Y de la noche de antes no sé si mejor no hablar.
Cervezas. Unas cuantas. Mahou. A mí con que me digan las cosas una vez.
Y por fin el Beefeater con tónica Schweppes que llevaba deseando tomarme desde hacía casi seis meses.
Bueno, los cinco.
Pero fue en un intervalo tan largo de tiempo que no sentí que me estuviera pasando.
La música de Nochevieja de fondo. Sí. Además no caímos en la cuenta ni Mónica ni yo pero siempre la liábamos parda la noche antes de Nochevieja. Parda no, pardísima. Y sí. La noche estuvo amenizada con la música que sonará en Nochevieja en el bar. Para eso contábamos con la compañía de los dos DJ que pincharán mañana. Dos habitantes de la Comarca de la talla de elfos. Nunca he tenido tan clara mi condición de hobbit como con estos chicos.
Bien es cierto que antes estuvimos tomándonos otra cerveza en la cocina de mis padres.
Y un rato antes, estábamos tomándonos otra en el bar del Lorenzo hasta que nos vimos interrumpidas por el portavoz calvo de un grupito de otros tantos y tan calvos como su portavoz y que no habíamos visto en nuestra vida, como si no estuviéramos en nuestro pueblo. Y claro, no tuvimos más remedio que admitirles que íbamos juntas. ¿En serio que todavía quedan tíos que creen que sin contacto visual previo ni miraditas cómplices ni nada que muestre el más mínimo interés de ninguna clase les pueden entrar a las tías y que estas vayan a decir que sí?? ¿Qué teníamos?? ¿Caras de desesperadas o de lagartonas? Si por eso no me pinto nunca!!! Bueno, no nos quedó más remedio que huir. Eran siete. Demasiados para luchar.
Y acabamos en el bar del Lorenzo porque el minuto de antes habíamos realizado una maniobra de huida no disimulada al verlas. Pero es que habíamos reservado la noche con dos meses de antelación. No era plan de compartirla. Si ya nos conocemos y sabemos lo que nos cabe esperar de cada uno. Somos más viejas, y por ende, más sabias y con menos tiempo que perder.
Y el rato de antes, liamos una pelea de las buenas en el bar de arriba. Sí. En mi pueblo hay muchos bares. Y ya está. Fue una noche versión alcoholizada de un Cuento de Navidad que iba a compendiar todos los momentos estelares de las marchas pasadas y futuras.
Y el rato primigenio de todos fue una cerveza que nos tomamos en nuestro bar de siempre y que auguraba una buena y gran noche que se hizo demasiada corta hélas. Bueno, lo bueno es que hemos quedado para mayo. Contaré los días.
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