Y con una gota de sangre que se te derramó por el dedo índice sin que te dieras cuenta y que yo recogí, me hice un pequeño relicario de oro y me lo cosí al pecho con hilo de bramante. Lo cosí con esmero y devoción, amor, cerca del corazón, con mucho cuidado de no desgarrar la piel para que no pudiera desprenderse. Lo hice con alegría, afortunada y pletórica como me sentía por poseer tamaño tesoro, me tocaba el pecho y te sentía ahí metido contra mí, era feliz. Hasta que me acostumbré a la dicha.
Poco después de que la sangre de los puntos se secara, cuando ya se habían caído las costras, la piel alrededor del relicario empezó a hincharse, por encima del hilo, se puso colorada, dolía al tocarla, se inflamó. Se hizo un absceso. Y un día el absceso empezó a supurar. El pus era cada vez más espeso y maloliente y hubo muchas veces, amor, en que fui tentada de arrancarme el relicario de tu sangre del pecho. Hasta que me acostumbré a la peste y al dolor.
La carne se ha ulcerado y está negra. La he vendado, no quiero que nadie vea el relicario cosido en medio de la putrefacción. Y se ha podrido la sangre. La sepsis ha invadido todo el cuerpo, ya nada puede hacerse, me estoy muriendo. Pero no temas amor, no temas y alégrate por mí, que tu sangre seguirá aquí, cosida a mi pecho, pura e incorrupta, metida en su relicario de oro mucho después de que yo haya muerto por culpa de este estigma del loco amor que siento por ti.
Poco después de que la sangre de los puntos se secara, cuando ya se habían caído las costras, la piel alrededor del relicario empezó a hincharse, por encima del hilo, se puso colorada, dolía al tocarla, se inflamó. Se hizo un absceso. Y un día el absceso empezó a supurar. El pus era cada vez más espeso y maloliente y hubo muchas veces, amor, en que fui tentada de arrancarme el relicario de tu sangre del pecho. Hasta que me acostumbré a la peste y al dolor.
La carne se ha ulcerado y está negra. La he vendado, no quiero que nadie vea el relicario cosido en medio de la putrefacción. Y se ha podrido la sangre. La sepsis ha invadido todo el cuerpo, ya nada puede hacerse, me estoy muriendo. Pero no temas amor, no temas y alégrate por mí, que tu sangre seguirá aquí, cosida a mi pecho, pura e incorrupta, metida en su relicario de oro mucho después de que yo haya muerto por culpa de este estigma del loco amor que siento por ti.
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