Pues en aquellos días su mayor preocupación se redujo a un flequillo. Un flequillo indomable finalmente aplastado a base de pasarle los dedos, de puntas tan secas como la paja y más tieso que una mojama, que es como los habitantes de este país se refieren al estado de tiesidad o tiesura. Y no es que la tiesura sea un estado que me suela preocupar, al contrario, es un estado harto divertido, pero no cuando nos referimos a mi flequillo, que más que una mojama, y si me empeño, bien podría adoptar la apariencia del flequillo de Mary, sí, la misma, la que se echaba gomina orgánica, y volvemos a la tiesura;
no, no me preocupaba la comunión, ni el disfraz de Campanilla de la una, ni el de Dorothy de la otra, ni el ir y venir de los miembros de mi familia a habitaciones de clínicas y hospitales, gracias a Dios sorprendentemente y en última instancia con pronósticos inocuos, ni tampoco los 41 correspondants bretons que no correspondían con sus ídemes macaeleros, ni siquiera la perspectiva de acabar mi carrera docente dando clases en barracones prefabricados, ni tampoco el ver a mi jefe esta mañana y olvidarme de darle un beso, ni tampoco que había decidido retomar el otro blog con su parte de tiempo que no tenía, que dedicarle, ni siquiera las dudas que empezaban a resurgir ahora que lo tenía todo tan claro;
No. Lo que de verdad me preocupaba era mi flequillo, el no poder cortarlo o rapármelo, y que al hablarme y mirarme, nadie se fijara en nada de mi persona más que en mi flequillo, en su rebeldía, su sequedad y su imposible e insoportable tiesura!!
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