martes, 29 de septiembre de 2015

Lacónica

y asombrada. Perpleja. Como estado actual. 
No deja de fascinarme cada nuevo día en este giro voluntario que ha dado mi existencia. Cada nuevo día.

Dicen que aquí no llueve. Pero cuando caen cuatro gotas como las de hoy parece que los techos se nos vayan a desplomar encima y se va la señal del wifi. Claro que la ausencia de cortesía por parte de -dejémoslo en algunos- hace que sea prácticamente imposible acceder al único ordenador que nos queda en la sala de profesores. 
Teníamos dos. Ordenadores. Hasta el viernes. Pero el viernes el de la fotocopiadora
-un engendro de la informática que hace fotocopias por usb e incluso por señal del internet y que además te las grapa; lástima que no venga con un conserje incorporado que la entienda-
bueno, que el viernes vino el técnico del engendro, un calvo con un insufrible acento de Madrid y una rubia incorporada (es en serio, yo nunca os miento) porque la dichosa máquina al parecer no tiene manual. No. Es el tonto calvo con acento de Madrid el que te cuenta como va la cosa. Pero que no te lo cuenta a ti sino que se lo cuenta a la secre del SESO (sí. Resulta que esto no es un IES sino un SESO, interpretadlo como queráis) que es rubia y guapetona. Dos horas de blablabla incesante y ninguna escapatoria. Ahora entiendo a los nenes de la FPB. Porque en los barracones no hay departamentos. Sólo una minúscula sala de profesores donde te acorralan los técnicos de fotocopiadoras. Y no nos engañemos. Que si hubiese sido a Miguel y a su bigote, el calvo este no le cuenta ni los buenos días. 
Resumiendo. El viernes, el de la fotocopiadora se llevó el otro ordenador para configurarlo a la fotocopiadora supersónica. O sea que nos queda un ordenador y hay que madrugar y sacar ticket para poder utilizarlo. 
No sólo no tengo ningún ordenador a mi disposición sino que las guardias son un infierno. Sip. Una hora entera encerrada en una habitación que es la mitad de mi cocina con menos equipamiento que una sala de interrogatorios con dos chicos de 4º de diver a los que no había visto antes en mi vida, los tres castigados en aquel zulo sin poder sacar el móvil y sin tarea que hacer (ellos).  Por la ventana como único paisaje un descampado con pinta de escombrera. Un panorama para salir por patas y no volver. Y ante su amenaza de fugarse o cometer cualquier otro tipo de tropelía, pues una ha hecho lo que mejor sabe hacer que es de animadora social juvenil y al parecer la cosa no ha ido tan mal porque al final me han aguantado toda la hora. 
Y ese es otro de los motivos por los que por el momento prefiero hablar poco. No me pasa nada pero es que cada vez que abro la boca es para hacer una lista pormenorizada de todo lo que carecemos aquí. La historia va de a teacher que tenía un puesto de trabajo ideal donde había logrado encontrar un equilibrio y que de repente es catapultada al guantánamo de los centros. Así que me estaré calladita porque todo lo que pueda decir irá en contra de mi resiliencia.
En cuanto a mi post anterior, la cosa va viento en popa. Hoy sólo he tenido que pedirle por favor y con voz suave y calmada que borrara los penecillos que se había dedicado a pintar durante toda la hora por todo el libro de 1º. Y lo ha entendido, ha atendido a mi petición y sin montarme ningún pollo.  

Uuf. Buenas noches. 


martes, 22 de septiembre de 2015

¡Bonita!

Y estaba yo en aquella clase de 1º de la ESO que dicho sea de paso yo no sé lo que le dan a los niños de aquí pero son más grandes. Me refiero al tamaño. Para que os hagáis una idea aquí un 2º de la ESO talla M es como un 4º de la ESO de la talla G de allí. En fin. Que yo ya no me sorprendo de nada. 
Pues estaba yo en aquel 1º de la ESO cuando me percaté, ¡años de experiencia!, que un alumno de los que suelen presentar una conducta disruptiva durante la hora de clase, dos veces en dos horas de clase que hemos tenido ¡años de experiencia! estaba trabajando tan arduamente sobre su pupitre que llevaba un rato sin disrumpir la clase. Y cuando un disruptor no disrumpe, los años de experiencia indican que no está haciendo lo que debería estar haciendo. Eccolo qua. Efectivamente no era ¡hélas! mi asignatura el sujeto de tan digno esfuerzo. Así que me dispuse a emplazarlo a dejar de trabajar en aquella otra materia y dirigir sus recién hallados esfuerzos por la actividad académica hacia la tarea encomendada de repetir el alfabeto con sus camaradas. A mi tercera intervención pedí a aquella alma de cántaro que me diera el libro de tan fascinante asignatura que no lo dejaba encauzar sus energías estudiantiles hacia lo mío y le encomendé que se dirigiera a la docente correspondiente para recuperar el manual cuando de pronto aquello fue como una explosión del sálvame el MYHYV la Maite del Gran Hermano y la niña del exorcista. ¿QUE YO LO ESTABA AMENAZANDO? ¡QUE SÍ, QUE YO LO ESTABA AMENAZANDO DE TENER QUE PEDIRLE EL LIBRO A LA PROFESORA!! ¡BONITA! (literalmente) ¡¡QUE EL LIBRO SE LO IBA A DAR YA, A-HO-RA, BO-NI-TA!! ¡¡EH EH EH!! ¿¿Y QUE QUERÍA PONERLE UN PARTE?? ¡¡PUES BONITA PONME EL PARTE QUE ME LO PASO POR AHÍ POR AHÍ ABAJO!! ¡EH BONITA!

Qué espanto. Aún no me he recuperado del shock de tamaña disrupción. Ha sido como una macrodisrupción. Una supernova de las disrupciones. Como yo aquí soy nueva como aquel que dice, he preguntado si eso era lo normal  pero me han asegurado que no lo es. Que yo ya no me sorprendo de nada. En fin. Que hoy se cumple una semana. Magnífica forma de celebrar esta efeméride. 
-"Si los niños son buenos, aquí son buenísimos, ya veréis, aquí no vais a tener problemas"-
Ok...

Good night!!

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Día 2 (II)

El plan es muy sencillo. Llamar a la guardería. Decir que no nos esperen pero que luego las recojan. Llamar a Estrella, nuestra conserje, y decirle que avise que la de francés llegará, no sabe cuando, tarde, pero que llegará. Llamar al seguro y esperar. En media hora. Tiempo suficiente para llevar a las niñas al cole corriendo, volver y esperar. Volvemos después de tropiezos y malas caras en el cole, lo siento, yo no debería estar aquí, y segunda llamada de mi marido al que ladro ululo y cuelgo. Esto cada vez nos va gustando menos.  En la calle sólo queda el coche accidentado con la ventanilla abierta y yo. Y por fin llega la grúa, un poco antes de la hora acordada, y el gruista es amable, saca sus pinzas y una batería portátil que parece de fácil manejo, ¿cuánto pide por esa batería? la quiero la necesito, con esa batería ¡¡nada de esto habría pasado!! Para mi cumple quiero una batería con pinzas. El coche arranca a la primera y antes de dejar irse a mi salvador, le pido que por favor me haga un justificante o que me firme al menos una nota en la agenda como que mi marido me ha dejado su coche a traición antes de huir hacia el curro y que es testigo de que no me he inventado lo de la batería. 

9:30 de la mañana. Autovía del Mediterráneo. Una loca va a dos mil por hora con el corazón en un puño, un justificante en el asiento del copiloto que a punto está de salir volando por la ventana, porque llega tarde en su segundo día de clase en los barracones, dispuesta a que le echen un rapapolvo o que le echen a los leones, que tienen toda la razón, que mea culpa, que me fustiguen, que no tengo disculpa, vaaamos la tentación, que bien empezamos, que ningún gitano quiere buenos principios para sus hijos pero es que eso, a quien se lo diga, y un largo etc de frases hechas que surgen en esos momentos; 
cuando por fin logro aparcar el coche, me encuentro con un montón de señoras de mi edad vestidas de decatlón con mallas rosas y banda ancha en la cabeza pero ninguna que corra tan rápido como yo con mi bolso, mi bolsita de Mango, con mi termo, mis galletas, mi cuaderno tríplex y mi carpeta  pero oh Dios mío,
de cara a mí, en la puerta del campo está el piquete de huelga de los barracones, se me había olvidado el piquete, ahí están, un montón de padres, de niños, de jóvenes, algún que otro político, y unos cuantos policías locales, ay Dios, y yo con estos pelos,
Y claro, con el ruido que lían con los pitos y los gritos, pues que no se oye el timbre de la puerta, y entonces me pongo a gritar desde fuera, eso o intentar escalar la valla delante de toda esa gente, "¡Estrella! ¡Estrella!" a lo Marlon Brando  en "Un tranvía llamado deseo" hasta que por fin un alma caritativa dentro del campo de barracones me ve y se apiada de mis gritos y le da a la puerta pero la puerta no se abre así que llama a Estrella y llega Estrella con su manojo de llaves y no consigue abrir la puerta ni a la primera ni a la segunda así que le arranco las llaves para abrir yo pero tampoco atino y todo eso con gritos y pitidos en el oído, 
y entonces una de las madres también se apiada, el día de las piedades, y me coge las llaves y abre a la primera, y por fin entro yo con todo el equipo y sin pasar por ningún otro sitio me meto en clase.
Pero total, que resulta que nadie se había enterado de mi ausencia. Los niños en el aula estaban tan tranquilos que el de guardia al asomarse a la ventana ni se había enterado de que estaban solos. La secretaria del centro al ver entrar a la otra profe de Francés pensaba que al final había logrado llegar a tiempo. En fin y yo... Pa'habernos matao...

Con lo a gusto que estábamos en el fondo. 
En fin... 

Día 2 (I)

Siete y algo de la mañana. En otro sitio del mundo que ya no es el que era.
- ¿Y por qué dices que coja tu coche?
- Ya te lo he dicho. 
"Supongo que me lo habrá dicho ese un millón de veces en el que escuchaba otras cosas en mi cabeza. Y por qué no escucharé siempre..."
- Por la batería. Mi trayecto es demasiado corto para que se cargue.
- Si no me importa ir en tu coche, de hecho tu coche es mejor que mi coche. Pero es que ya no me acordaba por qué querías que fuera en tu coche. (Y si alguna vez lo dijiste, juro que no prestaba la atención suficiente ni ningún otro tipo de atención porque no recuerdo nada de ninguna batería. Me odio cuando no escucho)

Ocho y media de la mañana.
Me siento satisfecha. He conseguido nutrir vestir y peinar a mis dos retoñas sin que lleguemos a las manos, con paz y serenidad, y vestirme, acicalarme y tener todo preparado para dejarlas en la "guardería barra aula matinal barra transporte escolar barra comedor" y así podré llegar con el tiempo suficiente a mi nuevo liceo barra olimpo barra agrupación de siete barracones donde hoy por hoy ejerzo mi labor. Monto en el coche a las niñas, sus carteras, mi bolsita de papel de Mango con mi termo de café, mi taza, mi vaso de plástico y un táper lleno de galletas Chiquilín, mi carpeta y mi cuaderno tríplex y me dispongo a arrancar mi segundo magnífico día laboral cuando con un ronquido agónico la "batería" me dice que no. ¿Cómo que no? Que no, que no va a arrancar nada. Pero ¿por qué no? Pues porque si escucharas en lugar de chillar en arameo como lo estás haciendo ahora mismo, te habrías enterado de que esa batería está en las últimas. No, por Dios, que sólo llevo medio día de clase, no puede estar pasando, que qué van a pensar en los barracones, y ¿las niñas? hay que dejar a las niñas en la guardería barra aula matinal barra transporte escolar barra comedor antes de irme al liceo barra campo de concentración. 
Qué hago Dios mío, ¿¿qué hago?? Y ¿por qué se me queda la mente en blanco cuando más la necesito? ¿Qué hago? Pues lo lógico en esas situaciones: implorar al cielo que tenga piedad de mí e intentarlo una última vez. Pero entonces la peque baja  la luna eléctrica que tiene a su lado agotando así la mieja de batería que quedaba y con ella toda esperanza de redención. Ya estoy llorando a moco tendido por dentro. Y entonces hago lo que haría cualquier mujer en esa situación. Sí. Llamar a su esposo. Al fin y al cabo él es el que nos ha tendido la trampa de la batería. Y ¡sorpresa! ¡Que no me lo coge! ¡¡Y si se estuviera quemando la casa!!! Odio creciendo y explotando en cuatro tres dos uno. Piensa piensa. ¿En qué? En un cigarro. Sí. Pensaría mucho mejor con un cigarro. Dos meses y catorce días sin fumar. Pero es un momento crítico y cualquiera entendería que rompiera aquel compromiso que contraje conmigo misma en un momento de renuncio. Pero no hay tiempo para fumar. Además de nada les serviría una madre drogada a las niñas en esta situación. ¿E inventarme una enfermedad repentina y muy contagiosa que hayamos contraído las tres y así no ir ninguna a ningún sitio y quedarnos en casita metidas con un coche sin batería y la ventanilla bajada en la puerta??? Claaro. No. No puedo gastar la baza del ébola tan pronto. Sería poco creíble. ¿Qué haría una persona racional y responsable en esta situación? ¡Piensa piensa! Y mientras golpeo el capó del coche a lo Scarlett O'Hara cuando jamás volvería a pasar hambre oigo la voz de un hombre detrás del coche. Es el vecino de la esquina y se está ofreciendo amablemente a llevar a las niñas. Y me parece tan bonito que alguien se digne a ayudarme pero no puedo aceptarlo aún. Pero se lo agradezco. Y entonces hago lo que haría cualquier persona razonable. Llamo de nuevo a mi marido que por fin me lo coge y se me pone a hablar flojito, muy flojito, como si hubiera alguien durmiendo o como si estuviera impartiendo su primera clase en su nuevo centro mientras yo estoy hablando muy alto, altísimo como si no estuviera en mitad de la calle y como ninguna de las soluciones que me da implica dejar a las niñas, dejarme a mí en los barracones y que otro solucione el problema, y todo en los próximos cinco minutos decido actuar por fin.