Esta tarde será mi quinta y última sesión de evaluación. Bueno, eso si Dios quiere. Es bueno contar con él según para qué cosas. Y estoy absolutamente rendida. No, rendida no es la palabra, la palabra es derrotada. Y a mí me pasa con el cansancio lo mismo que a los niños chicos, que me da por patalear y revolverme y chillar y llorar a grito pelado, quiero decir que me dará en cuanto resolvamos el temilla de lo que se contempla o no dentro de nuestros convencionalismos sociales. Estoy derrotada, absolutamente.
Y si me paro a pensar, el panorama no invita demasiado al júbilo. Tengo a mis dos niñas de mochileras dando tumbos de una casa a otra. Tengo a mi marido abandonaíco, el pobre, con lo que tiene que aguantar, y sin hacerle mucho caso. Y tengo a mi Leo esperando entrar en escena ahora que han pillado al amante de la muerta huyendo por Sangonera la Seca.
Pero dentro de lo que cabe sólo me queda una tarde. Una tarde más o una tarde menos, según se mire.
Y me ha dado otra vez por escribir, y eso se mire por donde se mire, siempre es una buena noticia.
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