Si es que me acabo de cambiar la falda y me he puesto una más larga y me siento tonta no, retonta. Como cuando la monja Calimero (no me pidáis que me acuerde de cómo se llamaba, sólo recuerdo que era anormalmente baja y que con el velo claro y la túnica oscura pues eso, con todos mis respetos siempre a sus pies) corría detrás de las chicas por el patio de recreo si alguna llevaba una falda demasiado corta y cuando lograba pillar a alguna incauta, le bajaba la falda con el consiguiente destape por la parte de arriba de bragas y pantis. Aun a día de hoy no sé si Sor Calimero era consciente de que conseguía exactamente el efecto contrario a lo que se suponía que pretendía obtener. Lo peor del caso es que si llevabas una falda demasiado larga, te obligaban a remangarte la cintura. Total, que sólo se admitía la largura, largor o largueza decente estándar de falda. Y eso que el colegio no empezó a ser mixto hasta nuestro último curso allí.
Pues eso. Que me he acordado de Sor Calimero, de sus persecuciones por el patio, y de que desgraciadamente veinte y tantos años después sigo siendo una cobarde. Jo.
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