensajitos sean en inglés, que se note que somos bilingües!

(Y ahí estaba yo, a las 7 de la tarde de un domingo, sentada en mi sofá después de un finde de no parar, para un ratico bueno que tengo de poder echarme en el sofá a ver trozos de series y películas con el botón de avance rápido, leyendo mensaje tras mensaje de personas súper implicadas y motivadas con hacerse regalitos los unos a los otros. incapaz de pensar en cuatro frases ocurrentes, cuatro pistas desternillantes, cuatro escondites inimaginables con cuatro regalos geniales y todo ello antes de las 9 y cuarto del día siguiente. Y queriendo dar la estampida como respuesta a mi problema, pero ante el pavor clamoroso de ser descubierta por mi jefa, o sea sin forma de escapar a mis obligaciones, cuánto más entusiasmo detectaba en las palabras de mis compis, más irremisible se me hacía el gran mierdón en lo que se iba a convertir mi primera y única participación en un amigo invisible). 

El Grinch (I)

No hay nada que mejore un lunes. Recuerdo a aquel Van Gaal en su rueda de prensa "¡Siempre negatifo, nunca positifo!" Pues sí hijo, tienes razón, no hay manera de hallar la positividad en un lunes por la mañana, aunque sea el último lunes del trimestre y nos venga ahora dos semanas de vacas. 
Las caras en la puerta del cole esta mañana me han parecido más siesas que las del viernes. Están las madres a las que no te apetece saludar (una larga historia, pero todo muy justificado, ¿eih?) y están las madres a las que no les apetece saludarte. Y ese juego de "a ti sí/a ti no" puede llegar a ser muy estresante un lunes por la mañana. Mira, ahí está Angus. Siempre hablamos Angus y yo. Pero lo hace siempre con las gafas de sol puestas. ¿Sabéis lo difícil que es hablar a unas gafas? Buscas y rebuscas en el cristal la sombra de una pupila a la que dirigirte como el que busca una anomalía a través de un microscopio, pero es en vano. Son cristales espejos. Así es imposible entablar una conversación trascendente. Así que hablemos de la función de este viernes, que si hace este tiempo, la niña no va. El suyo va de rockero, o sea que puede ponerse chaqueta, pero la mía va de Freddy Mercury, con camisa blanca y tirantes rojos. 
Don't stop me now
Sí. Con bigote postizo.
Vaqueros, camiseta O camisa blanca, Y tirantes rojos, Y bigotes. No olvidarse del gorro de Navidad. 
Es la manera que la de Coeducación (cuando la niña deje el cole, os hablaré largo y tendido sobre ello) (ahora no, temo las represalias) ha encontrado de meter el colectivo LGTBI en su programación. Y que conste que en mi casa todos somos fans de Queen. Pero ya que estamos en Navidad, por qué no elegir a George Michael y su Last Christmas. Si por lo menos hubieran elegido la de I want to break free! nos habríamos divertido un poco con el atrezzo. Y mi pequeña que me ha salido a mí en lo de bipolar lleva una semana luchando con su Yin que quiere cumplir con su deber de alumna responsable y participar en la función del cole  para no dejar tirado al seño Emilio, y su Yang que está indignado por el disfraz, la desvinculación absoluta entre la temática navideña y la canción en cuestión, y porque en mitad de la actuación sus amigas van a salir con cintas de colores a realizar unas piruetas de gimnasia rítmica y ella no. Y yo que no tengo ninguna gana de verla ataviada con unos tirantes porque a nosotras no nos sientan bien, llevo quince días achuchando a su Yang, pero no hay manera de convencerla al 100%. 


viernes, 7 de diciembre de 2018

Noticias del pueblo

Por regla general, del pueblo las pocas noticias reseñables que nos llegaban era el parte necrológico, los nacimientos varios y algún que otro caso notorio de adulterio. Nada que diera lugar a presagiar lo que ocurriría en el puente de la Inmaculada del año 20**. Porque admitamos que en los pueblos poco o nada pasa casi nunca. 
Las noticias llegaron confusas y a trompicones, como suelen llegar hoy en día, vía Whatsapp, a golpes de mensajes cortos a cual más perturbador y surrealista, cuando una apenas había conectado los datos del móvil tras la pesada semanal en el gym. El hijo de la tía estaba muy mal, en el hospital ,víctima de una paliza o es que acababa de ingresar en la cárcel a expensas del juicio que iban a celebrar esa misma tarde. La paliza se la habían propinado **** y **** cuyo nombre por motivos obvios no desvelaré, ni tampoco el de los demás actores de esta tragedia kafkiana. Treinta cabras, no veinte como algunos habían asegurado, treinta cabras habían sido las que había ahorcado mientras practicaba con ellas una perversa asfixia erótica. Llevaba desde el verano penetrando en el establo ataviado con un mono naranja y una cuerda para perpetrar aquella abominación. Un hombre coqueto, físicamente atractivo, que siempre había gozado de la simpatía de muchas mujeres. Harto de encontrarse con cadáveres de animales, el dueño de las víctimas caprinas había acabado poniendo una cámara de seguridad en el establo y esa noche, cuando descubrió el pastel, junto con un amigo, le propinaron tal paliza que al terminar, no les quedó otra que llamar a urgencias para que se hicieran cargo. En las horas en las que ya se había consumado la tragedia, por el pueblo la noticia corrió como la pólvora. Había quien decía que las cabras no habían muerto de hipoxifilia sino que lo que hizo sospechar al cabrero de que algo ocurría era que todas las cabras habían abortado. Hubo otros que aseguraron que se trataba de una emboscada, de una historia inventada en venganza por unas viejas rencillas entre los dos hombres. Muchos desearon en voz alta que al salir del calabozo el hijo de la tía no volviera al pueblo y los allegados, avergonzados y callados, no se podían creer que aquello estuviera realmente ocurriendo. Ahora bien, todos sin excepción se preguntaban por los motivos que lo habían llevado a aquella caída al infierno.