Viernes 20 de Diciembre. 18:45.
Hace un viento helado que te va llenando los ojos de lágrimas de frío.
Has decidido en un segundo ir al otro estanco, el que hay al otro lado del puente, sabes que cruzar por ese puente significa frío, muchísimo frío, por el frío que hace y ese aire perpetuo que recorre la rambla que cruza el puente. Sabes que te golpeará la cara y te cortará el paso. Pero has decidido que después de la semana infernal a la que acabas de sobrevivir en contra de todo pronóstico, te mereces ese tabaco que te encanta y que has echado de menos estos días. De hecho, puede que parte del problema es que no fumaras tu tabaco de siempre. Qué argumento más absurdo. Sabes perfectamente dónde está la raíz del problema y ahora quieres, exiges que las cosas salgan como quieres que salgan. Así que no te queda otra que ir al otro estanco. Qué cara vinagre tiene la dependienta. La otra vez también. Ya no es casualidad. Imaginas que es por tirarse la vida detrás de un mostrador cuando en realidad lo que quería era ser camionera. Has tenido suerte de poder dedicarte a lo que quisiste siempre.
Tienes que cruzar otra vez el puente. Te armas de valor. No hay demasiado miedo tampoco. Procedes de una tierra fría, mucho más fría que esta. Y en mitad del puente te das cuenta que el aire de la rambla te quiere dar una tregua. Y eso sólo ya sirve de revulsivo para animarte. Puede que no todo esté en tu contra. O puede que el aire haya cambiado de dirección. Y sonríes, una amplia sonrisa de oreja a oreja. Con este frío no hay nadie en la calle para ver lo mucho que sonríes.
Estás muy cerca de casa. Casa igual a descanso, paz, tranquilidad, calor de hogar. Todas esas cosas que has echado de menos esta semana de locura y de correr y de agobios. Estás a dos minutos de acabar la semana. Y entonces el frío deja de molestarte, el reloj deja de molestarte, y las prisas, y los agobios, oyes las campanas de la iglesia de la plaza. Son las 18:45.
Lo sientes por fin. Ese momento de cosquilleo, de deseo, de felicidad a punto de realizarse, de mariposas en el estómago, el momento en que los labios van a rozarse, el timbre de la puerta que suena, la silueta que reconoces a lo lejos. Estás tan cerca que puedes sentirlo. Así que decides disfrutar de ese momento, y ralentizas el paso. Es tuyo, te pertenece, te lo mereces y sonríes. Todo está bien. Toda irá bien. Como siempre fue todo.
A los macaleros por la paciencia y el cariño demostrado, Feliz Navidad a tod@s!!
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