A todo esto, ¿a qué día estamos? ¿Miércoles? ¿En serio? ¿Sólo han pasado 24 horas desde mi mensaje de ayer? ¿Y seguimos en octubre? De chiste.
No obstante, todo lo enmendable se está enmendando. De lo que no tiene enmienda no me apetece hablar hoy. Entendedme. Es miércoles.
(Excursus:
Por cierto, gracias por todos vuestros plus, y por compartir, y por todo ese calor que noto cuando alguien tiene a bien leerme. Es un poco jodido que una de mis entradas más leídas de todos los tiempos acabe con un "Os odio. Adiós". Jodido sí. Sorpresivo no. Ruego me perdonéis que no os demuestre mi profundo agradecimiento como os merecéis pero es que el google+ por otra parte herramienta maravillosa sólo me trasmite lo que le da la gana, para bochorno mío. Lo dicho, GRACIAAAS!!! ).
Miércoles. De reuniones y de broncas. Bueno. La verdad es que entre mujeres de cierta categoría, el término abroncarse no es en absoluto veraz. Digamos más bien que las señoras de cierta categoría usamos métodos sutiles de persuasión/disuasión para convencer a otras señoras de cierta categoría que algo en concreto no nos agrada. La entonación en este caso es importantísima. Según la entonación, una señora de cierta categoría sabrá reconocer la hostilidad o al contrario la conformidad en su interlocutora.
Y si hay algo que empieza a desagradarme sobremanera es reunirme. Lo odio. Odio las reuniones. Estoy hasta el moño, la coronilla, el mismísimo, el sacrosanto de tantas reuniones. Y así lo hice saber. Y qué mañana de reconcomio por el tono tal vez demasiado seco y disruptivo al insistir en que probablemente no podría reunirme ni siquiera cinco minutos porque había de preparar las galletas de Halloween para la merienda homónima de mañana de mis dos animalas.
Así que contrita y presa de remordimientos como me hallaba, una vez ingerido mi almuerzo, en lugar de dedicarme al dulce farniente postingesta de alimentos, me puse a preparar las galletas de la discordia. Exactamente treinta galletas de mantequilla en hora y media. Y así me fui a la reunión, ufana, satisfecha conmigo misma por superar una prueba más, y oliendo fuertemente a galletas de mantequilla horneadas. Antes de irme, advertí que me habían traído de vuelta el bolso que encerraba mi touchpad averiado. Salí corriendo.
Epílogo: me he reunido, he vuelto, mi touchpad funciona, sigo oliendo a galletas de mantequilla. La vie est belle à nouveau!! C'est magnifique!!!
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