Tantas cosas por hacer. Bueno realmente no. Cena en casa de mamá y comida mañana en casa de mi suegra, llamadme aprovechada si queréis, que me va a dar igual, regalos los justos, para los niños, tan inocentes y tan bonitos, y ya mandé el Xmas el otro día a todas mis redes sociales. Ya sólo falta devolver felicitaciones, dar muchos likes y casi que ya.
Para variar, la mañana ha amanecido con unos tíos contratados por el amorfo de al lado con cazadoritas negras y gorritos negros haciendo ruidito con una sierra eléctrica y un mazo. Desde hace dos años, contrata a tíos por las pintas y para hacer ruido. Si es que no hay nada peor en esta vida que ser feo, malhecho, analfabeto, dar asco cada vez que abre la boca y tenerla pequeña. De nada. Feliz Navidad.
Pero hoy nada me va a quitar la sonrisa. Porque es Nochebuena. Y es una noche fantástica.
Me he pasado por el portal. El de Belén no, el de Almanzora. Nostalgia de otros tiempos en los que nos tomábamos unos minutos para felicitarnos la Navidad. Nada. Hace tiempo que el espíritu navideño dejó de pasar por allí. Una pena. En fin.
El felicitarse la Navidad, independientemente de lo ateofashion que sea cada cual no es malo. Incluso podría tomarse como algo bonito. Es simplemente desearse los unos a los otros que por unas horas sean todos felices. Eso no puede hacerle daño a nadie. Son buenos sentimientos.
De mis Navidades pasadas, lo que echo de menos es pelar los ajos de la pata de cordero. En casa de mi abuela, ya por la tarde, al volver del café, mi madre me encargaba pelar los ajos, cosa que hacía junto a la chimenea, viendo la peli de turno de la uno y mi abuela sentada en su sillón. Parece una tontería pero me gustaban aquellos prolegómenos y el lado de la chimenea era el único sitio donde no pasaba frío.
Venga jóvenes, que hoy toca seguir creando recuerdos, que si no nos vemos antes, desearos a todos que paséis una dulce Nochebuena!! Y ¡¡Feliz Navidad!!
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