Existen recuerdos y recuerdos.
Y debe haber algún motivo por el cual mi marido se puso ayer a arreglar la habitación de los trastos. Porque rebuscando como me gusta hacerlo dentro de nuestras viejas carteras de cuero con las que íbamos cargados de libros al colegio, encontré ayer mi vieja agenda del curso 1990/1991. El último año que estuve en Francia.
No me acordaba de infinidad de detalles que me encantaría desgranar a este blog que se ha convertido en mi libro de los recuerdos. Sin embargo, lo que me sorprendió al hojearlo es que no sintiera nada al hacerlo. Sólo curiosidad. Las notas que apunté en él no me trasladaban emocionalmente a aquel año.
Y entonces, esta mañana, cuando he abierto por casualidad una de aquellas viejas carteras, he encontrado mi cuaderno...
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