Ya está. Se acabó por este año. Mis diez catequendi (realmente no sé cuál es el nombre que se les da a los alumnos de catequesis) se han despedido de mí al salir hace un rato de la heladería de Los Valencianos enfrente de la Iglesia. Con un frío espantoso, nos ha llovido, nos ha granizado a la vez que hacía un sol esplendoroso, me han jurado que sus madres los dejaban tomar helados a pesar del frío. Un clima digno de los grandes episodios bíblicos. Mentira cochina. Ni se han despedido. Y no les he echado tampoco mucha cuenta, porque si Dios quiere, dentro de unos pocos meses, estaremos de nuevo de vuelta en nuestra aula.
El cómo he llegado a catequista, que no haya sido por intervención divina, es un misterio. Sólo sé que me resultó incómodo encontrarme tan cerca del padre cura pidiendo un voluntario para otro grupo de catequesis y que nadie se diera por aludido. Me resultó absolutamente incómodo. Pero que fuera yo precisamente a la que viera levantando la mano y ofreciéndome como voluntaria me sorprendió hasta a mí.
No he sido educada religiosamente a la usanza de esta república bananera. En Francia no te dejan hacer la Comunión siendo tan joven. Tampoco la Primera Comunión implica el circo que se forma aquí. La Religión está excluída de las aulas y son los padres los que deciden realmente si quieren que sus hijos reciban ese tipo de enseñanza sin que la Primera Comunión sea un objetivo sino más bien un paso natural al que llegan algunos libremente.
Por qué me vine a este país de salvajes, Dios mío.
Mi hija será probablemente una de las niñas vestidas de Primera Comunión más hermosas que haya habido nunca. Pero ese no habrá sido el propósito. Creo en Dios como siempre lo he hecho, eso es todo.
Pero claro, yo lo que son las extrañas costumbres que tienen aquí como lo de saberse de memoria el Dios te Salve, o el Gloria, o el recitar el Padre Nuestro en castellano, pues son cosas que no llevaba demasiado bien hace unos meses. Lo que no saben estos mengajos es lo mucho que he aprendido garcias a ellos.
En cuanto a mis diez catequendi más una, he gastado más energía en una sola hora con ellos los martes que en una semana de clase. He acabado agotada, afónica, enfurecida, cabreada, pero curiosamente he vuelto a la semana siguiente. He hecho y deshecho todo lo que he podido por no perder una sola hora con ellos cuando podría haber alegado en más de una ocasión motivos de trabajo (reales). Y no lo he hecho!!! (Y creedme que yo he sida la primera en sorprenderme de mi inusitada constancia)
Así que he llegado a la conclusión de que todo eso debe revelar del milagro, un micromilagro que queda entre Él y yo.
Feliz puente de Mayo!!
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