lunes, 6 de julio de 2015

Injerencias telefónicas

Sábado por la mañana. Misma rutina mañanera de siempre. Encender el rúter, coger el móvil y comprobar las notificaciones. Vistazo rápido al whatsapp. Pues no. No se trataba de un capricho pasajero. Mi wiko ha decidido a lo mutis por el foro borrar/ignorar/suprimir/anular/aniquilar a la mitad de mis contactos. Olé. Indiscriminadamente y sin miramientos. De tal forma que puedo llamar a mamá pero papá ha pasado a ser una serie de números aleatorios completamente desconocidos. Intento entrar a contactos para medir la amplitud de la catástrofe. Pero mi wiko ha decidido que tampoco me deja. Y todo ello a una hora de irme a la playa a años luz de cualquier ordenador o módem que me solucione la papeleta. Tras cinco intentos de reinicios y de pedirle amablemente a mi Wiko que recapacite, acudo al Sr Lobo de las TIC, o sea a mi hermano. Mensaje de auxilio al grupo familiar del whatsapp cuyos miembros no reconozco más que por las minifotos de perfiles. O sea que bien podría estar comunicándome con cualquier otro grupo llamado familia García. Ya no están la  mayoría de ellos, son números y no más. Sólo queda mamá. Mi hermano abierto las 24 horas del día me da en seguida la solución. Al android se le va la pinza de vez en cuando así que sólo tengo que restaurar el móvil. ... ... ¿Restaurar el móvil es eso que se hace y que hace que el móvil se quede sin todo lo ocurrido y descargado a lo largo de estos últimos dos años y pico y que me vuelva a hablar en franchute como en nuestra primera cita? Dos años y pico, ahí está el problema. El wiko como cualquier otro aparato occidental made in china tiene programado su autodestrucción para cuando se acabe la garantía. Uuufff. Me tomo el finde para plantearme la reprogramación o sacrificar a la mitad de mis contactos. Difícil elección.

Domingo tarde. La decisión está tomada. Un teléfono que no me deja llamar a Papá no me sirve de nada así que he procedido a formatearlo. Y ha funcionado. He recuperado mi libreta de contactos, a papá, a los demás miembros de la family, a mi marido perdido también, ya vuelvo a comunicarme con gente con nombres y no sólo con números, vamos, que la operación ha sido todo un éxito. La pantalla del móvil se ha quedado pelada pelada completamente pero bueno nada que no pueda encontrar en la play store.

El caso es que animada por mi éxito telefónico me he lanzado a la ardua tarea de conseguir que mi marido conectara por fin el móvil al ordenador, cosa que lleva ya unos días intentando. Y NO, SEÑORES DEL SAMSUNG, NO HE TENIDO QUE DESCARGARME EL KIES PARA CONSEGUIRLO. O mejor dicho sí. Me lo he descargado y he tardado tres intentos en desinstalarlo de mi portátil. No quiero esa mierda en mi ordenador (y agradecedme que directamente no lo llame puta mierda).

Después de mucho bucear, esto es lo que lo ha solucionado ipso facto:

- configuración/ajustes; desarrollo; depuración de usb; desconectar. 

Y por ello, desde aquí quiero darles las gracias al Sr Lobo y a todos esos anónimos que nutren foros y foros al infinito con sus comentarios con el único propósito de hacernos la vida más fácil. A todos ellos, THANK YOU. ¡¡¡Feliz semana!!! :))





jueves, 2 de julio de 2015

Ikea

Mis fans y asiduos lectores ya estarán al tanto, pero para todos los demás, hagamos una pequeña retrospección. 

Verano de 2014. Aburrida como una ostra, encuentro casualmente en un supermercado de playa  entre las chanclas y los sudokus una novela de Wallander, un personaje del que he oído hablar en los foros de aficionados a la novela negra. En un arrebato, me lanzo a la aventura de leerlo. Porque descubrir a un nuevo personaje implica los mismos riesgos que cuando conoces a alguien, no se trata de descifrar una sucesión de vocablos y encontrarle un sentido sino que se establece claramente una relación interpersonal en la cual lo mismo te decepcionan como por el contrario acabas enamorándote y a partir de ahí entrará a formar parte de ti. No sé si me explico bien. El caso es que pronto descubro que me encanta. No sólo eso sino que a medida que avanza el verano voy devorando todos los Wallanders que pillo y siento crecer en mí una pasión incipiente por todo lo sueco. 

Lo que nos lleva al día de hoy. Tenía que ir. Ikea. Como suecófila, era un lugar de peregrinaje ineludible. Mi primera vez. (Bueno, realmente en Francia ya iba al Ikea pero no eran los mismos ikeas y no eran aquí y por aquel entonces tampoco es que me llamara tanto la atención lo sueco, de hecho lo sueco me sonaba a película de Esteso y esto ha sido una pasión tardía, tanto que me estoy planteando jubilarme en Suecia, los suecos aquí, yo allí, y así el mundo no se vuelca. No) 

El caso es que quería ir a Ikea y no sólo para comer albóndigas suecas con puré de patatas con grumos suecos y probar el café sueco y buscar a algún dependiente o dependienta sueco/sueca a ver a qué huelen los suecos y todo ello amenizado con las vistas al parking observando a maridos intentando meter en micromaleteros cajas enormes e imposibles bajo la mirada concupiscente de sus esposas. Sin embargo ni rastro de ningún sueco que trabaje en el ikea de Murcia. Una pena. No. Tenía que ir para dejar de imaginar cómo sería estar en un trocito de Suecia in situ. Y vivir allí no debe ser tan malo. En la planta de exposición me refiero. Es tan bonita y tan bien puesta. Y la verdad es que ha sido una experiencia casi mágica y me he traído un felpudo de la república independiente de mi casa y un corazoncito achuchable como souvenirs. 


Jag älskar Sverige!!! :))


miércoles, 1 de julio de 2015

Estampas de verano

Son las 6.51 de la mañana, hállome despierta y somnolienta y de madrugada y enfurruñada cuando ya por decreto no me toca, y es que lo de dormir y sudar puestos en este orden concreto es algo que llevo bastante mal a la par que me parece un absurdo despropósito. 
Echaremos siesta con  Castle. 


El niño en el carro tocando la pandereta con alborozo, la misma que le regalaron a su tía la del pandero de segundo premio, lo que viene a ser una pandereta de plata, el abuelo, sentado en la mesa de al lado entre menestra de verduras y rajas de melón, conmovido y animado por el arte táctil del postlactante carialegre, arrancándose por soleares a cantar villancicos de Navidad y así sentados en aquel bar, todos grandes y pequeños pusiéronse a celebrar con alegría y entusiasmo, la ansiada llegada del verano.