Entrar en la carnicería a las 12:20.
Mirar el mostrador en busca de inspiración.
Encontrarse el mostrador prácticamente vacío.
Pedir carne picada, y que no haya, solomillo, y que tampoco haya.
Disculpar al carnicero en ese momento embarazoso alegando que a la 1:00 qué pretendía yo encontrar.
Y que automáticamente una ola de pánico recorra las demás señoras y amas de casa ahí presentes, que todas miren desesperadamente sus relojes y sus móviles y que la más rápida salte con un "Son sólo las 12:20!!!" para tranquilizar a las demás y que todas vuelvan a respirar.
Sí, lo admito, a veces soy muy malota.
Jajajajaja!!!
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