"No hay nada peor que un tomate sin sabor" es una de esas sentencias mías de cuando estoy inspirada, lo cual sucede normalmente en alternando. Recuerdo perfectamente la escena. Una pinta de cerveza rubia en aquella taberna pseudoirlandesa y como tapa el tomate más insípido y por consiguiente infame que me hayan servido nunca. Puaj.
Y el Señor creó el tomate Raf y ya no hizo falta esperar al verano para llevarse a la boca un tomate sabroso. El bueno es el pequeño, de carne firme, de color verde oscuro. El que Tomás, que ahora resulta que es primo del otro Tomás, el cura, o diácono, u obispo, vaya usted a saber, llevaba ya dos semanas sin traer sustituyéndolo por el primo hermano del Raf, que es más grande, más gordo y menos colorido. Pero con aceite y sal no está mal. Tampoco quise preguntar. Cada cual tiene sus razones para hacer y deshacer.
Claro que esta mañana me he acercado al mercado más tarde de lo habitual. A eso de las diez. Y estaba yo acabando la compra y a puntito de ir a por los churros cuando Tomás me ha sacado aquella caja negra preciosa de letras doradas y al abrirla contenía los tomates Raf más bonitos del universo. Bueno, exagero. Sólo eran tomates. Pero sí que era Raf del que me gusta a mí llevarme. Y entonces esa señora llena de alhajas de oro ha surgido no se sabe muy bien de donde ni cómo pero justo en el momento oportuno para reclamar su caja de tomate Raf. Que resulta que el hijo que estaba de visita supuestamente había ido a casa del mismo frutero a encargarle la caja de tomates (la que por ahora ya era mía) porque llevaba un año soñando con los tomates (pobrecillo) y que al nene le encantaba el tomate bueno (reitero, pobrecillo. ¿Y a quién no?).
Y entonces me salió la vena de mi abuelo. Señora, ¿quiere usted compartirla? Oi, es que mire usted, la necesito para hoy y entera, que mi hijo lleva un año blablabla. Mire, señora, yo ese tomate me lo llevo cada vez que hay, que se lo diga Tomás aquí presente, llevamos desde octubre consumiéndolo en casa a espuertas, tanto que a veces hasta se nos echa a perder de tanto Raf que me llevo y es que uno se cansa incluso de lo bueno, así que no pasa nada, señora, llévele la caja noire a su pobre nene que lleva un año sin comer tomate. De nada. Ains...
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