Hay sueños que duelen. Mucho. Es que si lo piensas bien, es increíble lo mucho que pueden llegar a doler algunos sueños. Sí, sueños de esos de soñar de noche con los ojos cerrados durmiendo en tu cama, esa clase de sueños. Sobre todo cuando el día después te vas dando cuenta, bueno, a menos que seas un poco imbécil o un poco tonto, de que lo que has soñado no ocurrirá, y si ocurrió alguna vez, no volverá a pasar. Lo siento mucho. Hazte a la idea. Venga, ponte la mano en la boca para que no se te escape el sollozo. Es inútil. Pregúntale a tu cabeza para qué cojones los sueña, si por algún motivo disfruta amargándote la existencia, que si no aguantas ya suficientes gilipolleces al cabo del día para también sufrirlas en silencio de noche. Hemorroides mentales. Si tienes suerte, los retintines sólo durarán un día. Un día probablemente interminable y bastante doloroso del que crees que no saldrás jamás. Eso si tienes suerte. Hay gente que vive su existencia entera atrapada en la utopía de un sueño. Después de lo mucho que te costó despertar y levantarte, ahí tienes a tu mente, en claro retroceso. Ayer tuve un sueño de esos.
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