La otra noche soñé que tenía que cortarme el pelo. Y voy a cortarme el pelo. No me queda otra pues pongamos que el sueño llegó en un momento de gran inseguridad y que recuperar esa confianza en mí pasa entre otras muchas cosas por el salón de peluquería. Pero mis visitas a la peluquería son siempre tan escasas, del orden de una o tal vez ninguna al año que de una vez para otra nunca me acuerdo de lo fundamental: almacenar en el móvil el número de la peluquera. Y cuando he llegado a mediodía de mis gestiones en Cajamar de las cuales he de hablar largo y tendido, pero para que os hagáis una idea de la magnitud de las gestiones, deciros que me he quedado sin tarjeta de crédito, quince años compartidos con ella y ya no la tengo!!!, ¿a que es horrible???? así que necesitaba imperiosamente esa cita, y badabún, ¿dónde está ahora el dichoso número??? Siete años yendo a la misma peluquería (siete veces probablemente) y todavía no he tenido c... para almacenar el número!!! manda c...!!! Cabreo monumental, para variar, en mi línea, por qué me cabreo tanto??? psiquiatra!! Y entonces recuerdo que la última vez que fuimos llamé por teléfono al número que tienen pegado en la puerta para saber a qué hora abrían y que ese mismo día eché fotos del corte de pelo. Sólo tenía que averiguar la fecha de ese día y buscar el número de teléfono en la memoria del móvil. Cuatro de abril. Busco en el móvil el registro de llamadas. Las llamadas sólo llegan hasta el día 18 de abril. Todo lo anterior fue borrado cuando formateamos el móvil para poder conectarme al 3G. Al final, no me quedará más remedio que tener que ir hasta allí, aparcar de mala manera, eso si encuentro dónde hacerlo, perder un tiempo bárbaro y todo porque no he sido capaz de almacenar un número en siete años. Y entonces, cojo, abro mi Vodafone, busco en facturas anteriores, le doy a descargar el formato PDF y ahí está el número desconocido el día 4 de abril a las 16:01.
He llamado. Tengo cita esta tarde y estoy cagaíca de miedo porque he decidido hacerme un ligero escalado. Pero no guardo ningún recuerdo positivo de la última vez que me hice un escalado. Y sin embargo, necesito ese cambio de look y a la vez no quiero perder mi melena. Y a eso se le llama escalado. Ah, lo positivo es que esta vez por fin he almacenado.
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