Mis hijas acostumbran a pintarse el cuerpo con rotuladores. Con esos colores y si una no tuviera una edad más razonable, también lo haría. Lo malo es que la peque, que entra este curso a 4 años por fin, sólo sabe leer, y por ahora, vocálicamente, y cuando ayer tuvo la brillante idea de pintarrajearse el cuerpo con el rotu negro "eaee" cómo iba a imaginar la criatura que esas cuatro vocales significaban que era ni más ni menos que un permanente, o sea lo que viene a ser un rotu de tinta indeleble para la mayoría. Y cómo la iba yo a regañar por no saber distinguir un rotu indeleble del que no lo es. Lo único humanamente posible que me quedaba por hacer era simple y llanamente comunicárselo a mis contactos vía twitter a sabiendas de que dicha información quedaría ipso facto remitida a mis compis de facebook. Y lo más extraordinario es que la idea por absurda que pareciera resultó ser brillante pues en pocos minutos, Lidia, la amiga de infancia argentina, o la amiga argentina de infancia de mi madre, como guste, ya había contactado con una jardinera llamada Analía, que resultó ser también una seño de jardín y de la familia la cual se había apresurado a informarle que el alcohol era lo más efectivo para borrar lo indeleble (¿casualidad?) ahorrándole así a la chiquitaja dos horas de friegas tan intensas como inútiles de leche de burra, tal y como me lo habían aconsejado por este continente.
Un bote de gel de alcohol de 70º del que nos aprovisionamos contra la pandemia de gripe A después, la niña sigue con marcas pero estas son casi imperceptibles y esperamos que queden borradas definitivamente en breve.
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