Al otro lado del espejo, en mi pequeño universo personal, están mis alumnos y su particular inventiva para crear vocablos. Y eso me encanta y siempre me pone una sonrisa en la cara. En diez años, hemos ido del Paco bueno, al salvaje, pasando por el demonia de rigor, hasta llegar al actual ok ([ɔk]) pronunciado con la única finalidad de provocar la más honda furibundez en el interlocutor o interlocutora. No lo he entendido hasta hace un par de semanas cuando por fin mis alumnos de tercero han tenido a bien explicármelo. Y ya lo he puesto en práctica con mucho éxito. Anuncio que en estos últimos días en los que han vuelto los exámenes "en serio" suena con fuerza amargación. Y es un término que me encanta como me encanta ese proceso de creación y surgimiento de la palabra, esa que los decrépitos y polvorientos académicos de postín intentan controlar, dogmatizar e instituir y que sin embargo surge con la naturalidad más simple en mi pequeño universo.
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