No, no voy a emular ni una mieja aquel monólogo de Pepe Céspedes sobre la curiosa relación culinaria que mantienen los almerienses con las migas. Ni de coña. Yo no soy de esos. Me da pánico parafrasearme a mí misma como para hacérselo a otro.
Pero eso sí, recomiendo que lo veáis. Y si sois de Almería más aún, ya veréis qué panzón de reír y cómo dice looh que éhhh.
Y para los demás que no sois de por aquí la cosa es que en Almería cuando llueve o amenaza con hacerlo, la gente come migas. El porqué??? Que alguien me lo explique que seguro que tiene que ser fascinante. En los veintiún años que llevo viviendo en este país no ha fallado ni un día de nublo. No va por estaciones ni por fiestas ni por ocasiones especiales, va solamente por la lluvia.
Tardé un año en aprender a hacer migas. Me decidí un día a comprarme una sartén de las buenas y una rasera especial para migas, de esas que pesan. Un kilo de harina de la de panadería que viene en bolsas de a kilo, agua y un chorrico de aceite de oliva en crudo y ya está. Me costó un año entero hacerlas cada fin de semana hasta alcanzar por fin un nivel aceptable de elaboración. Además y no es por echarme flores, las migas que yo hago son de las de harina de trigo, las de aquí de esta zona, que son las más laboriosas. Las de sémola, que son las que hacen en la capi, se deslían en seguida y apenas tiene mérito hacerlas. Nooo, que es broma!!!
Nos ha pillado la lluvia en Almería, y con vitrocerámica imposible hacer migas. Pero ya nos resarciremos de nuestros antojos culinarios, esta vez sin necesidad de esperar a que llueva.
Buen finde!!!
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