De todos los perfiles que guardaba en su armario y que se iba poniendo alternativamente, a veces usaba tres o cuatro en pocas horas, otras veces se tiraba varios días con el mismo, se había dado cuenta de que ese era en el que más a gusto se encontraba.
Porque en cuanto se lo ponía, de pronto se tornaba inofensiva e infundía una imagen de dulzura y de cariño alrededor de ella, infranqueable e intocable.
Era un hecho que le resultaba más fácil conjurar y esbozar, acomodada como estaba dentro de aquel perfil. Allí se guarecía.
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