Cada equis tiempo, surge una clase, un grupo, diferente a los demás, uno que consigue no se sabe muy bien cómo hacerse con tu corazoncito de profe. No, no se trata siempre del grupo más brillante, ni mucho menos, muy al contrario, si los críos de este grupo en concreto me sacan las canas verdes tres horas a la semana, no he visto grupo más negativo, más gandul, más perro, más "no sé hacerlo".
Llevo cuatro años con la mitad de ellos, tres con todos. Y cada vez que llego a clase me pasa algo extraordinario. Cada vez que entro, de pronto me teletransporto a un estudio de Malibú donde están rodando alguna de aquellas pelis para adolescentes de los 80. ¿Os acordáis de aquellas pelis? ¿El club de los cinco? ¿Admiradora secreta? Pues ahí están todos, desde el deportista guaperas hasta la chica solitaria.
El guión de la peli es muy sencillo. Mi grupo, el de los flojos, ha hecho piña y son muy grandes y muy felices, mucho más que los listos y populares, a los que acabarán ganando in extremis en alguno de esos concursos imposibles que salían en las pelis.
Cada uno de ellos es absolutamente singular, tan singular que incluso podría parecer que exagera su papel, y cada uno conforma la pieza de un puzzle muy complicado de ensamblar en el cual han aprendido a encajar. Y el conjunto funciona gracias a cada una de sus piezas. Y adoro a cada una de esas piezas por su singularidad y por cómo ha sabido acoplarse al conjunto. Y durante tres horas a la semana, yo soy feliz con ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario