Sonrisa enorme de la pequeña al preguntarme si hoy es viernes a sabiendas de que sí lo es.
Cinco minutos necesita la menda para desperezarse y bajar por fin a tirarse en el sofá a ver dibujitos.
Primeros refunfuños de la mañana hasta conseguir que levanten el culo del sofá y se sienten a tomarse la temida y odiada leche con nesquik.
Vistazo al cuaderno de cono inglés que hoy hay examen de anatomía.
Imposibilidad por parte de la examinada de recordar palabras como smell, sour, sweet o salti.
Convencimiento de que salti no existe pero duda más que razonable que no viene al caso y que es mejor callar.
Segundos bufidos de la mañana. Más que bufidos cabreo monumental y trompetero que espanta desde el más grande a la retoña.
Vergüenza profunda de la matriarca porque uno de sus vástagos no vaya preparado a un examen.
Reiteración de las dichosas palabras mientras nos vestimos, nos peinamos, nos arreglamos, todas a una y a la vez.
No. Todas a una no. La peque sigue abajo, ajena al salti, viendo Doraemon y prometiendo a voces que se está tomando la tan temida y odiada leche.
La matriarca baja furibunda a por la filibustera láctea y la sube tras tres tragos de leche. Fijación con el número tres. Siempre tres. Curioso.
Acabamos de arreglarnos. A la matriarca le ha dado por peinar a sus retoños con peinados cuquis y todos los días se organiza de 8:20 a 8:35 una microfiesta peluquera.
8:40. Las barbies están listas pero la mayor se ha encerrado en el cuarto de baño, y a la peque, aunque los abuelos ya están aquí, le ha dado uno de sus momentos mamitis y anda agarrada a su pierna sin querer cuentas con más nadie.
8:45. Hora de partir. Aún me pregunto cómo en tan escaso tiempo hemos logrado meterlas en el coche con chaquetas y mochilas.
8:50. Como cada mañana a estas horas, ya estamos cansada de día. Pero hoy es viernes por fin, así que ¡¡¡buenos días!!!
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