Llevaba un año temiéndole. Realmente ignoro lo que mi mente no más perturbada que de costumbre esperaba que ocurriera, una especie de aniquilación de algo, un exterminio, un fatal desenlace, NO.LO.SÉ, pero de tanto rememorar mentalmente la funesta fecha, de tantas cuentas atrás efectuadas, del derecho y del revés, que de pronto me ha quedado un relajo al darme cuenta de que no ha ocurrido absolutamente nada.
O puede que sea cierto el rumor que llegó hasta mí aquel día de hará ya quince o veinte años, cuando para asombro mío, esa buena vecina y amiga de mi madre cuyo nombre vamos a obviar, me preguntó con insistencia y reiteración cuál era mi fecha de nacimiento y se puso a contar con los dedos y delante de mí los nueve meses que habían transcurrido hasta entonces imagino que para averiguar si había sido engendrada antes o después de la boda. Puede que realmente fuera gestada un año antes y escondida en un baúl mientras mi madre viajaba de soltera con aquella pareja de paisanos a modo de carabina en el crucero que la llevaba de Buenos Aires a Barcelona para casarse.
Claro, ahí está. Eso explicaría que me haya antecedido exactamente doce meses a una crisis que no ha dejado tras de si más que la vuelta del viento y un agorero dolor de muelas pues por lo demás todo sigue igual o más tranquilo incluso.
Ya pasó. Ahora a llamar al dentista.
(PD: espero que no les dé un soponcio a mis padres cuando lo lean. Ha sido mera especulación en busca de una posible respuesta. ¡Buenos días!!!)
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