Otra vez y sin avisar. Sin dar una mínima explicación. Un chute de energía arrogante que de pronto se sale de los bordes, buscando una salida a toda costa, acelerando el corazón para que le ayude a salir y este, al latir más deprisa, incluso duele atrapado como está en el pecho. No es ni positivo ni negativo, es simplemente mayor que tú e imposible de controlar. Me arrolló. Me desbocó. Y sin embargo, era yo. Ahora toca recoger una vez más los pedacitos que dejó detrás.
¡Buenos días!
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