.... y monodiálogos.
Pues están los diálogos, y bueno, no se nos dan demasiado mal, siempre y cuando salga la voz de la garganta; y también están los monólogos, y en eso somos indudablemente muy muy buenos. Y luego están los monodiálogos, esos que entablabas pensando que había alguien al otro lado y cuando venías a echar cuentas de que estabas hablando solo se te quedaba cara de bobo. Y están los monodiálogos, los exquisitos, a lo Unamuno, aquellos que se libran en solitario y hemos de admitir que de esos, en más de una ocasión, hemos salido escamaos.
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