Que todo ha ido perfecto.
Que pocas cosas hay tan pacientes como una madre.
Que mis madres han sido encantadoras.
Que podríamos aprender mucho en cuanto a educación y amabilidad de la gente que procede de Rumanía.
Que el nivel de salvajismo de los niños crece exponencialmente cuando van en manada.
Que los niños no se alimentan de tartas de cumpleaños sino de tirarse bolas desde lo alto de un tobogán.
Que las tartas de cumpleaños son un invento de los padres para saciar su glotonería.
Que el sabor a galleta de la tarta de Manolo sigue siendo la más exquisita que haya probado nunca.
Que por los dos axiomas anteriores, seguiré siendo yo quien elija el sabor de las tartas de cumpleaños en esta casa.
Que las dos princesas han caído rendidas y sin luchar.
Que todo ha ido bien y que yo también estoy muerta.
Nota mental:
Para la próxima vez, no olvidar la piñata. La piñata es esencial y es lo único que ha fallado para el sobresaliente.
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