El plan es muy sencillo. Llamar a la guardería. Decir que no nos esperen pero que luego las recojan. Llamar a Estrella, nuestra conserje, y decirle que avise que la de francés llegará, no sabe cuando, tarde, pero que llegará. Llamar al seguro y esperar. En media hora. Tiempo suficiente para llevar a las niñas al cole corriendo, volver y esperar. Volvemos después de tropiezos y malas caras en el cole, lo siento, yo no debería estar aquí, y segunda llamada de mi marido al que ladro ululo y cuelgo. Esto cada vez nos va gustando menos. En la calle sólo queda el coche accidentado con la ventanilla abierta y yo. Y por fin llega la grúa, un poco antes de la hora acordada, y el gruista es amable, saca sus pinzas y una batería portátil que parece de fácil manejo, ¿cuánto pide por esa batería? la quiero la necesito, con esa batería ¡¡nada de esto habría pasado!! Para mi cumple quiero una batería con pinzas. El coche arranca a la primera y antes de dejar irse a mi salvador, le pido que por favor me haga un justificante o que me firme al menos una nota en la agenda como que mi marido me ha dejado su coche a traición antes de huir hacia el curro y que es testigo de que no me he inventado lo de la batería.
9:30 de la mañana. Autovía del Mediterráneo. Una loca va a dos mil por hora con el corazón en un puño, un justificante en el asiento del copiloto que a punto está de salir volando por la ventana, porque llega tarde en su segundo día de clase en los barracones, dispuesta a que le echen un rapapolvo o que le echen a los leones, que tienen toda la razón, que mea culpa, que me fustiguen, que no tengo disculpa, vaaamos la tentación, que bien empezamos, que ningún gitano quiere buenos principios para sus hijos pero es que eso, a quien se lo diga, y un largo etc de frases hechas que surgen en esos momentos;
cuando por fin logro aparcar el coche, me encuentro con un montón de señoras de mi edad vestidas de decatlón con mallas rosas y banda ancha en la cabeza pero ninguna que corra tan rápido como yo con mi bolso, mi bolsita de Mango, con mi termo, mis galletas, mi cuaderno tríplex y mi carpeta pero oh Dios mío,
de cara a mí, en la puerta del campo está el piquete de huelga de los barracones, se me había olvidado el piquete, ahí están, un montón de padres, de niños, de jóvenes, algún que otro político, y unos cuantos policías locales, ay Dios, y yo con estos pelos,
Y claro, con el ruido que lían con los pitos y los gritos, pues que no se oye el timbre de la puerta, y entonces me pongo a gritar desde fuera, eso o intentar escalar la valla delante de toda esa gente, "¡Estrella! ¡Estrella!" a lo Marlon Brando en "Un tranvía llamado deseo" hasta que por fin un alma caritativa dentro del campo de barracones me ve y se apiada de mis gritos y le da a la puerta pero la puerta no se abre así que llama a Estrella y llega Estrella con su manojo de llaves y no consigue abrir la puerta ni a la primera ni a la segunda así que le arranco las llaves para abrir yo pero tampoco atino y todo eso con gritos y pitidos en el oído,
y entonces una de las madres también se apiada, el día de las piedades, y me coge las llaves y abre a la primera, y por fin entro yo con todo el equipo y sin pasar por ningún otro sitio me meto en clase.
Pero total, que resulta que nadie se había enterado de mi ausencia. Los niños en el aula estaban tan tranquilos que el de guardia al asomarse a la ventana ni se había enterado de que estaban solos. La secretaria del centro al ver entrar a la otra profe de Francés pensaba que al final había logrado llegar a tiempo. En fin y yo... Pa'habernos matao...
Con lo a gusto que estábamos en el fondo.
En fin...
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