domingo, 9 de septiembre de 2018

El día que me cargué el candy crush saga

Han pasado tres años desde que publicara una entrada que resultaría ser la última. Y lo hice hablando de "penecillos".

Claro que de haber sabido que era mi última entrada, habría escrito algo épico, asombroso, con un punto lacrimógeno, intriga y un trágico desenlace, generando tantos miles de likes y de aplausos virtuales y de shares y de súplicas que al final me habría quedado.

Ahora bien, hay cosas que no se planean. Como lo de esa entrada. Simplemente ocurren. Hay finales abruptos que dejan historias a medias y condenadas al olvido, despedidas sin estridencias, abrazos ni adioses, huidas hacia adelante, un partir simplemente sin vuelta atrás.

Por cierto, debería renovar esto un poquito. El papel pintado de este blog guarda un tufillo a rancio imagino que por el polvo acumulado en estos tres años.

Ayer, y después de buscar incansablemente la manera de hackear el puñetero candy crush,

traducido al castellano: ver vídeos youtube de voces distorsionadas que te explican cómo encontrar el enlace que anhelas entre la maraña de links de spams y de páginas que se abren por obra y arte de magia pidiéndote una y otra vez tu teléfono y tus datos; 
conseguir sin atender al sentido común descargarme tres o cuatro archivos de procedencia desconocida tanto en móvil como en pc para comprobar no una sino cuatro veces que son una tomadura de pelo y quedarme con la duda de si estos youtubers proveedores de links dudosos no son en realidad bots rusos en busca de archivos secretos o intentando cargarse un portátil cuya batería pasó a mejor vida hace dos años y que lleva el cable de alimentación atado con trozos de fiso a un costado para evitar que la clavija se me vuelva a ir a la mierda

¿Y por qué querría yo hackear el candy crush saga, a sabiendas de que no sólo es ilícito sino que corro el peligro de pillar un montón de bichos desagradables??  Y sonaría igual de patético si lo escribiera de otra manera, pero me he tirado los últimos tres años intentando alcanzar el último nivel de ese maldito juego para dedicarme a hacer otra cosa como escribir el próximo pulitzer, subir unos cuantos ochomiles, hacer un máster, dedicarme al crochet y/o aprender otro idioma. Estaba convencida de que si le sacrificaba todo este largo verano, lograría acabarlo de una vez por todas.

Recuerdo la desagradable sorpresa que me llevé cuando al alcanzar el nivel 1000, descubrí que había un nivel 1001, y un 1002. Durante tres años, y conforme me acercaba a la meta, los hijueputas de sus creadores seguían y seguían sacando niveles. Pero a mediados de agosto,  en una de mis comprobaciones, me cercioré de que el nivel 3700 era por fin el último y que sólo me quedaban unos cincuenta niveles para alcanzarlo. En dos semanas como mucho, conseguiría por fin mi objetivo y acabaría con ese maldito juego de una vez por todas, y antes de que empezara el nuevo curso escolar para poder dedicarme a lo que me diera la gana. Pero si fuera así, no estaría ahora escribiendo esto.

Anteayer descubrí que en una noche aciaga, con nocturnidad y alevosía, esos cabrones habían sacado 80 niveles de golpe. Supe que esos malnacidos no estaban dispuestos a dejarme marchar y que nunca me liberaría del candy crush saga. Y bajo ningún concepto quiero que en mi esquela pongan, "alcanzó el nivel 300.000 y ahí se quedó". No. Me niego. Bien es cierto que no he podido hackear el candy crush saga, ni cargarme a esos malnacidos. Simplemente lo he desinstalado. A los del candy crush saga, ¿quién es el pringado ahora?? .l. ¡Losers!






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