Ayer por una de esas casualidades de la existencia, me la encontré en la cola para subir al gusano. Iba comiéndose de la barbe à papa (algodón de azúcar) y al verla sonreí. Pero no nos saludamos. El compartir un rato de parque juntas a comienzos de verano no nos otorgaba la confianza suficiente como para saludarnos. Habría sido raro.
Aquella tarde, una de esas en las que a las ocho todavía es de día, busqué refugio en un banco a la sombra desde el cual podía no perder a las niñas de vista mientras buceaba en mi wiko. De pronto, se me planta al lado una niña, dos o tres años mayor que las mías, con esa mirada extraña de ojos agrandados por los cristales de sus gafas de hipermétrope de pasta azul eléctrico. La miro de reojo, tan poco acostumbrada como estoy a que se me acerque nadie y sin qué ni por qué, empieza la niña de los ojos agrandados a hablarme. "Es que son demasiado chicas para mí" refiriéndose problablemente a las bandadas de niñas que corren de un lado para otro ante nosotras, y acto seguido se saca una muñeca de no sé dónde, de la que me es imposible recordar el nombre pero sí que ella me lo dijera y empieza a peinarla mientras me pregunta sobre mis hijas. No me queda más remedio que contestarle, lo contrario habría sido una descortesía por mi parte, cuando de repente aparece un niño con la misma mirada gigante, el pelo tan tieso y castaño como el de su hermana pero mucho más corto y aparentemente más joven que ella que se me planta delante y me pisa un pie. Mi nueva amiga me informa de que se trata de su hermano,el cual no habla ni una palabra pero no se inmuta ni un ápice mientras me pisa. La niña sigue con su interrogatorio por unos minutos hasta que no lo resisto más y le pregunto en un tono neutro al niño la razón por la cual me está pisando. Me mira con esa mirada extraña y retira el pie. Creo que entonces fue cuando vino otra bandada pero esta vez de mujeres a por los dos hermanos.
Pues ayer los vi a los dos. Se subieron en el vagón de delante junto con otro chico de la edad de él, a lo mejor un primo también portador de gafas, y el joven encargado de los tickets tuvo que acercarse a ellos unas cuantas veces antes de que arrancara la atracción para decirle el niño de la mirada gigante que dejara de agarrar los muelles gigantes a modo de antenas del gusano.
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