Aquellos fueron días insólitos girando en torno a la fecha. La fecha maldita y que prefería olvidar pues reflexionando sobre ella sus pensamientos se volvían aciagos. La cuenta atrás se había iniciado, pensó que demasiado pronto, y no cabía escapatoria. Si una cosa había ineluctable era que se acercaba el momento y que la manera en que se enfrentaría a él sólo dependía de ella. Le habría gustado ser más fuerte o menos insensata. Contrariamente a lo que decían el conformismo no reflejaba más en muchos casos que una dosis razonable de prudencia y reflexividad. Pero hélas, ella nunca fue proclive ni a lo uno ni a lo otro, así que temía incluso llegado el momento perder la razón.
Otras veces, las menos, se esforzaba en reflexionar sobre lo que tenía porque era un hecho, siempre fue afortunada. Sonrió pensando en la convicción que tenían algunos de la insolencia de los beati. Pero en seguida se los quitaba de la cabeza, al fin y al cabo sus elucubraciones no eran su problema. Carpe diem, nunca una frase tuvo más sentido.
El macguffin es un elemento recurrente en las películas de Hitchcock. Es algo absolutamente delicioso que descubrí ayer y que me encanta. Esto sólo ha sido un mero ejercicio de práctica a ver qué tal era y os aseguro que es muy muy divertido. A otros les da por hacer tablas de Excel sobre competencias (absolutamente fascinante a la par que muy útil) o por practicar un complicado entrelazado de ganchillo. A mí me ha dado esta mañana por probar el macguffin. (Como autocrítica, exceso de introspección).
¡Feliz domingo!
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