La calle en la que se ubica el edificio donde viven mis padres corre paralela al río, ahí debajo, y entre la calle y el río abajo, un murete no muy alto apenas impide que uno se asome y pueda caerse.
Tenía el coche aparcado ahí, contra ese murete, y en un momento dado me tuve que subir en su parte más baja, apenas unos cincuenta centímetros, para poder abrir la puerta del coche y meter la silla de la niña. Era de noche, apenas se veía nada, pero recordé en un segundo que me hallaba a un tropiezo de caerme unos cuantos metros, y entonces empecé a notar los temblores y el mareo, y el impulso de precipitarme al vacío, y me tuve que bajar deprisa. Mi vértigo es como ese murete, que apenas me impide caer al abismo.
Tenía el coche aparcado ahí, contra ese murete, y en un momento dado me tuve que subir en su parte más baja, apenas unos cincuenta centímetros, para poder abrir la puerta del coche y meter la silla de la niña. Era de noche, apenas se veía nada, pero recordé en un segundo que me hallaba a un tropiezo de caerme unos cuantos metros, y entonces empecé a notar los temblores y el mareo, y el impulso de precipitarme al vacío, y me tuve que bajar deprisa. Mi vértigo es como ese murete, que apenas me impide caer al abismo.
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