domingo, 17 de febrero de 2013

Quiet please, genius at work

Buenas noches a tod@s mis lectores y sobre todo a l@s fieles, l@s que se hallan en la perplejidad provocada por mi silencio, 

Haré un pequeño receso en el proceso para aclarar que por ahora mi silencio se debe sola y exclusivamente a un proyecto que acabo de emprender. Cuando surge una necesidad como esta, ha surgido y nada se puede hacer para evitarla o ignorarla. Porque todo lo que sea evitar el desarrollo de un proceso de esta naturaleza sólo puede repercutir negativamente en el transcurso de todas las demás actividades y genera habitualmente frustración e inquietud.

No diré mucho acerca del proceso en el que me hallo inmersa. Esta tarde buscaba frenéticamente el nombre de una máquina de gimnasio concreta y acto seguido me aseguraba de conocer bien las señales físicas externas características de una muerte por ahorcamiento. Reconozco que internet ha facilitado en un 1000% la tarea que me resultaba tan ardua en otras épocas. Quién sabe en qué estaré metida mañana o pasado; eso sí, admito mi inclinación por los asesinatos truculentos. Aunque no he dirimido aun si me conformaré con tres o necesitaré un par de cadáveres más.

No puedo adelantar nada más. Sólo sé que esto se irá como vino y que de mí depende llevar el barco a buen puerto.

Que tengáis una feliz semana, aunque recuerdo pocas ocasiones en las que se me hizo tan cuesta arriba llegar al lunes. Y es que nunca me apeteció tan poco,

Lo dicho, good night!!!

lunes, 11 de febrero de 2013

Satisfecha

Hay muchas clases de alegrías, tantas como momentos tiene el día. No sé, creo que por lo general suelo ser optimista y busco el lado bueno de las cosas, excepto cuando ovulo. Pero es que no conozco a ninguna mujer que no tenga ganas de matar cuando ovula.

Y hoy estoy contenta, y lo mejor es que yo misma soy el motivo de mi alegría y eso me hace sentir doblemente satisfecha. Es una satisfacción diferente a las demás, un orgullo que siento caliente por dentro, un amigo que me ha hecho fuerte de repente cuando más lo necesitaba, una válvula de escape, una isla donde refugiarme, hoy de pronto me he dado cuenta de que no soy tan chica y he vislumbrado un pequeño foco de luz, allí al fondo cuando pensaba que me sería imposible hallar el camino a ciegas y que estaba a punto de abandonar. Me he reído por Dios, ¿sabéis cuán maravillosa sensación es la de esa carcajada inesperada, asombrosa, esa que no esperas que vayas a soltar?

Estoy contenta. Satisfecha. Aunque sigo sorda. Y está haciendo el peor día de todo el invierno. Pero esa es otra historia.

Ah, y no pienso desvelar el final de la historia. Siento ser tan críptica ahora mismo, pero mis razones tengo,

Que todos vuestros lunes sean la mitad de buenos que este lo ha sido para mí,




El cuento del pez que se llamaba Blas by Gabriela

Era se una vez en el mar vivia un pez llamado Blas. Y un dia Blas le dijo a su madre. Mama como es el río podre ir alli porfabor quiero ir. I dijo su madre no puedes porque dijo Blas. Porque el río tiene agua dulce y tu eres de agua salada. Y Blas echo una queja pero yo quiero ir al mar y una noche se fue al río y vio a una carpa llorando. Y Blas le dijo porque lloras. Dijo Blas porque mi mamá me a dejado aqui sola. Dijo la carpa. Blas vio una trucha y le pregunto por donde se va al mar. Y cuando llego al mar su madre le dijo adonde. Avias estado estaba. Preocupada y Blas respondio porque lo dices estaba en el río dijo Blas.


Me gusta dejar constancia en algún lugar de lo que va escribiendo mi Gabriela. No sé. Puede que alguna vez tome mi relevo en este blog ;D!!!!

domingo, 10 de febrero de 2013

La página en blanco

Una de las ventajas de monologar es que puedes escoger cuándo, cómo y qué. El con quién es obvio. Otra de las cosas que me gusta de monologar es dejar que el pensamiento fluya por sí solo y que poco a poco aparezca ante tus ojos esa pequeña obra tuya, ese cacho de ti con forma de palabras. 


Cuando era adolescente, tenía el profundo convencimiento de que fuera cual fuese el tema, por absurdo que pudiera parecer, pongamos la mermelada, (yo siempre ponía la mermelada como ejemplo), era capaz de hablar sobre él indefinidamente, entretejer frases al infinito formando complicados entresijos de proposiciones y de sintagmas hasta conformar una larga y argumentada estructura, y todo ello por el mero placer de disertar. En aquella época, llegué incluso a escribir una obra de teatro muy influenciada por los musicales de los años 60.



Y vinieron las páginas en blanco. Horas dedicadas a la elaboración de sinopsis y árboles genealógicos, de mapas de provincias ficticias, dibujos. Semanas repasando el mismo párrafo hasta encontrar la musicalidad satisfactoria de sus vocablos como el loco de Grand, en La Peste de Camus y su imposible amazona a lomo de su caballo. Meses buscando el revés, "le tournant" que transformara la historia en algo extraordinario. Y de pronto, sin avisar, sin nada que dejara presagiar lo que iba a ocurrir, la hoja en blanco. La página en blanco puede surgir desde la primera frase aunque también hay veces en que te deja escribir y escribir, durante semanas, meses e incluso años, alentándote con su ausencia. Admito que pocas cosas, puede incluso que sea ahora la única que de verdad me frustra, por arbitraria e injusta. 


Pero pese a la página en blanco,  aquí sigo, como no he seguido en ningún otro sitio jamás ni antes ni después, el único sitio donde tengo la seguridad de que seguiré siempre, aguardando pacientemente el dichoso día en que ella me deje poner el punto y final.










sábado, 9 de febrero de 2013

Las abuelitas voladoras

Me encantan las abuelitas voladoras. 

Las abuelitas voladoras son esas señoras que por fin han alcanzado esa edad dorada en el que ya no necesitan ocultar el color de sus canas ni su miopiastigmatismo detrás de lentillas imposibles para parecer más floreros que ninguna, esas señoras que después de haber aguantado tantas vicisitudes, el yugo paterno y luego el marital, los embarazos, las crianzas, las crisis de los 40 conyugales y las propias menopausias han alcanzado por fin esa edad maravillosa en la "YA PUEDO HACER LO QUE ME DA LA GANA!!!!".


Y por supuesto, yo de mayor, quiero decir mayor que ahora, se entiende ¿no? quiero ser una abuelita voladora. Podré decir lo que me dé la gana así como el que no quiere la cosa, y al oírme la gente me mirará con ternura o sorpresa pero nunca con reprobación y por supuesto que nadie criticará ni malinterpretará mis palabras sino que las llamará "voz de la experiencia" o "chocheras". Podré colarme por fin en todos esos sitios donde acostumbran a colarse las abuelitas voladoras, bien sea en la cola de los churros, en el frutero, en la cola para el médico, o ¿dónde más? Tendré que trazar un plan de acción.  También podré subirme al autobús y poner mirada de corderito degollado acompañada de un lamento sordo pero muy lastimero hasta conseguir que me dejen un asiento. Como probablemente por aquel entonces la casta inútil de políticos que nos gobierna habrá conseguido que no nos jubilemos antes de los 80, seguiré trabajando pero tendré el derecho constitucional a llevarme mis tareas de punto a clase y a echarme la cabezadita de todas las mañanas justo después de mi tazón de Eko con sopas de pan (porque a mí me tendrán preparado un bote de Eko, por supuesto). Por supuesto que mis lecciones estarán plagadas de alusiones, anécdotas y fotos vergonzosas de todos los adorados miembros de mi familia. Estaré probablemente medicada hasta las cejas, y los efectos placenteros "sonrisa feliz" unidos a una analgesia casi total me permitirán por fin practicar esos deportes de riesgo a los que nunca me atreví siendo más joven. 

Porque eso es lo bueno de ser una abuelita voladora, que puedes realizar los actos más estrafalarios, desde ir en calcetines al trabajo como la Trixie de La conjura de los Necios como ponerte a restaurar el Ecce Homo de Borja, reírte a voces en el programa de Juan y Medio, y acatar religiosamente  todos los mandatos de las páginas del Facebook dedicadas al grupo de "Señoras que..." nadie cuestiona los motivos por los que lo haces, simplemente eso es lo que se espera de alguien como tú y eso es lo realmente fantástico de todo esto!

Creo que si llego algún día, ¡prometo intentar dejar el pabellón de las abuelitas muy alto! 

Y hasta aquí mi homenaje a las abuelitas voladoras...

A veces no sé si tengo 5 ó 100 años.





Etiquetas

Acabo de etiquetar el 99% de las entradas de este blog, el 1% restante siendo absolutamente inetiquetable y me siento como si hubiese hecho limpieza de primavera (obviando que es febrero, claro) en este rincón. Es que llevaba varios días como inquieta sin poder definir claramente la fuente de mi inquietud, y era eso exactamente, ese batiburrillo de entradas y de palabras sin conexión aparente entre ellas.


Sí, creo que la pérdida de tiempo libre ha sido producente. Y es que dentro de mis desórdenes siempre me gustó mantener un orden, o sea que soy lo que el común de los mortales conoce como una desordenada aparente.


Bueno, sigamos pues...


viernes, 8 de febrero de 2013

Seis horas

El miércoles hubo seis horas de mi vida que me robaron a traición y que no pararé hasta recuperar.


Fue después de comer, las crías estaban todavía sentadas a la mesa cuando llegué, incluso la pequeña cómo no y después de pedírmelo amablemente a su manera, cogió unas cuantas pinchadas de mi plato.


Fue cuando me levanté; el mundo empezó a moverse de un lado a otro y me tuve que sujetar a la silla. No era una sensación que desconocía, pero no a esas horas, no en ese momento, me acordé del crucero, de la mañana después del desembarco, cuando tras despertarme, al ponerme de pie me tuve que sentar y agarrar a las sábanas de la cama esperando a que se decidieran a parar el ir y venir del suelo y de las paredes de mi dormitorio.


Me refugié como pude en el sofá, creyendo que sólo necesitaría unos minutos para recuperar el equilibrio. Seis horas duró mi postración. Sólo seis horas en el fondo. Puedo darme con un canto en los dientes. Pero la impotencia que sentí, la frustración al perder todo control sobre mi cuerpo, a que este se negara a hacer nada de lo que le pedía, a que sólo pudiera estar así, postrada en el sofá en posición decúbito lateral, cerrando los ojos para marearme lo menos posible, porque cualquier intento por levantarme y realizar los actos más elementales se había convertido en el vaivén absurdo y vomitorio de este pato borracho y mareado, y el pensar, porque creo que lo que lo jode siempre todo es pensar, pensar que una vida así debe ser la muerte en vida o como vivir muerto, acostada en un sofá sin apenas poder moverme y sin embargo consciente en todo momento y viendo y oyendo cómo los demás viven y se mueven y siguen con sus vidas, presa de un cuerpo que no quiere responderme y que rechazo, no sé si sería capaz de aguantarlo. Y sólo fueron seis horas.


Sé que puede sonar a chulería y que tenga que tragarme tarde o temprano mis palabras pero el propósito de este post es sola y exclusivamente recordar esas seis horas, que eran mías y que me fueron arrebatadas, robadas, despojadas sin previo aviso y a traición y las quiero porque me acuerdo y me da mucha rabia y mucha impotencia y haré lo que haga falta pero no pararé hasta recuperarlas.


¡Buen finde!







 

lunes, 4 de febrero de 2013

la casualidad

Hier vers neuf heures vingt je me la coulais douce. 

"Se la couler douce" es una expresión un poco difícil de traducir de formar literal. Si quisiera provocar un poquito, ¿yo provocar? ¿cuándo?, diría que couler es correr, es decir, que el significado literal sería algo así como corrérsela suave. Y mi audiencia subiría en un 1500% en pocas horas. Pero no olvidemos que mi padre lee este blog así que es altamente improbable que la frase signifique que anoche a eso de las nueve y veinte me la estaba corriendo suave, sea cual sea la manera de interpretar esto. Pero es que anoche a eso de las 9:20h estaba sentada tranquilamente en mi sofá y pensando que en diez minutos iba a empezar el Jordi Évole en Finlandia y me moría de curiosidad por descubrir por qué Finlandia es la panacea educativa y España el infierno.

Y de pronto ocurrió. Un pitido muy agudo, estridente, desde la cocina me hizo pegar un bote y correr hasta la cocina, desgraciadamente no a tiempo de impedir que un violento chorro de vapor y de caldo de fideos que escupía desde un recoveco abierto de la goma la olla a presión me lo estuviera poniendo todo perdido a la par que la llama furiosa que salía del quemadero tomaba tintes de incendio doméstico. Sí, me explotó la olla, como digo yo, a las 9:21 y me llenó toda la cocina de una capa líquida y grasienta de esencia de fideos.


Pero como tengo tele en la coci, me acordé de la Ley de Murphy y del Karma y me dispuse sin más remedio ni dilación a limpiar la cocina mientras anunciaban ya el programa.


Habiendo limpiado y recogido la coci, me senté en el sofá pero en poco menos de dos minutos, oímos un grito conocido que venía de la primera planta. "MAMIIIII, PAPIIIII, LA ISA SE...." y pensé acto seguido que los señores Murphy y Karma eran unos cachondos y que esta noche estaban de guasa y tenían ganas de juerga. La peque en un golpe de tos había regurgitado parte de los alimentos ingeridos y por lo tanto sin otro remedio ni más dilación nos dispusimos a limpiar y cambiar y volver a acostar a las niñas. 


Lo sorprendente es que entre pubs y anuncios pude ver todo el programa. Y me encantó. Y lo estaría comentado ahora si no fuera porque a las dos de la mañana de nuevo un grito rasgó la noche. Descalza y sin calcetines (no me gusta dormir con calcetines; bueno, sólo si hace mucho frío) llego corriendo hasta el cuarto y no me doy cuenta hasta que no lo estoy pisando... bueno ahorraré los detalles. Ahora era mi grande la que se había puesto mala y de hecho, según el diagnóstico del médico, tiene anginas y añado una fiebre horrible que la deja muy abatida. Su padre le dio Dalsy y me metió a la pequeñaja en la cama (qué tos, y se mueve más que la compresa de una coja, mae mía y tan chica como acapara todo el edredón, la Vi!) para quedarse con la grande y controlarle la fiebre.  


Bueno, ya nos estábamos mosqueando con los dos acólitos porque todo sea dicho, estas noches blancas mejor en finde que no en vísperas de lunes, pero cuando nos hemos levantado, abierto el frigorífico y nos hemos dado cuenta de que la luz estaba apagada... Sí, el frigorífico murió por la noche, aunque desconocemos los motivos, las circunstancias y la hora exacta. ¿Sabéis lo que significa que muera un frigorífico con el congelador lleno de comida en mitad de la noche?


No sé. Hay días en que todo sale perfecto y otros en que todo sale torcido. Y cuando ocurren así no uno, ni dos sino cuatro incidentes o hechos desafortunados seguidos, siempre me pregunto si atendiendo a los puristas de la ciencia esto de verdad sólo se puede achacar a la purita casualidad.


(Mi teoría es que como hoy tenía dos exámenes, la suma de todos los rezos y plegarias de cuarenta y ocho almas inocentes juntas ha obrado la desgracia. Eso o una sesión de vudú... o la alineación de los planetas... en fin... que me da igual, que nos quedemos como estábamos y que no vaya a más, ¡y ya está! ¡Y me voy que estoy de guardia!)

Good night!!!

domingo, 3 de febrero de 2013

Otro baneo más, uuuf

Si nunca os han baneado o sencillamente desconocéis el término (¡beato te!, como dicen los italianos o lo que es lo mismo, ¡qué suerte la tuya!) digamos que banear a alguien de unos foros, redes sociales o cualquier otro ciberlugar viene a ser como cuando el señor portero os pide amablemente que abandonéis un bar o una discoteca pero sin pedíroslo amablemente. De pronto y sin saber muy bien cómo, estáis simple y llanamente fuera. 


Y eso fue exactamente lo que me sucedió ayer por la tarde mientras mantenía una simpática charla por twitter.


Los que me conocéis sabéis de sobra cuán extraordinaria es mi faceta dialogante, casi proverbial, cuán tranquila, afable y humilde es mi dialéctica y ahí estaba yo tan pacíficamente parloteando de esto y de aquello, intentando argumentar mi punto de vista con coherencia y huelga decir sin vehemencia a unos contertulios que acababa de conocer, la cual cabe añadir que les parecía totalmente discrepante, cuando de repente y a punto de mandar un último tweet, apareció el fatídico mensaje :

tu cuenta @xxx.xxx se encuentra actualmente suspendida. Para más información...


La mayoría de vosotros ha pensado sin duda aunque sólo sea por unos segundos que semejante escarnio se debió indudablemente a alguna indecorosidad cometida por mi persona o que de alguna manera y sin percatarme tuve que cruzar la línea roja de las normas de uso, pero eso es absolutamente incierto.

Trataré de resumiros el desarrollo de los acontecimientos acaecidos, no os lo relataré pormenorizadamente para conservar el anonimato de mis otras llamémoslas "identidades"; lo que sucedió es que la nula capacidad de mis contertulios  por percibir y disfrutar la mordacidad de mis comentarios (he de subrayar el hecho de provenir de Almería donde el sentido del humor es muchas veces incomprendido debido a las cotas de agudeza que puede alcanzar), la nula capacidad por reaccionar positivamente ante la  evidencia de mis argumentos esgrimidos se conjuró con la sutileza de mis sentencias afiladas como cuchillos y esto los apabulló; la impotencia y resentimiento generados inconscientemente por mi desparpajo  les condujo a acallarme de la manera más cobarde y ruin posible en el ciber espacio, o sea denunciándome para que me banearan.

Y los moderadores del twitter a los que parecen no remunerar demasiado por su trabajo, en lugar de comprobar que efectivamente estaba ejerciendo mi libertad de expresión de pleno derecho sin perjuicios de las normas establecidas ni corto ni perezoso me suspendieron la cuenta. Y realmente podría haber usado alguna de las otras tres, o simplemente haberme creado otra pero cuando uno se encuentra con unas mentes tan cerriles, tan poco adaptadas al diálogo y tan infantiloides que ante cualquier contradicción hacia el pensamiento "único" que defienden acuden raudos y veloces al instrumento de censura que tienen más a mano, cualquier intento por hallar un punto de discusión desde el cual poder dirigir la plática es una pérdida absoluta de tiempo.


Además, y sé que os he sorprendido al revelároslo en el título de la entrada, no es ni mucho menos la primera vez que esto me sucede.  ¡Hélas! Y si la primera vez indigna, las demás son simple rutina.


En fin... Os informaré, claro está, de cualquier novedad al respecto y si se me levanta por fin esta injusta sanción!!

Un pacífico y amable saludo a tod@s,


Días de viento, de aire y de aguaviento

Se ha vuelto a levantar el viento o el aire, como dicen aquí. 

Es esta una expresión curiosa, anómala, preciosa por diferente a las demás, que choca a los puristas de la significación que no entienden lo de que hace aire, porque aire siempre hay, el aire está aquí, nos rodea, es estático, no se mueve; pues no, siento confirmar que en días como hoy no lo es, de hecho hoy hace un aire de mil demonios, del que de vez en cuando hace temblar los cristales del salón, del que ulula y aulla sin parar, llenando las calles con sus reproches y lamentos. 
 

Por estos lares no llueve ni nieva nunca, sólo hace aire. Aunque ayer por un breve espacio de tiempo estando yo haciendo la plaza, se cubrió el cielo y el aire empezó a echar agua en forma de lluvia fina a la exclamación de ¡oh, aguaviento! de los transeúntes. Pero eso no es lo normal. Puede que cuando estos cerros estuvieran recubiertos de encinares, el aire aun no existiera. O puede que fuera el aire y no las minas el que se llevara a los árboles. 


El mismo aire que se lleva a alguna gente, ese aire que dicen que les da de repente a algunos y se les va la cabeza. Tras un exhausto examen, el médico forense dictaminó que le había dado un aire y que por ello se ahorcó.


Pero a mí lo que de verdad me inquieta del aire es ese recuerdo que aun conservo. 


Hace años, viviendo en Bron con mi tía, en el primero de los dos pisos que habitamos, el que estaba frente al parque donde está el fuerte, una tarde gris y lluviosa porque allí sí llovía, pues una tarde volviendo del instituto al bajar del autobús y subiendo la última calle, tuve una revelación. Moriré aplastada por la caída de un letrero en un día de mucho viento. Allí hace viento que no aire. Mejor dicho, moriré por un traumatismo cranoencefálico severo provocado por el golpe de un letrero al arrancarlo el viento. No vi qué letrero era, no presté atención al detalle pero supongo que era de un tipo muy común, ni tampoco vi en qué momento ni en qué país ocurriría mi desgracia. Pero desde entonces, en los días de mucho aire, y cuando no me queda más remedio que salir a la calle, miro con recelo cada una de esas pancartas y letreros intentando averiguar cuál será el funesto objeto de mi desgracia que puede que de tanto mirar hacia arriba acabe cayendo o atropellada, quién sabe. Pero de ocurrir lo que me fue revelado, no digáis que no os lo dije.


¡Feliz y ventoso domingo!

Evocaciones de una copa de vino


 Algunos deseos se fraguan sin que la mente tenga un recuerdo consciente del momento en el que surgen; a lo largo de las horas el deseo incipiente va penetrando lentamente uno a uno sus recovecos, los colma con la promesa de un placer conocido, la azuza con su evocación y la irresistible tentación de volver a experimentarlo.


Acaba el día, y sentada a la mesa, levanto mi copa, el vino sólo cubre una cuarta parte, pero aun así es tan espeso y oscuro que apenas veo al trasluz; la acerco a los labios, su olor invade mis narinas, saboreo ese primer sorbo fuerte, ácido y dulce, dulce y amargo, que se pega a toda la boca por dentro y recorre mi garganta, se derrama por ella dejando tras de sí un reguero de reconfortante calor.


Hay vinos recios, viriles, de mucho cuerpo y sabor intenso a madera de barril y a sándalo, esos me imponen, me cohiben e intimidan,  y luego están los jóvenes caldos con un acidulado sabor a fruta roja, esos son mis preferidos. Pero en realidad eso no importa.

Sorbo a sorbo, el vino ralentiza el tiempo, es tiempo de confidencias, las palabras se vuelven íntimas, se embriagan, se hacen risueñas, sí, se ríen, el tiempo se ha parado del todo hace rato y con él el mundo en la levedad de la copa.

Estás satisfecho pero rendido, te encuentras por fin fuera del mundo y a salvo, y este instante es sólo tuyo. Y por ello siento ahora mismo la irresistible tentación de una copa de vino.


;P Buenas noches!!!