Por la afectación exagerada en algunos de sus gestos, por esa coquetería suya, por la extrema delicadeza de sus rasgos, siempre he pensado que más que una hija el Señor me había otorgado una infantita.
La otra, bueno la otra lleva dos meses hecha una salvaje correteando en bolas y descalza en casa propia y ajena. Y la verdad es que estamos ahorrando bastante en detergente.
Y me encanta!!!
¡Buenos días!
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