Mediodía en Almería.
La gente luce su moreno y ropa playera por las calles.
Nos dirigimos al Mercado Central a hacer acopio de viandas, en este caso de rico pescado del Mar de Alborán.
Nos paramos antes a buscar un cajero por Orberá. Ya hay gente tomándose unas cañas en la Bodega Aranda. Miramos la hora. Tenemos tiempo para un par de ellas. Siempre un par, nunca una sola, cuestión de costumbres. Hay tres chicas extranjeras tomándose unos vinos manzanillas, no logro entender su idioma y eso me frustra.
Llegamos al mercado pero ya están recogiendo los puestos, no da tiempo para el paseo, y como no está el pescadero al que le compramos el atún y la aguja, vamos directo al muchacho de la otra vez, el que nos vendió aquellos calamares tan gordos, nos deja la gamba roja a 36€. Un melón y para casa a echarnos una siesta.
No hace excesivo calor. Se está a gusto. El reloj apenas marca las horas. La vida transcurre quieta, sin estrés, sin agobios. Y es que de vez en cuando no viene mal estar de rodríguez.
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