Pocos no franceses saben de la importancia de la imaginería mariana en la cultura republicana gala. Bueno, realmente no es mariana sino relativa a Mariana, Marianne para los amigos. Sí, los republicanos también adoran imágenes pero estos lo hacen de manera coherente.
Mariana no será famosa, no así su teta y en cuanto se describe el cuadro de Delacroix de una mujer blandiendo la bandera francesa en medio de un campo de batalla con una teta al aire en seguida caen, que no es gorro frigiano sino frigio o pitufo para el vulgo. Ahora bien, no se aconseja imitar la escena si no deseamos que todas las miradas acaben dirigiéndose hacia el punto álgido del cuadro que no es otro que la teta y como la regla de Murphy dicta, nunca hubo mejor momento para que escapara una teta, episodio que según me fue contado el curso pasado realmente ocurrió a una docente de cierto centro que no es la que suscribe pues no estaría contándolo ahora ciertamente.
Dos tetas en dos días en dos momentos distintos y un abismo entre ambos, una republicana y la otra en plena señal de la Santa Cruz que ha de hacerse en el espacio que los senos permitan llamando de nuevo la atención hacia el punto álgido y haciendo que de últimas se haya de recolocar el corazón hacia un lugar más pudibundo como podría ser el alto vientre o el bajo cuello, pero no la teta que tres años después aún recuerdan mis antiguos alumnos de aquel 1ºESO que se dice "nichon" en la cultura argótica gala por un error digital involuntario al parecer imborrable de sus jóvenes memorias. Pero como bien dice Fili, si no quiero llamar tanto la atención hacia el punto, más me valdría llamarlo pecho que no teta.
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