El día se iba más o menos encaminando a través de las horas, con el presentimiento de que algo había diferente, un regusto a agrio y a amargo, una sonrisa que se niega a dibujarse, un veneno apenas perceptible en el aire, probablemente traído por el viento pero imposible de prevenir, como si intuyera no sólo la catástrofe sino también el hecho inevitable de quedar atrapada en ella. Y entonces, en el punto de relajo en el que las horas malas estaban a punto de concluir en aquella biblioteca dejando paso a la ansiada rutina, de repente ocurrió la tragedia. Y la incapacidad por entenderla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario