Mientras viven, hay cicatrices que duelen. Por lo general, no se trata de un dolor patológico ni crónico. Pero en momentos puntuales esas cicatrices duelen. La primera vez que te duele la cicatriz de una herida olvidada no entiendes muy bien lo que pasa, incluso puede que te asustes, hasta que te fijas y te das cuenta de lo que te ha recordado su presencia con un calambrazo. Estoy segura de que todos los que portan alguna cicatriz han sentido ese pinchazo; muchas veces se achaca a un cambio en la presión atmosférica, un aumento de la humedad o como anuncio de una tormenta. Yo creo que las cicatrices sólo pretenden recordarnos que están ahí y el motivo por el que lo están. No me avergüenzo de mis cicatrices. Al contrario. Son señales de que una vez pasé por algo duro que de una forma u otra superé. Son marcas de mi fortaleza. Hay cicactrices que se ven y otras que no. Hay cicatrices que acaban muriendo con el tiempo.
Ayer sentí calambres en una de mis cicatrices. Y luego pensé en otra cosa. Que sirva esto como introducción a mi siguiente post.
Ayer sentí calambres en una de mis cicatrices. Y luego pensé en otra cosa. Que sirva esto como introducción a mi siguiente post.
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