Con el vestido de playa negro, el moño y el flequillo, me acabo de mirar en el espejo y tengo pinta de llamarme Bratislava. Y me están entrando unas ganas locas de cortarme el pelo para conservar mi aspecto irlandés que me conozco y sé que como caiga en la tentación no dejaré de arrepentirme hasta que me vuelva a crecer.
Cualquier cosa menos aparentar española. Eso nunca, ¡oiga!
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