Tengo el sueño tan ligero que a veces me despierto antes incluso de que se produzca el ruido. Es una maldición, en serio. Las únicas semanas en que dormí a pierna suelta fue este verano, cuando me dio otitis y se me taponaron los oídos. Y si no llega a ser por el vértigo, yo habría seguido con mi sordera tan ricamente. Es en serio. Pero incluso para gente como yo existen dos etapas de sueño profundo, las 3 y 4, que preceden la fase REM, donde cuesta muchísimo trabajo despertar a la persona dormida.
2:00 de la mañana. Estoy a punto de entrar en REM. No me he enterado de nada hasta ese momento cuando a lo lejos oigo gruñir a mi marido. "No, ¡que no!" Un ser diminuto, que no es mi marido, se retuerce a mi lado en su lucha porque el edredón lo deje meterse dentro. Me cuesta unos segundos visualizar lo que está pasando, pero mi marido me lo aclara en seguida "Isabel María, vete a tu cama, aquí no!!!"... Me cuesta coordinar voz y cuerpo, intento recuperar el control cuando una voz aguda lloriquea a la sombra del umbral de la puerta. "¡La Isabel María me ha dejado sola!!!" ¡No me lo puedo creer! Mi familia ha organizado una fiestuqui a las 2 de la mañana y a mí nadie me ha avisado. Para variar.
Minimizar daños. Son las 2:00 de la mañana. Quedan todavía cinco horas para levantarse. Mi marido está cabreado. Así que la opción de dormir los cuatro apretujados en una cama de 1,50 es descartada de entrada. La opción B de que se queden las crías en la cama grande y nos vayamos los dos a las camitas de edredones rositas es peligrosa y podría sentar precedentes. Y yo no he salido de casa de mis padres y me he casado para acabar durmiendo en una de las camitas de los siete enanitos. Entonces me oigo decir, porque estas cosas sólo se les ocurren a las madres, no hay un padre en el mundo que haya pronunciado jamás estas palabras: "Venga niñas, la mami se va a dormir con vosotras".
Las camitas de mis niñas aparte de ser pequeñitas están juntitas. Somos padres muy duros. Hasta que no estemos seguros de que la pequeña controla las medidas y no se cae de la cama, no transigiremos. Y ahí se mete la mami, a caballo entre una camita y la otra, con la luz esa naranja que se les pone a los niñicos para que no tengan pesadillas dándome directamente a los ojos, y con mi pequeño ángel sonriéndome con la sonrisa más adorable que ha tenido nunca un ángel. Yo le sonrío también. En cuanto se duerma, recuperaré mi sitio en mi cama grande con mi edredón para mí sola y mi libertad para voltearme de un lado a otro todo lo que me dé la gana.
Pafff. Mi princesita se ha dado la vuelta y me ha dado un tortazo en toda la cara. Estaba otra vez en fase Pre-REM, destapada, con el culo semienterrado en el hueco que se ha ido formando bajo mi cuerpo entre los dos colchones pegados y acorralada por ambos flancos. Derrotada, y procurando no hacer ni gestos bruscos ni ruido me voy a mi cama.
5:00. ya no sé ni en qué fase estoy. Me he despertado con la luz del reloj linterna de mi marido que bien podría servir de faro. Yo tenía otro despertador, pero el día que mi marido me dijo, después de siete años, que su tictac era molesto, empecé a oírlo también y acabé desterrándolo al cuarto de baño. "¿Qué hora es?" Gruño-murmullo-articulo... Y qué necesidad había de encender el faro a las 5 de la mañana estoy a punto de preguntar cuando noto de nuevo la minipresencia extraña en mi espalda. Me quedan dos horas de sueño y ninguna gana de volver a pasar por el infierno de la camita. A sabiendas que esas dos horas me las voy a pasar peligrosamente arrinconada al borde del precipicio del suelo de mi habitación. Pero da igual. Una vez más me rindo y mi pequeño ángel redondito vuelve a salirse con la suya con una sonrisa angelical. Lleva unas semanas así. No sigue ninguna pauta concreta. Lo mismo lo hace dos noches seguidas que se tira cuatro sin aparecer. Lo que sí me temo es que con tanto trajín de camas de un lado a otro, arriba y abajo, y con tantas fases REM y pre-REM, una noche me acabe metiendo en la cama del vecino... ¡Y no soporto a mi vecino!
La infancia tiene para los padres fases cruciales e importantes que difícilmente se olvidan, como la primera mirada, la primera noche, los primeros pasos, cuando se quita el pañal por fin o cuando se le cae el primer diente. Un sinfín de momentos que las madres/padres más concienzudas/dos van atesorando en un diario o a golpe de instantáneas. Al otro lado, están esos momentos de segunda que te ponen la sonrisa en la cara, te arrancan una lágrima o te sacan un ladrido; de los que apenas te percatas y que acaban inexorablemente perdiéndose en la memoria. Mi angelito y mi princesa tienen tantos momentos de esos como minutos tiene un día; la pena es que no tenga dónde atesorar tantos momentos y algún día desaparecerán para dar paso a otros momentos y otros recuerdos.
2:00 de la mañana. Estoy a punto de entrar en REM. No me he enterado de nada hasta ese momento cuando a lo lejos oigo gruñir a mi marido. "No, ¡que no!" Un ser diminuto, que no es mi marido, se retuerce a mi lado en su lucha porque el edredón lo deje meterse dentro. Me cuesta unos segundos visualizar lo que está pasando, pero mi marido me lo aclara en seguida "Isabel María, vete a tu cama, aquí no!!!"... Me cuesta coordinar voz y cuerpo, intento recuperar el control cuando una voz aguda lloriquea a la sombra del umbral de la puerta. "¡La Isabel María me ha dejado sola!!!" ¡No me lo puedo creer! Mi familia ha organizado una fiestuqui a las 2 de la mañana y a mí nadie me ha avisado. Para variar.
Minimizar daños. Son las 2:00 de la mañana. Quedan todavía cinco horas para levantarse. Mi marido está cabreado. Así que la opción de dormir los cuatro apretujados en una cama de 1,50 es descartada de entrada. La opción B de que se queden las crías en la cama grande y nos vayamos los dos a las camitas de edredones rositas es peligrosa y podría sentar precedentes. Y yo no he salido de casa de mis padres y me he casado para acabar durmiendo en una de las camitas de los siete enanitos. Entonces me oigo decir, porque estas cosas sólo se les ocurren a las madres, no hay un padre en el mundo que haya pronunciado jamás estas palabras: "Venga niñas, la mami se va a dormir con vosotras".
Las camitas de mis niñas aparte de ser pequeñitas están juntitas. Somos padres muy duros. Hasta que no estemos seguros de que la pequeña controla las medidas y no se cae de la cama, no transigiremos. Y ahí se mete la mami, a caballo entre una camita y la otra, con la luz esa naranja que se les pone a los niñicos para que no tengan pesadillas dándome directamente a los ojos, y con mi pequeño ángel sonriéndome con la sonrisa más adorable que ha tenido nunca un ángel. Yo le sonrío también. En cuanto se duerma, recuperaré mi sitio en mi cama grande con mi edredón para mí sola y mi libertad para voltearme de un lado a otro todo lo que me dé la gana.
Pafff. Mi princesita se ha dado la vuelta y me ha dado un tortazo en toda la cara. Estaba otra vez en fase Pre-REM, destapada, con el culo semienterrado en el hueco que se ha ido formando bajo mi cuerpo entre los dos colchones pegados y acorralada por ambos flancos. Derrotada, y procurando no hacer ni gestos bruscos ni ruido me voy a mi cama.
5:00. ya no sé ni en qué fase estoy. Me he despertado con la luz del reloj linterna de mi marido que bien podría servir de faro. Yo tenía otro despertador, pero el día que mi marido me dijo, después de siete años, que su tictac era molesto, empecé a oírlo también y acabé desterrándolo al cuarto de baño. "¿Qué hora es?" Gruño-murmullo-articulo... Y qué necesidad había de encender el faro a las 5 de la mañana estoy a punto de preguntar cuando noto de nuevo la minipresencia extraña en mi espalda. Me quedan dos horas de sueño y ninguna gana de volver a pasar por el infierno de la camita. A sabiendas que esas dos horas me las voy a pasar peligrosamente arrinconada al borde del precipicio del suelo de mi habitación. Pero da igual. Una vez más me rindo y mi pequeño ángel redondito vuelve a salirse con la suya con una sonrisa angelical. Lleva unas semanas así. No sigue ninguna pauta concreta. Lo mismo lo hace dos noches seguidas que se tira cuatro sin aparecer. Lo que sí me temo es que con tanto trajín de camas de un lado a otro, arriba y abajo, y con tantas fases REM y pre-REM, una noche me acabe metiendo en la cama del vecino... ¡Y no soporto a mi vecino!
La infancia tiene para los padres fases cruciales e importantes que difícilmente se olvidan, como la primera mirada, la primera noche, los primeros pasos, cuando se quita el pañal por fin o cuando se le cae el primer diente. Un sinfín de momentos que las madres/padres más concienzudas/dos van atesorando en un diario o a golpe de instantáneas. Al otro lado, están esos momentos de segunda que te ponen la sonrisa en la cara, te arrancan una lágrima o te sacan un ladrido; de los que apenas te percatas y que acaban inexorablemente perdiéndose en la memoria. Mi angelito y mi princesa tienen tantos momentos de esos como minutos tiene un día; la pena es que no tenga dónde atesorar tantos momentos y algún día desaparecerán para dar paso a otros momentos y otros recuerdos.
PD: "Quimérica entelequia..." Suena... ¿pedante? ¿incomprensible y pedante? Quimérica entelequia... Aparte que creo que es algo así como decir "de rojo rojizo" o "una noche nocturna"... Seguiremos retocando mi excelso poema...
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