Cuenta la Historia que en los años cincuenta, en un pueblo de la América profunda de la segregación y de los capirotes blancos del KKK, una costurera negra se subió a un autobús de vuelta a casa. Arrasada como estaba tras una dura e intensa jornada de trabajo y ante la mirada atónita de los demás pasajeros, muchos de ellos blancos, la mujer se sentó en el primer asiento que pilló. Al percatarse de que el asiento escogido se hallaba en la zona reservada a los blancos, el conductor reprendió a la mujer. Esta no se movió. El conductor paró el autobús y quiso obligarla a que se levantara de aquel asiento. La mujer permaneció en su asiento. Los pasajeros blancos empezaron a insultarla y a increparla. Algunos incluso la amenazaron. Pero ella siguió ahí sentada, impertérrita y sin decir nada. Finalmente se llamó a las fuerzas del orden y estos acabaron arrestando y encarcelando a la costurera. Se llamaba Rosa Parks.
Puede que algunos detalles no sean del todo cierto, así me contaron a mí la historia de Rosa Parks. Todo lo que ocurrió después de este hecho ya forma parte de la Historia de la Humanidad.
Porque la mayoría de las personas pasamos por momentos en nuestras existencias en que nos gustaría tener el valor suficiente de Rosa Parks para decir nosotros también "Basta. NO".
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