viernes, 18 de mayo de 2012

Romain

Un nombre escrito en un libro de texto puede reflotar a la superficie de los recuerdos una parte olvidada de ti.

Se llamaba Romain y fue un pequeño oasis en mitad de aquella larga travesía de dos años que pasé en Francia en casa de mis tíos preparándome "le Bac". 

Estaba en Première (3ºde BUP aquí) y realicé las prácticas obligatorias en mi antiguo colegio Jeanne d'Arc, a Genas-Azieu. Estuve cinco días yendo a Genas para asistir a las clases de inglés. El colegio había cambiado. Ya había chicos. Había salido de allí con catorce años, ahora contaba 16, y en mi cabeza era mayor, mucho mayor que aquellos alumnos a los que iba a impartir algunas clases. 

La memoria, y la mía en particular, es increíblemente "farfelue" (=estrambótica) y tergiversa, agiganta e idealiza, o al revés, a voluntad los episodios más triviales. Y soy incapaz de recordar nada de aquel "stage" excepto Romain.

Nos encontramos en el autobús que me llevaba a Bron. Ahí fue donde hablé con él y tuvo que ser más de una vez. Era alumno de Genas Azieu, iba al colegio y yo al liceo, era un niño!!! Tampoco recordaré nunca su cara ni su voz tal y como eran, sino las impresiones que me dejaron, y debía ser muy guapo, moreno de ojos oscuros, y su voz debía ser amable, aunque también traviesa. Pero no más traviesa de lo que podía ser un crío de catorce años. Después de aquella semana de prácticas, no volví a ver a Romain. Me llamó pero ya no recordaré las palabras que nos intercambiamos durante esa llamada para quedar e ir al cine juntos. Ni tampoco recordaré por qué al final rechacé su invitación.    

Pero fue un bonito detalle por parte del azar ponerme a un Romain durante aquella travesía. Y todavía se me dibuja una sonrisa al acordarme de él. 

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