Las 17 horas de la tarde. No hay hora que pase más lentamente que la hora de la catequesis. Creo que esa hora es la que se lleva las diez o doce horas que me faltan el resto de la semana.
- Niños, tenéis que poner aquí cuál sería una buena noticia para vuestra familia.
- Seño, no sé qué poner.
- Mira, para mí una buena noticia para mi familia será cuando mi hermana tenga a su hijo y yo sea tita. Esa sería la mejor noticia del año para mi familia.
- Seño, mi hermana tiene doce años.
- No, entonces eso no sería una buena noticia. Pon que quieres pasar unas vacaciones fenomenales con toda tu familia.
- Seño, el mío tiene 23 años.
- ¿Tu hermano tiene 23 años? Pero si tu madre es muy joven-
Y así discurrían las catequesis, con uno de ellos enganchado a mi pelo haciéndome trenzas mientras los demás hacían y deshacían, lo mismo atentos que pasando olímpicamente mientras me dejaba la voz intentando predicarles la palabra de Dios, sin ser ninguno de ellos consciente de lo lentas que se me pasaban aquellas horas.
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